Sin la menor duda que pueda albergarnos, este año el toreo está de fiesta, de auténtica celebración puesto que uno de los mejores intérpretes del arte de Cúchares cumple cinco lustros como matador de toros, todo un acontecimiento que celebramos los aficionados con auténtico fervor. Hablamos, nada más y nada menos que de Diego Urdiales, un artista riojano que ha encandilado al mundo del toro que, por cierto, durante muchos años tuvo que hacer la llamada travesía del desierto, algo que no queremos para nadie pero que, Urdiales tuvo que recorrer, todo ello hasta que, en el año 2018, gracias a su apoteósico éxito de Madrid, tarde que no olvidaremos jamás, su nombre empezó a resplandecer para engalanar los carteles más prestigiosos de las ferias.

Recordemos que, en el 2019, cuando lo de Urdiales tenía que haber sido una auténtica explosión de torería, Simón Casas no le puso en San Isidro y, de repente, ya sentíamos el resquemor de pensar que, aquella apoteosis del año anterior no valdría para nada pero, nos equivocamos puesto que, pese a la pandemia, el nombre del diestro riojano empezó a tomar fuerza para, como decía, glorificar los carteles más reclamados por los aficionados y, la prueba no es otra que, año tras año, Diego Urdiales ha cincelado una serie de faenas para el recuerdo, todo ello en distintas plazas en las que brilló el regusto de su arte, esculpiendo faenas memorables de las que, sin lugar a dudas, el sello que dejaron no era otra cosa que un torrente de pureza al más alto nivel.

Desde aquel triunfo venteño, hasta en La México tuvieron el placer de saborear el arte al más puro nivel puesto que, en El Embudo de insurgentes, Urdiales dejó otra obra memorable para el recuerdo. Convengamos que, si de despojos orejiles mentamos, no es Urdiales un rico hacedor de los mismos, ni falta que le hacen porque su calidad como artista está muy por encima del griterío sin sentido por el que algunos toreros logran las orejas: lo de este hombre no se parece en nada al resto de los toreros y, muchos menos de los que “trabajan” a destajo para ser contratados en pueblos, aldeas y plazas sin relevancia alguna.

Diego Urdiales escenifica la pureza y, con eso está dicho todo. Sevilla, Vistalegre en Bilbao, Madrid, Salamanca, Gijón, Logroño, Colmenar Viejo……..muchísimas plazas que podríamos enumerar donde Urdiales ha dejado la impronta de su arte; faenas llenas e talento y creatividad que, pasados los años, nadie ha podido olvidar. Y ese es, en esencia, el misterio del arte, algo que sucede de vez en cuando pero que, cuando ocurre nadie puede olvidarlo.

Una vez más, y con toda justicia, vemos en los carteles de Sevilla y Madrid el nombre del riojano que, por supuesto, tanto recuerdo hermoso ha dejado en dichas plazas, lo que nos hace sospechar que, en este XXV aniversario de su carrera como matador de toros, con toda seguridad, de su arte y sentidos ocurrirán sucesos memorables si de arte hablamos. Cuidado que, no estamos hablando de un cualquiera; traemos a la palestra a un torero pura referencia del arte, razón por la que, aplicando la lógica, los empresarios le ponen en festejos donde el arte es el denominador común de todo el acontecimiento en el que se le cita.

Yo me alegro por este hombre como si fuésemos amigos íntimos porque, en realidad, si su arte caló en mi corazón el primer día que le vi, ya puedo decir que soy receptor de su magia, por tanto, un afortunado más de todos los que le admiramos y aplaudimos a diario.