El gran éxito de la corrida goyesca de esta tarde no ha sido otro que, la enorme asistencia de aficionados puesto que, sabedores de que Madrid se ha ido de vacaciones por aquello del largo puente, que Las Ventas registrara casi veinte mil personas, no cabe triunfo más grande.

Si de toros hablamos, Víctor Guijarro trajo para dicho festejo seis ejemplares bellísimos, con una estampa añeja y, como dirían los antiguos revisteros, una monumental corrida de toros. Trapío, casi con seis años muchos de los ejemplares, leña para pasar dos inviernos y, por ende un trapío ejemplar. Claro que, tras todo lo dicho, luego vino el “tío Paco” con las rebajas y nos jodió la tarde. Sin ser criminales de guerra, los del Montecillo no dieron opción alguna a sus lidiadores. Animales reservones, sin dejarse torear con el capote, con un juego en varas para olvidar, poniendo en apuros a los banderilleros. En definitiva, una pésima corrida que, como muchas veces decimos, eran sepulcros blanqueados. Era imposible el triunfo y, criticar a los toreros sería un acto de cobardía por nuestra parte.

¿Qué decir de los héroes que se enfrentaron a los del Montecillo? Digamos que, las mismas líneas servirían idénticamente para los tres porque, Fernando Robleño, Javier Cortés y Francisco José Espada, dieron lo que tenían y mucho más por aquello de encontrar la fórmula del éxito que, en esta ocasión era imposible.

Pese a que no gustó la media lagartijera que recetó Fernando Robleño a su primer oponente, si esa misma media la hubiera dado el pasado año en San Isidro, con toda seguridad hubiera salido por la puerta grande. Es diestro ha dado una lección de torería, madurez, toreo añejo del que no se ve porque todo el mundo quiere ver al burro adormilado para hacerle florituras y, en este día, ocurría todo lo contrario. Eran toros para toreros machos de los que forman en ese elenco Robñeño y sus compañeros. Ha tenido dos enemigos calcados y todo ha quedado en una declaración de intenciones, incluso con pasajes de gran nivel pero, aquello era la antítesis de lo que debe ser un toro de lidia. Pese a todo, a Robleño no le ha llegado el agua al cuello, lo que viene a certificar su grado de maestro. Ha sido ovacionado al final de sus faenas y gracias que ha salido por su propio pie.

Javier Cortés, pese a torear tan poco ha mostrado unas condiciones admirables ante la adversidad en que estaba sumido. Nada ha dejado por hacer y, como le ocurriera a su compañero, ha dado algún que otro pase muy estimable, siempre, con un riesgo tremendo. Difícil futuro el de este buen torero que, no tiene otra corrida firmada, pero no por falta de condiciones, más bien porque no entra en los planes del sistema. Como fuere, ¿quién le pone un reparo al diestro ante lo que ha hecho esta tarde en Madrid?

Francisco José Espada ha sido, dentro del maremágnum de la mansedumbre y las condiciones imposibles de sus toros, digamos que el mejor parado, sin posibilidad de éxito pero, el chaval, como sus compañeros, era consciente de que tenía que jugarse la vida y, lo que es peor, a cambio de nada. ¿Cabe desdicha más grande? Su labor, ante sus dos toros, ha tenido más calado que sus compañeros que, no es que haya hecho nada más especial que ellos pero, se le ha visto con una disposición tan tremenda que, su labor, en ambos toros, ha tenido mucha complacencia antes los aficionados. Tampoco ha tenido fortuna a la hora de matar que, de haberlo hecho con prontitud, las vueltas al ruedo las tenía aseguradas porque, amigos, ese valor no es patrimonio en los festejos habituales que vemos a diario. Se le ha ovacionado con fuerza y, con toda seguridad, ha forjado esperanzas entre los aficionados para verle con agrado en San Isidro.

La actitud de estos hombres, por lógica, debería tener premio, no sé si de orejas, vueltas al ruedo, vítores de aclamación pero, como digo, todo ha sido asumir un riesgo tremendo a sabiendas de que no habría el menor premio. Pese a todos, los tres diestros esta noche dormirán con la conciencia muy tranquil de que hicieron todo lo que estaba en sus manos. Mal fario que, esa disposición tan tremenda no puntúe en lado alguno. Enhorabuena para este trío de valientes a carta cabal.