Cumplimos en estos días el primer aniversario de la partida de nuestro amigo Teddy García, un tipo extraordinario, un hombre genial donde los hubiere que, un día de la vida se vino desde su tierra natal, Argentina, en busca de la gloria en España. Para mi suerte me cupo el honor de conocerle para amarle, para disfrutar de su talento y de gozar de su amistad. Teddy era un periodista admirable, un hombre con una palabra mágica con la que cautivaba por completo. Él se sentía feliz en su “campo” que no era otro que las retransmisiones deportivas pero, dentro de aquel ser humano anidaba un personaje de leyenda.

Yo le conocí en su época dorada cuando trabajaba en una televisión de Alicante, Canal 12, en la que Teddy entrevistaba a los personajes más relevantes de la sociedad alicantina en todos los órdenes. Por sus manos pasaron hombres y mujeres de una relevancia fantástica y de toda índole; médicos, toreros, actores, deportistas, funambulistas, empresarios, escritores, incluso algún que otro mendigo como pudiera ser mi caso. Pero todo lo hizo bien, sumamente bellísimo y, para colmo, jamás usó guión, sencillamente porque hacía lo que amaba y eso, se lo recordaba el corazón.

Si como profesional era inmenso, en calidad de ser humano era un hombre amado y querido por toda la sociedad en la que se desenvolvía. Era, por tanto, el paradigma de la bondad, algo que no lo digo ahora, puesto que para su suerte al igual que para la mía, lo que ahora digo lo divulgué en vida de Teddy García, un valor que pudo disfrutar porque lo que cuento es la verdad más hermosa que siempre adornó a este personaje singular y único en su género.

Teddy murió muy joven, con poco más de cincuenta años, como diríamos de forma coloquial, estaba en la flor de la vida, lleno de éxitos, unido por completo a su hijo Santi, un chaval maravilloso que ha heredado los valores de su padre. Nuestro amigo se marchó junto a Dios porque recibió la llamada urgente de irse hacia un mundo mejor y, de repente, sin previo aviso, un paro cardíaco se lo llevó hacia ese universo inexplicable al que iremos todos. Enterramos su cuerpo, como siempre sucede cuando alguien se muere pero, para fortuna de este ser humano irrepetible, no disfrutaremos de su cuerpo nunca más, pero sí seguiremos gozando de su obra, la que nos dejó con aquella multitud de entrevistas con sus  personajes más admirados.

Yo sentía pasión por este hombre; es más, aprendía a diario con sus lecciones, con su palabra, con la dicción que tenía de la misma que, como buen argentino no sublimizaba a todos. Lo que queda de un ser humano no es otra cosa que el recuerdo que podamos guardar de él y, en mi caso, respecto a Teddy García, el recuerdo que conservo de este hombre ejemplar no es otro que todas las lecciones que a su lado aprendí puesto que, conversar con él, dentro y fuera de la cámara, era todo un lujo que nos los permitíamos un reducido grupo de mortales. Era su cultura, ese manantial con el que saciábamos la sed de nuestra alma, la que nos subyugaba por completo y por la que le rendíamos un tributo de admiración.

Como estás viendo, Teddy García, nunca te fuiste porque sigues tan vivo junto a nosotros como el primer día que te conocimos. Seguro que, en tu estrado celestial, a diario recibes las bendiciones de Dios, aquellas que yo siempre te deseaba cada vez que nos despedíamos. Ahora no nos despediremos más porque en el cielo y la tierra ya no existen distancias, nosotros somos la prueba de todo lo que digo. ¿Verdad? Te sigo queriendo.

En la foto de Pepe Tébar mostramos uno de los muchos momentos que compartimos con aquel hombre inolvidable al que conocíamos como Teddy García.