Hoy me siento muy halagado al tener entre mis manos un libro maravilloso. No es un cumplido hacia su autor, es la gran realidad de lo que ha plasmado Ángel González Jurado en su último libro REALES PLAZAS DE TOROS. Es reconfortante, lo confieso, tener la oportunidad de hablar bien sobre un hombre que ha adentrado en la historia para mostrarnos algo tan bello como apasionante en lo que se refiere a dicho libro. Cuidado que, González Jurado no ha escrito un libro pensando en los aficionados a los toros puesto que, el vademécum citado, nos enseña a todos; aficionados y hasta los posibles detractores de nuestra incomparable Fiesta puesto que, más que un libro para conquistar a los aficionados a los toros, es un tratado de la historia de Madrid al más alto nivel, tarea que solo cabe en personas de enorme talento como es el caso de nuestro autor.

Me siento feliz en estos momentos, puesto que, para mi suerte o desdicha, desde hace tantísimos años, la vida me “obligó para acometer tareas tan duras como la crítica en todos los órdenes, siempre y cuando la ocasión lo requiriese, algo casi habitual en todos los días de mi existencia; labor dura, ingrata, en ocasiones hasta penosa pero, amigos, es el precio que hay que pagar si se quiere buscar la justicia de cara a los aficionados que, no tienen quién les defienda. Y puedo jurar que, dicha labor no es nada agradable, de ahí la felicidad que hoy alberga mi ser al tener que hablar de algo sumamente bello y extraordinario como es el libro de González Jurado.

Alguien puede llegar a pensar que uno disfruta con la crítica y, ocurre todo lo contrario; para los que narramos a diario, encontrar un motivo de halago hacia un ser humano que ha hecho algo grande, esa es la satisfacción más bella que uno pueda sentir. Si hace cuatro años Ángel González Jurado ya nos estremeció con su obra, POR LA CALLE DE ALCALÁ, en la que nos mostraba el “otro” Madrid, el que él había conocido de niño, algo que tanto nos cautivó, en esta ocasión el embeleso llega a su clímax más alto, sencillamente porque nos ha presentado una historia tan apasionada como apasionante; seguro que él ha gozado muchísimo en la narración de su “juguete” como él define su obra pero, la única forma de que disfrute el lector viene dada por la satisfacción y la felicidad que ha sentido el que ha escrito la obra, como es el caso de nuestro autor que, en su tarjeta de visita dice que es jurista, pero en realidad estamos hablando de un historiador en toda regla.

Como el mundo sabe, yo tengo muy poco de artista pero, a su vez, me gusta recrearme junto al arte y, a ser posible como es el caso, estar cerquita de todos aquellos que lo provocan o ejercen, virtud de la que son poseedores un reducido grupo de mortales peor el mundo y, González Jurado no escapa de tal integridad. Ser historiador no es otra cosa que, bucear en la propia historia, analizarla y mostrarla a los lectores que, como me ha sucedido a mí, quedar anonadado ante la magnitud de cientos, miles de acontecimientos que han tenido lugar en Madrid desde el siglo XVII hasta nuestros días. Seguro estoy que, nuestro autor, como gran aficionado a los toros, la primera idea que tuvo para escribir este libro serían los toros, no me cabe la menor duda pero, consiguió ir mucho más “allá” que la propia fiesta de los toros le provocó.

En REALES PLAZAS DE TOROS nos encontramos miles de datos, retazos de la historia de Madrid desde su realeza, costumbrismos, personajes de enorme relevancia en todos estos años, caso de toreros, reyes, historiadores como nuestro hombre para al final, explicarnos las razones por las que se daban toros en Madrid en la Plaza Mayor hasta la Monumental de Las Ventas de nuestros días. Tras leer este libro, prendado como ha quedado mi corazón, es ahí donde nace mi impotencia para poder describir tanta grandeza como he disfrutado y, si hablamos de arte, en cualquier faceta, tenemos que recurrir a las sabias palabras de don Antonio Bienvenida cuando le pidieron que explicara el arte. Él, como torero, respondió con una claridad meridiana: arte es lo que te llevas a casa tras haber presenciado una corrida de toros. Yo digo lo mismo al respecto de González Jurado, arte es lo que ha quedado en mi corazón tras haber disfrutado de la lectura de un libro ejemplar.

Aquello de aprender en un libro determinado es la tarea hermosa a la que González Jurado nos invita; no como ególatra de lo que pueda ser su obra, más bien, se trata de una invitación sincera para que conozcamos historias de Madrid que alcanzan a toda España y, sin duda, a cualquier rincón del mundo. Cierto es que, al margen de todo, el tinte taurómaco de esta obra nos ha conmovido a todos los aficionados que, irremediablemente hemos conocido todas las plazas de toros que ha habido en Madrid, un regalo que no esperábamos pero, al margen de ello, vuelvo a insistir, se trata de una narración fantástica basada en la auténtica realidad de lo que ha sucedido en Madrid desde el referido siglo XVII hasta nuestros días. Insisto, González Jurado, en su humildad, “presume” de letrado pero, como él sabe, abogados en España los tenemos por miles y, su otro “yo” el que tiene escondido, no es otro que su talante cautivador a la hora de plasmar la historia y mostrarla a sus lectores.

Para finalizar, como no quiero “pleitos” con este hombre que, con toda seguridad me ganaría, me honro en quitarme el sombrero y echárselo a sus pies, su obra bien lo merece. Otra lección más que he tomado de este caballero andante que camina en la onda de Pepe Campos, Beatriz Badorrey, Andrés Amorós y otros tantos hombres y mujeres que viven dándonos lecciones sobre la cultura, algo que agradecemos desde el fondo del alma. ¡Viva la fiesta de los toros, el pueblo de Madrid y la cultura en su más bella expresión! Y, sin duda, una ovación atronadora para Ángel González Jurado que, con su arte ha sido capaz de emocionarnos. Su libro lo dice todo, luego sobran todas mis palabras.