Las figuras están en su derecho de hacer lo que les venga en gana al respecto de la elección de las ganaderías a lidiar pero, de igual modo, nosotros, los aficionados nos expresamos como Dios nos da a entender al respecto, no en vano, lo que han elegido todas las figuras del toreo para el inicio de la temporada en sus primeras ferias, todo gira en torno al encaste bobalicón.

Ya están los carteles de Olivenza, Castellón, Valencia, Sevilla y, no hemos encontrado el menor atisbo de emoción en ninguna de las ferias citadas puesto que, las mismas, están desnudas de emoción en lo que al toro se refiere. Y estamos en lo mismo cuando alguien nos dice que, un toro, por pequeño que sea puede herirte o matarte, ahí está para certificarlo Antonio Bienvenida que murió por la cogida de una vaquita sin el menor atisbo de peligro. Todo eso es verdad, pero no es menos cierto que, la fiesta, sin la emoción del toro apenas es nada.

Si como digo estamos desnudos de emoción, será difícil para las figuras poder cautivar puesto que, la gente, a medida que pasa el tiempo va aprendiendo y, lo que hace una década colaba por completo, ahora ya se le ponen remilgos puesto que, la desfachatez es tan notoria que, hasta un niño de pañales comprende el fraude al que nos someten al darnos gato por liebre. Lo triste de la cuestión es que, para ellos, los taurinos, todo está bien; es más, hasta se justifican ellos mismos. No hay tercio de varas y, sale un ganadero aludido, Justo Hernández, y dice que la pica no hace falta, ni siquiera el reglamento porque todo lo quieren hacer a su antojo y capricho para asumir el menor riesgo posible.

A tenor de lo visto, comprendemos que los ganaderos requeridos por las figuras tienen que “fabricar” toros como si fueran escobas. Atrás ha quedado la selección por encontrar la bravura, por el tipo, la morfología, incluso los pitones; elementos todos que siempre cuidó el ganadero para darle lustre a sus propios toros que los lidiaban con todo orgullo. Ahora no, puesto que lo que se pretenden es tener tres mil vacas que vayan pariendo animalitos que, en menos de cuatro años tenemos que dárselos a las figuras para que se pongan bonitos.

La verdad es que me pongo en la piel de tantísimos ganaderos que quedan por España en la búsqueda del toro auténtico y me entra una desazón inmensa. ¿Qué será de tantos hombres ilusionados por querer criar un toro que nadie quiere? Tremendo lo que estamos viviendo. ¡Y menos mal que la línea Albaserrada o Miura tienen sus adeptos! Repitámoslo hasta la saciedad, contémosle al mundo que, el pasado año un toro de Miura fue indultado por Manolo Escribano. Es decir, algún atisbo de bravura debió tener dicho toro como para ser indultado, algo que no había sucedido jamás en la vida.

No conseguiremos nada en esta lucha que estamos teniendo contra los elementos que no son otros que, defender la autenticidad del toro frente al burro desvalido que es a lo que se enfrentan las figuras que, apoyados por sus acólitos quieren ver un mundo idílico cuando todo está rociado por la mentira. Pero si a fin de cuentas, por cada narración o ensayo que publiquemos, tres docenas de aficionados son capaces de seguirnos con ello ya habremos ganado la batalla.

Es cierto que Pablo Aguado tiene una estética maravillosa, justamente la misma que  cuando torea de salón pero, a la hora de elegir los toros a lidiar, hasta los de Garcigrande le parecen miuras. O sea que, de valor anda muy escaso y, lo que es peor, se ha convertido en figura del toreo por una sola tarde, la que deseamos repita. Bien es cierto que, al “sistema” la ha caído en gracia el tal Aguado de ahí las prebendas que recibe. Claro que, ni él ni sus compañeros al frente del escalafón dejarán huella alguna en el toreo porque para dejar una estela importante, los toreros tienen que enfrentarse a toros de verdad.

Tras tanto cartel anunciado por esas primeras ferias, hay un cartel diseñado para Madrid que, en el peor de los casos ha despertado todo el interés entre los aficionados, lo que hace presagiar que, dicha tarde, con toda seguridad se agotará el boletaje puesto que, toros de Adolfo Martín para Curro Díaz, Alejandro Talavante y Emilio de Justo, el triunvirato no puede ser más hermoso. La cuestión está clarísima, como se demuestra, Talavante ha vuelto para quedarse y, lo que es mejor, para hacer valer su entorchado de figura matando una corrida de Albaserrada, algo nada nuevo para él pero que le agradecemos por completo.

Como digo, acompañarán a Talavante en el citado festejo Curro Díaz y Emilio de Justo que, como el mundo sabe no son figuras de nada, pero qué toreros más grandes, Dios mío. Y si dicho gesto lo hace Talavante, ¿por qué no encontrará compañeros que le secunden, en el peor de los casos, para acallar muchas voces discordantes en torno a ellos? Mientras lidian el burro adormilado, como decía, siempre estaremos desnudos de emoción, por tanto, asidos al medio espectáculo que congratula a los ignorantes en materia, pero que enoja a los grandes aficionados por el mundo.

Sin la emoción del toro, todo lo demás es pura parodia.