La crisis del coronavirus. ¿Qué decir con todo lo que se ha dicho? Pues que o espabilamos o esto se acaba. Así de claro. O la tauromaquia da un giro importante o esto se va al garete. Y espero que no me tengan que dar la razón en unos años. La forma de vender el espectáculo, las tasas y trámites burocráticos, las presiones a ganaderos y demás enseres hacen que dar una simple novillada en un pueblo sea un acto heroico.

El problema es el de siempre. Cada uno mira por su interés, y van como las mulas al pesebre, sin importarles lo más mínimo lo que se lleven por delante. Y es por eso, que ahora el sector ha de unirse y remar todos en una misma dirección. Porque buscando el interés personal lo único que consiguen es derrumbar esto. Y ahí es cuando todos salen perjudicados y se lamentarán. O mejor dicho, nos lamentaremos. La unidad de todos los integrantes de esto, sin excluir a la afición, es primordial. Es necesario presentar un “manifiesto” o una recopilación de posibles medidas a las administraciones, esas sanguijuelas que sin hacer nada todos los años sacan tajada económica de la tauromaquia a pesar de que la quieran prohibir.

Quizá sea pesado, pero hay que insistir. Los tramites y las tasas necesarias para celebrar un festejo son tan innecesarias como asesinas. Y hay que protestar por ello, o bien con multitud de cartas o firmas o en manifestaciones si es necesario, cuando se pueda, claro. Porque el que no llora no mama, y aquí no hacemos ni pucheros. Y seguiremos sin hacerlos.

Pero ahora cambia una cosa. A los ganaderos ya no se les puede cargar con el muerto. La situación que están viviendo es crítica. Los animales comen todos los días, y el precio en los mataderos es poco más que limosna. Las cantidades de dinero perdidas van a ser brutales, obligando a muchos a echar el cierre y con ello, parte del campo bravo muere. Las subvenciones no sé si llegarán, pero igual que el Ministerio de Agricultura o el de Transición Ecológica da dinero para mantener el buitre negro, podrían dar dinero para mantener la raza de lidia. Como diría aquel (disculpen que no recuerde quien lo dijo), hay menos vacas de Pablo Romero que linces en Doñana. Y cuando todos, con una enorme pena, manden sus toros al matadero, quizá el precio que se pague por estos caerá aún más ante un desborde de la oferta.

Y por último querría hacer un llamamiento para intentar publicitar el espectáculo. En los informativos, raro es el día que no anuncian que tal futbolista se ha bajado el sueldo, o que tal actor ha donado «x» dinero. Salvo alguna excepción, no ha visto a ningún figura o empresario de poder, que son los que tienen las carteras con más salud, hagan una donación extraordinaria y salir en la televisión. No valen sólo los festivales, y quizá esto sea una tontería, pero darían una imagen de cercanía con la sociedad.

En definitiva, tenemos una última bala si no queremos sentenciar esto. Y veremos a ver el ánimo de la gente y si va a poder ir a los toros. Porque recordemos, nosotros, los espectadores, somos los que mantenemos esto.

Por Quique Giménez