El pasado domingo nos cupo la fortuna de ver torear como Dios manda a un torero de Sevilla llamado Juan Ortega al que, como es notorio, desde nuestras páginas le hemos dedicado muchos espacios porque, lo que ahora está descubriendo todo el mundo, nosotros ya lo cantamos hace dos años cuando el diestro cortó una memorable oreja en Las Ventas, un quince de agosto del año mencionado porque, Ortega, además de ser un muletero excepcional torea como los ángeles cuando coge el capote, ambos menesteres demostró con creces en Linares en esa plaza en que, los aficionados, a excepción de Curro Díaz, pocas veces habían saboreado el placer del toreo auténtico e increíble.

Juan Ortega tiene algo que muy pocos diestros puedan enarbolar, una personalidad extraordinaria que, en realidad, muy poco tiene que ver con la torería actual que, salvo excepciones, todos están cortados por el mismo patrón, la prueba es que el compañero de Ortega en el festejo aludido, Álvaro Lorenzo, fotocopia auténtica de El Juli va camino de figura. Pero una cosa es ser figura y otra muy distinta ser un torero excepcional de los que dejan huella imborrable; nadie se acuerda de lo que hizo Lorenzo, pero Linares recordará durante mucho tiempo la faena de Ortega.

Gusto, empaque, torería, calidad, arte, personalidad propia y todos los epítetos bellos que le queramos añadir son propios del diestro de Sevilla que, repito, cautivó en Linares, cosa muy lógica cuando se tienen esas condiciones tan excepcionales en las que una sola faena puede servirle para mucho tiempo, sencillamente porque tiene calado en el corazón de las gentes, justo lo que le pasó a Pablo Aguado el pasado año en Sevilla. Torear, como digo, torean muchos; cautivar, eso lo hacen muy poquitos y Juan Ortega es un elegido al respecto que, como decía, si emociona con la muleta, con el capote tenemos la sensación de que lo mecen los ángeles para el regusto de los paladares más exigentes.

Una pena que esta temporada haya tenido ese tinte criminal que estamos padeciendo porque, como sabemos, Ortega ya estaba contratado ¡por fin en Sevilla! No pudo ser por aquello de la suspensión de la feria, como tantísimas otras y, como hemos visto, el aldabonazo artístico por parte del diestro ha tenido lugar en Linares, una plaza emblemática por las razones que todos conocemos.

Claro que, cuando se admira a un torero, por nada del mundo queremos que se pierda, razón la que hay que aconsejarle en lo que nosotros entendemos como la verdad del toreo. Es cierto que la obra de arte que hizo Juan Ortega tuvo lugar en Linares, es decir, ni era Madrid ni Bilbao ni mucho menos  Pamplona; quiero decir que, el toro con el que el diestro triunfó era un toro apto para Linares, nada que objetar. Pero, dicha obra tan bella, si en vez de una hermanita de la caridad como tuvo enfrente, se hubiera tratado de un toro auténtico, con dicha faena, en una temporada normal, hubiera podido solucionar el año y encaramarse en lo más alto.

Es decir, para que una obra adquiera los caracteres de rotunda, el diestro, para la misma, necesita de un toro encastado, fiero, con intenciones de comerse al torero, bravo por supuesto, pero jamás un medio torito como el que Juan lidió que, seguramente, su criador, Juan Pedro Domecq, – en su rama Parladé- no cabría de gozo. Ese es el toro que lidian las figuras todas las tardes en la que triunfan de lo lindo pero, ¿dónde queda la emoción y la sensación de que un torero se está jugando la vida? La prueba no es otra que, Álvaro Lorenzo, el compañero de Ortega en Linares hasta se alzó como triunfador numérico y, pasados dos días, ¿se acuerda alguien de las faenas del toledano? ¡Nadie! Y esa es la fiesta de las figuras, la que no le deseamos jamás a Juan Ortega que, posiblemente, tras leer lo que digo quizás me considere un enemigo cuando, como se ha demostrado, he vertido más tinta a favor de este diestro que nadie en el mundo.

Un auténtico consejo le daría a Juan Ortega, es decir, que repasara hemerotecas, que viera festejos de ley donde triunfó el torero de forma rotunda y, sin duda alguna, allí estaba el toro de verdad, nunca el burro adormilado. ¿Sabe alguien el motivo por el cual, Diego Urdiales, triunfó de forma rotunda y apoteósica en Madrid en la feria de otoño de 2018? Sencillamente porque le salieron dos toros bravos de Fuente Ymbro, pero dos toros que, por su bravura, aportaron la emoción necesaria para que el arte de Urdiales aflorara de forma rotunda cuando, en esa misma tarde, otro toro bravísimo del señor Ricardo Gallardo quitó del toreo a David Mora que, el pobre todavía se está preguntando qué le pasó, sencillamente porque el año anterior había triunfado en Madrid de forma rotunda. La bravura tiene esas cosas que, un toro, igual que te encumbra que te retira para siempre y, Juan Ortega es capaz de triunfar con el toro auténtico. Como dije, Linares no es Madrid, pero el toro siempre debe de parecerlo, aunque no sea en tamaño precisamente.