Si la situación ya era muy grave, el domingo pasado la alarma encendió los focos rojos.

Plaza «México» cuasi vacía, gente irritada, temporada y Fiesta rumbo al precipicio.

Entre los aficionados y comunicadores reina una caótica confusión: «el problema es que las figuras españolas, que no se atreven enfrentar al toro de verdad, imponen los toros chicos, sin trapío», alegan creyendo saber. Piensan que decir siempre que los toros son chicos sirve para adoptar un prestigio de aficionado exigente, de especialista, de honesto e incorruptible. Si sale un búfalo, también habrá que decir que es un becerro. ¡Y ya está!

Pero no es así. Esas figuras son capaces y tienen el valor suficiente para torear toros mas hondos y cornalones. Lo han hecho y lo siguen haciendo en España. No se trata de defender a las «figuras», sino de encontrar las verdaderas razones del actual estado de cosas para enfocarnos en soluciones reales y para que muchos aficionados salgan de su confusión.

En esta temporada y la anterior han traído otras tardes toros grandes, mucho, los más grandes y cornalones que se han lidiado en esa plaza desde que se inauguró…y la gente tampoco acudió.

Los toros de FERNANDO DE LA MORA, al que no tengo el gusto de conocer y con quien en mi vida he cruzado ni media palabra, no eran especialmente chicos. El saltillo mexicano es así. Siempre lo ha sido. Sólo hay que revisar las imágenes de las faenas más gloriosas en la historia de la plaza «México» y descubriremos, con asombro, que se ejecutaron con toros similares o aún más chicos que los del domingo…pero con plaza llena, público emociondo y esplendor de la Fiesta.

El problema es otro u otros.

Desde hace cinco años que comencé esta Columna Periodística señalé que el principal problema del toro de lidia mexicano en la actualidad era su cada vez más deslavada y ya casi inexistente bravura hasta la frontera con la mansedumbre. Siendo el trapío importante, no lo es más que la acometividad que determina y le da nombre al ganado bravo.

Aunque convencer de lo anterior ha costado trabajo, años e insistencia, ya empieza a hablarse con más frecuencia de este tema. Lamentablemente alguna parte de la afición ha caído en una peligrosa equivocación: la de atribuírle ese descastamiento y comodidad únicamente a tres o cuatro hierros. La verdad es que descastadas son ya TODAS las ganaderías de lidia mexicanas pese a que pudiera haber dos o tres excepciones.

Ganaderías descastadas en México son las del encaste Saltillo, Parladé y Murube. Descastados son los toros negros, cárdenos y colorados; los cornalones y los «comoditos», los zancudos y los hondos, los altos y los bajos, los badanudos y los degollados, los trasijados y los rematados.

Y se grita: ¡que toreen otras ganaderías, que toreen toros bien presentados y bravos!

Más grandes, como he dicho, ya se han lidiado. ¿Bravos? Me temo que esos, en México, ya NO EXISTEN.

Ocasionalmente, por supuesto, aparece por alguna plaza un toro de bravura evidente; pero como una golondrina no hace verano, un toro bravo aislado no define a la ganadería de la que procede. A una ganadería la define la regularidad en el juego de la mayoría de sus ejemplares.

Hace un año, en vísperas de su Asamblea General, sugerí que la BRAVURA fuese el tema central y urgente para los ganaderos. Ni se habló de ello. Ya están en su Asamblea de este año ¿de qué van a hablar?¿de suplementos alimenticios y vacunas?

Si no recuperan la bravura, esto se acaba y tendrán que merendarse sus toros.

¿Por qué entonces las «figuras» prefieren sólo unas pocas ganaderías?

Porque dentro de los toros descastados que hoy padecemos hay dos tipos: el descastado CON CLASE y el descastado SIN CLASE.

Los primeros son los que ofrecen un poco más de garantía de lucimiento y éxito a las figuras. Naturalmente escogen lo que les parece más propicio. Y así ha sido desde que se inventó el toreo.

¿Qué pasó el domingo en la «México»? Que, como la crisis continúa y aumenta y no se sabe cómo remediarla, lo mejor es buscar o inventar culpables. Ese culpable ha de ser el más visible.

«¿Quién mató al comendador?

Fuenteovejuna, señor».

La ganadería de FERNANDO DE LA MORA es claramente una de las seleccionadas para cargarle todas las culpas. No vengo a defender al ganadero al que, como dije, ni conozco. Al contrario, su divisa fue una de las primeras que acusé de descastadas. Pero limitar la condena por descastamiento únicamente a tres o cuatro ganaderías, además de ser injusto, inocente, irresponsable, simplista y erróneo, provoca resultados muy perjudiciales como promover la invasión de las ganaderías descastadas SIN CLASE.

No pido bajar el nivel de exigencia sobre las ganaderías del grupo especial, las que piden las figuras, sino exigir BRAVURA con igual rigor a todas las demás. Y sin ser partidario del becerrismo, tampoco pediré que al encaste saltillo se le saque de tipo. Sería una insensatez.

Como el tema es extenso y serio, muy serio, el más serio en la realidad actual de la Fiesta mexicana, habré de continuarlo en las próximas entregas y mientras las alarmas mantengan encendidos sus focos rojos.

 

Fotografia Juan Pablo Sanchez