Debido a las grandes diferencias existentes entre el Ayuntamiento de Calasparra y la propiedad de la plaza de toros «La Caverina», mucho nos tememos, -salvo que cambien estas circunstancias-, que la prestigiosa feria de novilladas de dicha localidad no pueda tener como escenario el añejo y vistoso coso. Siendo así, la novillada de Miura podría haber sido el último festejo celebrado en esa misma plaza. Ya nada sería igual, y el centenario coso dejaría de ser el mágico lugar, dando paso a una impersonal y vulgar plaza portátil. Aquí les dejamos la crónica que hicimos del festejo celebrado en septiembre del pasado año:

Por unos instantes creímos estar viendo toros en el sureste francés, cuando el novillero almeriense José Cabrera puso al cárdeno de Miura casi en la misma puerta de chiqueros, y desde allí el novillo anduvo galopando con alegría y codicia hasta el piquero. Luego, la ejecución no fue lo mejor, a pesar de los aplausos de la concurrencia. Evidentemente esos aplausos fueron para el detalle del novillero y la emoción que supuso el ver la galopada del novillo. Estas cosas rescatan las mejores esencias de una tauromaquia que en el país vecino se contemplan con naturalidad, y sin embargo aquí resulta algo exótico y pasajero.

La novillada de Zahariche fue de lo más dispar en cuanto a presentación; desde el primero, un tanto escurrido de carnes, abecerrado, de nulo trapío; el cárdeno segundo, con hechuras de toro cuajado y el precioso castaño oscuro en cuarto lugar, un toro en toda regla. Tercero, quinto y sexto, discretos. Luego, dieron el juego habitual del encaste: aprendiendo rápido, algunos cabecearon bastante, pero también dieron opciones de triunfo; probablemente si se les hubiera dado más distancia, toreándolos en línea y no tan encima; así como citarlos con la muleta retrasada no fue lo más conveniente para estos novillos.

En realidad, causaron el respeto que este afamado hierro suele provocar en las cuadrillas. Para algunos banderilleros fue como ir al cadalso, y las miradas al palco para suplicar el cambio de tercio con sólo dos pares eran de lo más patéticas. Se picó trasero, como es ya habitual en cualquier plaza. La suerte de varas que es el verdadero embrión de la corrida de toros va perdiendo consistencia día a día, hasta que quede siendo un mero acto simbólico sin trascendencia alguna.

José Antonio Lavado, José Cabrera y Fran Ferrer fueron los actuantes para lidiar los novillos-toros de la legendaria ganadería sevillana. Tanto Cabrera como Ferrer entraron por vía de la sustitución. Con diferencia, lo mejor llegó de manos de José Cabrera. Anduvo muy suelto y dispuesto; banderilleó con solvencia, aunque un tanto rápido, eléctrico, y manifestó sus deseos de querer ser torero. La espada le impidió sacar mejor provecho de su actitud torera.

Tanto Lavado como Fran Ferrer cumplieron con estar delante, ofreciendo entrega, pero sin acoplarse a sus oponentes.

La «miurada» cerraba el ciclo de una Feria del Arroz en el 2019, habiendo un «casi lleno», la entrada más importante del serial; donde una vez más el carácter y potencia de las ganaderías anunciadas se impusieron a la labor de las cuadrillas; apenas se cortaron tres trofeos en todo el ciclo y sobretodo la labor de algunos subalternos fue de un deficiente preocupante, cuando se ponen en juego los encastes que en esta feria son protagonistas.

Se percibe que el público asistente conoce y sabe de qué va la cosa; censura actitudes toreras que en otras plazas pasarían inadvertidas y es crítico y exigente con la labor de los novilleros. Por ello, la «Caverina» no es plaza festivalera, donde las orejas caen del cielo como si fueran brillantes gotas de rocío para los toreros. Y eso, dignifica a esta afición.

Pero, sin lugar a dudas, Calasparra cumple tres décadas de organizar estas novilladas tan encastadas, que son un espejo donde el verdadero aficionado se mira cada septiembre. Aquí, está claro, los aficionados vienen a ver el toro íntegro, potente, y los toreros son secundarios. La paradoja es que todo esto deriva en la cara B de la tauromaquia: los soñadores del toreo con escaso bagaje y oficio se las tienen que ver con estas tremendas novilladas, con ejemplares  de mayor trapío que los consabidos toreros-figuras suelen vérselas cada tarde en cada feria. Los toros domesticados que parecen moverse  a través del mando a distancia en tantas ferias, aquí están proscritos.

Un trabajo constante de año tras año, que confabula una de las mejores ferias de novilladas del planeta. En Calasparra se suelen producir bastantes eventos en relación al mundillo taurino a lo largo del año: coloquios, galas para entregar premios, conferencias, etc. La «filosofía francesa» aquí también funciona: las peñas taurinas colaboran junto al empresario y comparten criterios a la hora de confeccionar carteles; forman, lo que se denomina como «Mesa del toro».

Giovanni Tortosa