Los aficionados a los toros nos quedamos todos muy consternados cuando un torero recibe una cornada del toro al que se está enfrentando que, por otra parte, sería lo “normal y lógico” al tratarse de una profesión tan arriesgada que, por otro lado, lo saben los toreros; es decir, que nadie se llame a engaño por mucho que nos duela y, lo confieso, nos duele muchísimo ver correr la sangre del matador con su cuerpo lacerado.

Pese a que en este medio nos ocupamos de todas las cuestiones relacionadas con el mundo de los toros, algo tan cabal y lógico como la vida misma, los que aquí narramos no somos de piedra ni insensibles ante el dolor ajeno. Es decir, la vida de cualquier persona nos parece tan válida y apasionante que, atentar contra la misma no es otra cosa que un acto de puro vandalismo ante personas que, como en el caso de la policía de Barcelona, han sido vilipendiados y heridos sin que los dirigentes catalanes se hayan pronunciado a favor de los casi trescientos heridos que es el número de policías que han sufrido en sus carnes la barbarie del terror desatado en Cataluña y, de forma muy concreta en la Ciudad Condal.

Como allí se demuestra, si una persona se gana la vida como defensor del orden público, la misma tiene menos valor que un perro porque, a las pruebas me remito ante todo lo que les ha pasado a estas personas que, pese a todos, están totalmente indefensas, por mucha porra y pistola que lleven encima. Es dantesco, horrible, espeluznante que entre las manifestaciones criminales que han dado cita en toda Cataluña, ellos, los policías que se han tenido que jugar la vida para restablecer el orden público, apenas nadie se ha pronunciado a favor de estos hombres admirables que, por amor a su profesión, sabedores de que su vida no vale nada, para colmo se la juegan con valor y estoicismo.

El problema no es que no hayan sido reconocidos en Cataluña que, dentro de todo, ya resulta dramático. Lo realmente cruel es que políticos de Valencia, Bilbao, San Sebastián y demás sitios donde anida el odio como norma, han seguido insultado a los policías diciéndoles que son muy valientes porque utilizan las porras. Hay que ser muy hijo de puta para hacer semejante afirmación cuando, como todos pudimos ver, la policía estaba totalmente desasistida en sus medios y, lo único que podía utilizar para calmar aquella marabunta criminal, eran sus porras cuando, en un acto de justicia, deberían de haber utilizado las pistolas.

Un político valenciano que no recuerdo su nombre para mi dicha, dijo que los vándalos de Barcelona eran policías camuflados para dicho acto criminal. Pero, como vemos, en política puede anidar el más grande hijo de puta que no pasa nada, nadie le detiene ni le dice la menor reprimenda. Ahí tenemos el caso del primer mandatario catalán que debería de estar en la cárcel por enaltecer el delito, el muy asqueroso y aberrante, por un lado alienta a las masas para que se pronuncien, para destrocen todo y, por el otro, es incapaz de condenar los hechos ocurridos en Barcelona por no citar en toda Cataluña que, muchísimos, se estarán cagando en sus muertos.

Pobres policías que han resultado heridos. Como decía, cuando un torero resulta herido lo hace un ser irracional como es el toro, pero que a estas personas les hayan heridos seres racionales sin que nadie se rasgue ni siquiera las vestiduras, mal andamos y, lo que es peor, mal acabaremos. Y, para colmo, el Gobierno de la nación está como si viera llover; es decir, no han hecho “méritos” suficientes los malditos vándalos con sus actos criminales como para que el Gobierno intervenga. Lógicamente, esperarán que hayan unos cuantos muertos para enviarles coronas y, quién sabe, igual ponen medios para restablecer el orden en toda Cataluña que, según las gentes normales de aquella comunidad, están hartos de toda esa gentuza que practican el horror, unos como comandos activistas y, los otros como mandatarios inertes ante todo lo que está sucediendo.

La blanda democracia que estamos sufriendo ha llegado al límite de lo insospechado, que los policías expongan su vida, que se la jueguen, y que no puedan hacer nada mientras que los terroristas, a esos se les sigue alentando desde la trincheras del poder. Mucho mérito deben de tener los policías y, lo que es mejor, una vocación sin límites a sabiendas de que, pase lo que pase, tienen que soportar todas las vejaciones del mundo, jugarse la vida y, a lo sumo, como algo “brutal”, utilizar, no mucho, la porra con la que tienen que intentar salvar sus vidas.

Una cornada por asta de toro duele mucho; pero las cornadas que dan los terroristas a los policías indefensos eso no tiene nombre. ¡Hasta dónde hemos llegado! Y pensar que no hace muchos años, una docena de policías bastaba y sobraba para controlar a la manifestación más grande que pudiera existir en cualquier lugar de España. Ahora, repito, ante las esferas del poder, la vida un policía vale menos que un puto alacrán. Con sinceridad, resulta todo muy extraño, de forma concreta el comportamiento del Gobierno que, en vez de aplicar las leyes adecuadas para restablecer el orden en Cataluña y que todos los ciudadanos gocen de la paz que merecen, dicho Gobierno, repito, hace oídos sordos a la espera de que suceda lo inevitable para luego quejarnos ¿verdad?

En España siempre sucede igual, todos sabemos que existe un peligro determinado que puede costarle la vida a una persona pero, mientras no haya un muerto que lo corrobore, jamás tomamos medidas. En Cataluña sucede lo mismo, el caos ha sido el más grande del mundo, los destrozos incuantificables, el orden alterado, los comercios cerrados y muchos destrozados, los policías en los hospitales, algunos debatiéndose entre la vida y la muerte pero, según el nefasto Gobierno que tenemos, nunca pasa nada. ¿Qué tendrá que ocurrir en Cataluña para que el Gobierno actúe de una maldita vez? Eso sí, ahora, cuando Torra deje en libertad a los rebeldes del golpe de estado de hace dos años, desde Madrid, seguro que le felicitan. ¡Échale hilo a la cometa!

Tenemos mucha democracia pero si la misma no tiene argumentos como para que todos vivamos en paz, mierda para la democracia y los que de ella viven. Yo quiero democracia, pero exijo respeto, orden, libertad, paz, concordia, que se cumplan las leyes y que ningún delito quede impune. Mientras todo eso no ocurra, la democracia será una farsante que albergará entre sus filas a miles de gandules que solo pretenden vivir de la política gracias a esa democracia que, sin duda, alberga a miles de dictadores. ¿Acaso Pedro Sánchez no es un dictador al más alto nivel cuando, todos los partidos políticos le suplican que aplique las leyes correspondientes para que haya orden en Cataluña y él no hace el puto caso? Eso sí, a los dictadores de izquierdas se les llama progresistas y demócratas, pero ellos hacen lo que les pasa por los cojones, ¿verdad, Nicolás Maduro?

Por cierto, felicitemos a Pedro Sánchez que, ochenta y tres años después, ha ganado la Guerra Civil de España. Su triunfo no es otro que sacar a Franco del Valle de los Caídos. Como dije una vez, si Fernando Gayo, como ya hiciera en una película, se caracterizara de Franco en el momento en que vayan a exhumarlo, allí se morían del susto Pedro Sánchez y todas las gentuzas que le rodean. Mientras sacamos a Franco, que arda Cataluña, ¡qué importa! Estos sociatas de ahora son muy valientes pero, lo que tenía mérito de verdad era pertenecer al partido Socialista en época de Franco, aquello sí que era de héroes como era mi caso.

En la imagen vemos cómo los policías socorren a un compañero gravísimamente herido por los vándalos criminales que atentan contra la paz del pueblo catalán sin que el absurdo gobierno de España haga nada.