Confieso que me sorprendió muchísimo la corrida que se celebró el pasado sábado en Villacarrillo, la llamada corrida pictórica de la que entresacamos muchas conclusiones y todas buenas. Sin duda alguna, Carmelo García, el empresario se cubrió de gloria puesto que, jamás hubiéramos imaginado que, en la “capital” mundial del aceite, a fin de cuentas, un pueblo hermoso, se pudiera celebrar un festejo de tan altísimo nivel como pudimos disfrutar gracias a Canal Sur televisión.
Todo resultó bello en la citada tarde. Desde la decoración de la plaza, ruedo y barreras todas, hasta la vestimenta original de los diestros y sus cuadrillas, todos ellos encuadrados en la época pretérita del toreo cuando ya se celebraban festejos taurinos en la plaza del pueblo. Como digo, todo muy original. En el peor de los casos, algo muy curioso y diferente, pero lleno de belleza en todos los órdenes.
El festejo, en realidad, podía haber sido uno más de los muchos que se celebran en tantísimos pueblos de España pero, aquello tomó tintes de autenticidad nada más salir al ruedo el primer toro de la tarde. Se corrieron astados de Ricardo Gallardo los que, una vez más vinieron a demostrar porque las figuras del toreo no quieren verlos ni en pintura. Lo que me resultó paradójico, juego de los bicornes al margen, fue la presentación y el trapío de dicha corrida que, sin duda, podía haberse lidiado en Madrid, por citar la plaza más exigente del mundo. Fijémonos que, por ejemplo, uno de los animales le faltan apenas diez días para cumplir los seis años que, a su vez, pesó quinientos ochenta quilos, todo ello con su trapío correspondiente porque, un toro puede pesar mucho y ser un animal regordío sin el menor atisbo de casta. No sé las razones pero, el ganadero sabía lo que llevaba a dicha plaza que, por otro lado, si pretendía encontrar gloria en dicho pueblo podría llevarse muy poca. Pero los hechos fueron de este modo y, así debemos de contarlo.
En Fuente Ymbro no se crían bombones para endulzar a nadie, eso lo sabe todo el mundo. De igual modo, en todas sus reatas le salen toros de toda condición; como cualquier ganadero, pero con la salvedad de que en muchos de los toros que cría Ricardo Gallardo aparece la casta y la emotividad que no vemos en ninguna otra dehesa, salvo las excepciones que todos conocemos. Sin duda alguna, en dicha ganadería salen toros difíciles, algunos casi ilidiables; también salen los tontos que no tienen un pase pero, en su conjunto, es de alabar que este fin de semana le hayan indultado dos toros, haya lidiado un animal de triunfo en Albacete y que, las cuatro corridas que ha corrido entre sábado y domingo, en todas ha quedado la estela del toro que soñamos los aficionados.
Centrándonos en Villacarrillo, me impresionó sobremanera en su conjunto la tarde que firmó Octavio Chacón, un modelo de torería al más alto nivel, la que nos ofreció en la lidia de su primer enemigo que, en realidad era eso, un enemigo a batir con el que Chacón mostró su solvencia con cogida incluida y que, al fallar con la espada se le escapó esa oreja de ley que debería de haber cortado. Todo un trago el que solventó el diestro gaditano con una entereza profesional ya que dicho toro hubiera puesto en aprietos a muchos lidiadores.
Su segundo, el toro más grande del festejo –ninguno fue chico- nos engañó a todos; al primero, al diestro. Acudió con presteza al caballo, se dejó torear con el capote y barruntábamos un toro de ensueño en los primeros compases de la lidia pero, tras las banderillas el toro aprendió la lección. Inicio torerísimo de Octavio Chacón pero, el toro, tres segundos más tarde ya sabía latín, es decir, había que jugarse las femorales y, a su vez, tratar de sacarle partido artístico al toro. Otro toro para poner a prueba al diestro. Con la convicción de los elegidos, Chacón se hizo el amo del ruedo y, el toro, pese a su bronquedad, no le quedó otra opción que seguir la muleta del diestro, una épica que recordarán durante mucho tiempo en Villacarrillo. Lo grande de la cuestión no era otra cosa que, todos pudimos ver cómo un hombre se estaba jugando la vida de verdad, al tiempo que, los aficionados tenían el corazón en un puño. No era para menos. Estocada de antología y dos orejas con fuerza para Octavio Chacón que, feliz y contento se sabía triunfador, no por las orejas cortadas, pero sí por la convicción de que en el ruedo hubo un amo y señor, el propio diestro que se sobrepuso a las mil dificultades del animal para salir vencedor de dicho envite.
A Esaú Fernández le tocó el toro de la tarde. Un bravísimo ejemplar que pedía al diestro torear como los ángeles y, el chaval hizo lo que supo, dar muchos muletazos pero el toro se marchó al otro mundo con la pena de no haber sido toreado como sus arrancadas ofrecían. De todos modos, dicho toro nos emocionó por su bravura, su franqueza, su entrega absoluta; son esos toros que uno siempre anhela pero que, en la vida real salen pocos. Nada que reprocharle al diestro que, en realidad, dio todo lo que tenía.
López Simón que está toreadísimo, lidió con entereza a sus dos enemigos que, en realidad no le regalaron nada. Mucha entrega, poco toreo y una firme decisión por solventar la papeleta con tremenda dignidad. Sobraron muchas orejas, eso es cierto; como sobró la vuelta al ruedo del segundo toro de Octavio Chacón que, como dije, no era toro de vuelta al ruedo; al que deberían de haberle dado la vuelta o si prefiere el indulto pueblerino, fue el de Esaú Fernández que, como dije, era una máquina perfecta de embestir. En el caso de Chacón, el triunfo no fue del toro, pero sí del torero, de ahí las dos justísimas orejas que le concedieron.
Me quedo y que me perdone todo el mundo, con la torería de Octavio Chacón y con la emotividad de varios toros que, sin duda, por su casta, arboladura, trapío y peso, por momentos parecía que estábamos en Madrid, sin figuras, claro.
En Villacarrillo fue todo auténtico menos la salida en hombros de los diestros por un efecto pueblerino. Una pena porque lo que sucedió en el ruedo tuvo mucha importancia, pero de ahí a la borrachera general de la salida en hombros, media un abismo muy grande porque, López Simón con una oreja por su estocada estaba muy bien premiado pero, el presidente, en un gesto dadivoso que nadie entendió, sacó los dos pañuelos sin que nadie hubiera pedido la oreja. De las tres orejas que cortó Esaú, con una hubiera sido un premio justo y, insisto, las dos orejas de verdad las cortó Octavio Chacón, ahí está la grabación para que todo el mundo pueda verla y de tal modo comprender mis palabras.