Tras su paso por la feria de Sevilla, una vez más, los hombres de plata han dado su auténtica dimensión y valía en el ejercicio de su profesión; es más, convencido estoy de que estamos viviendo, al respecto, una etapa inolvidable si de hombres subalternos hablamos. Toreros que, aun vistiendo el terno de plata merecen todos los elogios habidos y por haber.

Estos toreros no son presa del foco mediático pero, los aficionados nos sentimos orgullosos de toros ellos porque, desde ese casi anonimato en el que actúan, tanta gloria aportan al toreo con sus acciones tan admirables que, para colmo, si tienen mérito los rehileteros, no hablemos de los lidiadores que, en definitiva, son totalmente imprescindibles en las funciones taurómacas, caso de las corridas de toros y novilladas de cualquier tipo.

La suerte que tenemos en la actualidad, si de toreros de plata hablamos, es que los tenemos por doquier y, algunos, con vitola de grandes toreros. Me gustaría tener memoria para nombrarles a todos los que, por su grandeza en el ejercicio de su profesión se han hecho acreedores a todo tipo de elogios que les podamos regalar pero, no es menos cierto que,  tras la última feria de Sevilla, sus aficionados, en repetidas ocasiones han sabido ver y reconocer a sus lidiadores y banderilleros tributándoles ovaciones diversas.

La gloria, los aplausos y vítores deben ser compartidos, razón por la que los banderilleros y lidiadores deben ser reconocidos como tales. Fijémonos que, en tardes aciagas, en muchas ocasiones, son los banderilleros los que firman los mejores momentos de una tarde determinada. Un festejo puede acabar, como ocurre muchas veces, de forma anodina y, pese a ello, tras acabar el espectáculo nos hemos llevado en el corazón momentos de auténtica belleza protagonizada por esos hombres cuyos nombres no figuran en los carteles pero, los aficionados, gracias a ellos, al final de la corrida acabamos nombrándoles con todo el honor del mundo.

Tras lo sucedido en Sevilla me vienen a la mente, por ejemplo, Curro Javier, José Chacón, Antonio Chacón, Javier Ambel, Rafael Viotti, Fernando Sánchez, Álvaro Montes, Juan Contreras, Iván García, Juan José Trujillo, Joao Ferreira que, junto a otros compañeros han firmado actuaciones sensacionales, al margen de otros muchos como Andrés Revuelta o Juan Carlos Rey que, todos siguen dando una dimensión inmensa en su quehacer, amén de que, por mi parte, pido perdón hacia todos aquellos que no he podido nombrar por falta de memoria pero, todos ellos tienen me reconocimiento y admiración. No es este ensayo un elogio hacia unos cuantos de mis favoritos, para nada; es un alabanza hacia la profesión de banderilleros que, como explico, son totalmente imprescindibles si de festejos taurinos hablamos.

Este mundillo donde se han refugiado muchísimos matadores de toros que no alcanzaron relumbrón, de repente, como se ha demostrado, todos llevaban dentro un gran torero que, pese a tener que descender del escalafón que tenían, la gran verdad es que, sin el brillo del oro, con la plata, siguen demostrando a diario que son hombres muy válidos y, lo que es mejor, imprescindibles para el devenir del espectáculo. ¿Se imagina alguien un festejo taurino sin los hombres de plata? Nadie se lo imagina porque sería imposible su celebración, de ahí la gran dimensión que muchos alcanzan.

Lo digo de corazón, convencido totalmente de la grandeza que emana del sentimiento que los banderilleros ponen en su quehacer por aquello de lograr la rotundidad del éxito que, para ellos, apenas es una ovación tras una gran par de banderillas pero, a lo largo del festejo, como decía, tanto con el manejo del capote como con las banderillas, con ello, aunque nos parezca poco, en muchas ocasiones nos hemos extasiado con estos hombres sin “nombre”, Sevilla ha sido el último espejo donde se han visto reflejados todos.

Mi reconocimiento y gratitud para estos hombres que, llenos de valor, ciencia lidiadora, brillo con los rehiletes y un sentido hermoso de la lidia, con sus acciones, además de favorecer a sus matadores respectivos, sin dañar a nadie, hasta son capaces de conmovernos a los aficionados.