Las declaraciones de Victorino Martín en el día de ayer tras la lidia de sus toros en Madrid me dejaron perplejo. Sostenía el ganadero que le gustó la corrida y, para colmo, declinó hablar de los toreros. Vamos, como para mear y no echar gota. Lo que dijo Victorino en el día de ayer es tanto así como aquel padre que tiene una hija fea pero sostiene en presentarla al certamen de Miss España. Si ya el ganadero no tiene capacidad de auto crítica ni reflexión ante lo que fueron sus toros, mal empezamos.

Los tres primero todos lidiados fueron animales propios de la casa; tobilleros, con mala idea, sin posibilidad de triunfo alguno. Los tres restantes demostraron la desdicha total de este tipo de toros que, para colmo, parecían de Juan Pedro y, esto es lo peor que le puede pasar a Victorino Martín y, sin duda, a sus lidiadores, razón por la que la bondad de aquellos animales no calara en el ánimo de los espectadores o aficionados.

Dos toros, el de Fernando Robleño y otro de Pepe Moral, si se les hubieran cambiado las tablillas y en vez de Victorino hubiera puesto Juan Pedro, se lo había tragado todo el mundo. Dos toros de una bondad exquisita pero, al igual que le ocurre a Juan Pedro, con muy poquita fuerza, sin apenas motor; solo dulzura para acompasar y, ese no es el toro de Victorino Martín y por ahí radicó su fracaso. Vamos que, esos toros aludidos los coge Manzanares y les corta el rabo, extralimitando la nota, pero así es.

Nadie pudimos comprender aquella bobaliconería en unos toros que, justamente sus hermanos anteriores, hicieron gala de la casta de la ganadería; buena o mala, pero casta al fin y al cabo. Es cierto que Fernando Robleño estuvo magnífico en sus dos toros; con la alimaña que era su primero y con el tontito que era su segundo; pero aquello no podía calar porque, repito por millonésima vez, nadie en el mundo está preparado para comprender que un Victorino embista como un animalito tonto y sin casta de Juan Pedro. A estas alturas, Pepe Moral todavía estará llorando porque no podrá comprender jamás que, habiendo toreado de forma maravillosa, nadie le hizo el menor caso. Estaba clarísimo; la gente quería ver el toro de Victorino, bueno o malo, pero sus toros, cosa que sucedió en los tres primeros lidiados.

Y tratar de justificar el bodrio de corrida que Victorino lidió en Madrid aludiendo que la masacraron en varas me parece un acto de una irresponsabilidad tremenda. Cientos de toros de su ganadería han tenido mucho más castigo al que se les sometió ayer en Madrid. ¿O acaso no recordamos la pelea que hizo en varas el toros Cobradiezmos? Querer justificar una corrida mala es, como dije, lo de la hija fea; pero si eso no tiene arreglo. Victorino Martín Andrés era más coherente y, si una corrida salía mala, que salía, don Victorino, humildemente acepta la derrota, como debería ser. Decir, como dijo el ganadero que le gustó la corrida y que la sacrificaron en varas me parece un dislate al más alto nivel. Para colmo, Victorino, eludió hablar de los toros considerándoles culpables del desaguisado suyo.

Pla Ventura