Hay datos reveladores que nadie los puede esconder, entre ellos, la brutal fuerza taquillera de José Tomás que, en Alicante, como en cualquier sitio, falta plaza para este diestro, un caso único en la reciente historia del toreo. Su labor fuera de la plaza es más importante que dentro del ruedo porque ha sabido, a fuerza de márquetin, mover los hilos para que asistan a la plaza gentes que no saben de toros, que les importa un bledo lo que allí dentro suceda pero que, aman a su ídolo. Está claro que, si de ganar dinero se trata, José Tomás es el paradigma de todo lo dicho.

Todo el mundo cantará su éxito como si algo del otro mundo se tratare, no me cabe la menor duda pero, como testigo presencial del suceso debo de informar que, ante todo, no había toros; se trajo en la misma furgoneta cuatro animalitos que sabía que tenían bondad a raudales, los pitones muy justitos, sin casta alguna; como digo, todo preparado para el gran festín. Se produjeron silencios sepulcrales cuando citaba a los toros, se le aplaudía a rabiar y, por consiguiente tenía todas las bendiciones habidas y por haber. Hasta se llevó una voltereta sin consecuencias porque estos toros no hieren a nadie, algo que enervó mucho más a sus correligionarios.

¿Toreó bien José Tomás? Sin duda alguno puesto que, no es un aficionado, más bien un torero consagrado que, en los últimos años, sabedor de la ignorancia de sus partidarios decidió engañarles miserablemente. Incluso con la fórmula de los cuatro toros que es una manera de no competir con nadie y, lo que es peor, no dar lugar a que dos chavales, aunque sean desconocidos y muertos de hambre, puedan torear a su lado. Todo un desacato de lo que nadie dirá nada; para colmo, las entradas para ver ese espectáculo adulterado triplicaban el precio de cualquier corrida de figuras en una tarde normal.

Los cuatro animalitos lidiados daban pena, de forma muy concreta el de Juan Pedro que se corrió en primer lugar. Vaya asquerosidad de torito que, sin fuerzas, sin apenas pitones y con todo medido, José Tomás lo exprimió hasta el máximo. Cómo sería la cosa que, tras una “gran” faena y una perfecta estocada, no se pidieron trofeos. El segundo otro tanto de lo mismo puesto que, Garcigrande es puro Juan Pedro. ¿Bondad? Parecía el santo Padre vestido de negro pero, estaba derrengado de los cuartos traseros; nada importó. José Tomás le endilgó pases de todas las marcas para lograr la apoteosis soñada. El tercero de Victoriano del Río tampoco era para echar las campanas al vuelo. Sufrió una voltereta porque el toro no quería cogerle pero él, enredado con su muleta provocó que el toro se lo echara al lomo, sin consecuencias, claro. Y en el Domingo Hernández, tan bondadoso como sus compañeros apenas tenía fuerzas para nada y se quedó muy remiso en la embestida. Tomás lo intentó y para colmo falló con la espada, algo que no había hecho en toda la tarde.

Tras todo lo visto, lo lógico sería que José Tomás se marchara para siempre y que no empañara lo que ha sido su triunfal carrera porque ese invento de los cuatro toritos, entre otras cosas, suena a estafa por mucha legalidad que le quieran poner al asunto. Desde luego, si esos animalitos de ayer salen en Madrid –cosa que no sucederá jamás- queman la plaza. Pero amigo, en Alicante como en cualquier plaza de provincia cabe todo porque lo único que vale es que Tomás triunfe, sin que a nadie le importe el precio, pero en todos los sentidos.

Salí del coso con la tremenda decepción que presagiaba que ocurriría; son esas tardes en las que se puede hacer la crónica sin haber asistido a la corrida pero, preferí hacer el tremendo esfuerzo para contar todo lo que vieron mis ojos y, para colmo, junto a mi estaba un muchacho neófito en materia pero, como sería aquello que, este hombre me mira y me dice: “No veo emoción alguna con estos toros, ¿verdad?” Y le contesté: “Que un aprendiz en materia en calidad de aficionado diga lo que tú has dicho, me has hecho la crónica, amigo” Estaba clarísimo. Se trataba de un hombre profano en estas cuestiones pero que, tenía ilusión por ver al fenómeno de masas y, como sucedió, le defraudó por completo. A mí sí que no me defraudó porque yo sabía de antemano que la parodia estaba servida.

Y en medio de tanta gloria acumulada por la fortuna que José Tomás se habrá llevado de Alicante, ver a Álvaro de la Calle como sobresaliente para llevarse dos mil euros, ciertamente, uno ve estas cosas y le entran ganas de llorar. Pero así es el toreo, mientras unos se lo llevan todo, la gran mayoría siguen pasando penurias.