La sociedad en que vivimos se ha tornado muy complicada en todos los aspectos pero, el más grave error que cometemos no deja de ser otro que pretender sustituir a los amínales por las personas. Me explico. El hecho de pensar que en España tenemos más mascotas de compañía que seres humanos racionales, ello nos pone a pensar. Y a tenor de los hechos circula por la red un axioma al respecto de lo que digo que, inevitablemente nos hace recapacitar. O sea que, en la actualidad llevamos a los niños a las guarderías, a los ancianos a los asilos, despreciamos a las mujeres, denigramos a los amigos y, para combatir la soledad nos compramos un perro.

Entiendo el amor hacia los animales porque eso no es ninguna novedad puesto que, de toda la vida de Dios ha habido animales de compañía que, por lógica, vivían en zonas rurales en las que sus dueños les cuidaban y protegían en todos los sentidos. Pero no contentos con ello, siguiendo el axioma del que antes hablaba, la sociedad, enloquecida por completo, en la actualidad es capaz de darle más valor a un perro que a un ser humano. Hasta ese punto ha llegado la esquizofrenia de las gentes. La prueba de todo lo que digo son las leyes que ha dictado el gobierno para la protección de los perros, unas leyes que ya las quisiéramos los seres humanos.

Hablo con conocimiento de causa porque yo tuve un perro y lo cuidé hasta que murió de viejecito pero, cuidado, ese perro nunca molestó a nadie y mucho menos hizo sus excrementos en la calle como ocurre a diario en todas las ciudades y pueblos de España en que, es muy difícil andar y no llenarse de mierda. Y cuidado, la culpa no es de los perros ya que son animales y no razonan pero, lo triste son sus dueños que, siendo personas tampoco razonan al permitir semejantes dislate respecto a los excrementos perrunos. A tenor de lo que digo, ese gobierno que dicta leyes para favorecer a los animales, ante todo, debería de haber adoptado un impuesto para los dueños de los perros, sencillamente para que cuidaran de ellos y cuando salieran a la calle y cuando hicieran sus excrementos, de pagar ese impuesto al que me refiero, seguro que los recogerían. No hay nada más efectivo que nos toquen el bolsillo y, al respecto, ese impuesto remediaría muchos males que sufrimos los demás.

Ahora, la gente, en su locura, hasta pretende alojarse en los hoteles con sus perros. Muy perro sí son su dueños que pretenden trasgredir las normas de la sociedad en que, cada cual debe de ocupar la parcela que le corresponde y si consentimos que los animales, en este caso los perros, tengan los mismos espacios que las personas, muy mal andamos. Lo triste de la cuestión es que todavía no hemos tocado techo respecto a la barbarie; nos quedan más sandeces que llevar a cabo, algo que, a fin de cuentas, al final pagaremos muy caro.

Eso sí, esos amigos de los perros son los que denigran al toro, por ende, la fiesta que los mismos protagonizan que no es otra cosa que la Fiesta de España, las corridas de toros. Sufren, eso dicen, los amantes de los perros por la muerte del toro pero, esa inmensa mayoría de gentes que tienen perro pero han dejado a sus padres en una residencia, por eso no sufren. ¿Me lo quiere explicar alguien? Lo pregunto porque no logro entenderlo. Como explico, hemos cambiado el perro por los amigos, por los padres, por los seres que en teoría deberíamos de amar por encima de todo. ¿Duda alguien de que esta sociedad camina hacia el precipicio? Y no le faltan muchos años.

Si la sociedad, como tal, no tenía bastante con la Nomofobia, faltaba como ingrediente la irreligión de los perros para que todos nos volviésemos más maliciosos de cara al ser humano. Se han perdido las reuniones de familia, los encuentros con los amigos, el abrazo diario a los padres viejecitos, incluso el beso a los niños porque todo lo hemos decantando hacia los perros. Como dije, yo no le haría nunca daño a un animal, ni siquiera tengo valor para pisar una hormiga, pero a Dios gracias me sobra raciocinio para saber diferenciar a un animal de una persona y, ante todo, como dije, saber el lugar que debe de ocupar cada cual. Reconozcamos que, como sociedad, hemos invertido los papeles; ya nada tiene lógica, todo es del color que otros lo quieren mirar puesto que, el color auténtico ese no sirve para nada. Por supuesto que no tengo nada contra los perros, pero sí contra los que trasgreden las normas éticas de la sociedad en que vivimos que, con sus acciones, profanan la libertad de sus homónimos. Vivir para ver.

En la imagen vemos a REX, el perro policía que nos encandiló a todos en aquella serie televisiva memorable.