Que no se engañe nadie que, Sevilla, en los toros no es ninguna maravilla pero, no es menos cierto que el título del ensayo queda acorde a la ciudad, por otra parte bellísima, espectacular, grandiosa donde las haya. Híspalis será siempre un buen refugio para cuando uno quiera enriquecer la cabeza y consolar al corazón. Pero, respecto a los toros, por Dios, no exageremos la nota puesto que lo que pueda ocurrir en el ruedo maestrante no tiene el más mínimo peso. Conozco muchísimos toreros que han triunfado en La Maestranza y están sentados en sus casas.

Siendo así, ¿qué es Sevilla entonces? Sin duda, un lugar de exposición, como la Expo-92, pero en la celebración de cada año. Si queremos ver claveles por doquier en un tendido de toros tenemos que ir a Sevilla; si queremos “escuchar” el más ignorante de los silencios, en La Maestranza nos lo regalan; si queremos ver al toro sin fondo, sin alma, sin casta alguna y por ende sin peligro, ese es el toro que se lidia en Sevilla, salvo las corridas destinadas para los desdichados o desposeídos de la fortuna. Eso sí, el glamur triunfa por todo lo alto puesto que, como es notorio, los precios de las localidades de dicha plaza están acorde con los bolsillos de los señoritos puesto que la gente trabajadora dudo que nadie pueda asistir a dicha plaza.

Estamos hablando de un “lugar” de encuentro entre artistas, famosos, ricos, gente farandulera, toreros al por mayor en los tendidos, empresarios de toda índole; de todo, menos aficionados puesto que éstos se quedan en casa ante lo prohibitivo de las localidades. Como vemos, la diferencia entre Sevilla y Madrid es abismal; mientras en la capital hispalense solo  tienen cabida unos pocos privilegiados que acuden a La Maestranza para hacerse la foto de rigor, en la capital de España, en su plaza venteña tiene cabida todo el mundo, hasta los “aficionados” que, como se sabe, tienen infinidad de precios para adquirir sus localidades, siempre adaptándose a su bolsillo para, al finalizar el festejo emitir su veredicto que, como se sabe éste si tiene peso entre la torería; no el que debiera o antaño tenía pero, un triunfo en Madrid, en el peor de los casos es reconocido ante todo el mundo.

¿Y qué papel juegan los toreros en Sevilla? Un papel importantísimo porque son la esencia de lo que los sevillanos esperan; es decir, se conforman con muy poco, empezando por el toro a lidiar, así como las faenas a presenciar. Las figuras, claro está, son el epicentro de la feria puesto que, la misma, si ellos no tendría sentido; no lo tendría para todos los que se sientan en los tendidos; si entraran los aficionados sería otro cantar, con figuras o sin ellas. Entre toro y toro, besos y abrazos; si el torero ha triunfado se le regala romero, claveles, flores de toda índole; si ha fracasado, silencio sepulcral y a esperar el próximo año, no queda otra. Al final de la feria, como decía, ¿qué trascendencia ha tenido todo aquello? Cero patatero. Nadie repara en triunfo alguno que haya tenido lugar en Sevilla. Ya lo decía antes, he conocido a muchos toreros triunfar en Sevilla, llamar a las empresas y ni cogerles el teléfono. Ese es el peso de Sevilla.

Incluso las llamadas figuras del toreo, jamás nadie esgrimirá un triunfo maestrante para plantarle cara a un empresario para que le aumente sus honorarios; vamos, ni de broma se le ocurre a nadie porque todos saben que el empresario se moriría de la risa y acabaría dándole una palmadita al hombro al torero, invitándole a un café y diciéndole; “Pero no te das cuenta angelito que allí no saben nada y que tu triunfo ha sido superficial” Y esto lo saben los toreros, de ahí su mutismo ante el tema que he comentado al respecto de hacer crecer sus emolumentos crematísticos.

Pero sí, no podemos negar que Sevilla es una plaza amable en la que los toreros se entrenan en serio antes de ir a Madrid y nunca les viene mal un paseíto a la vera del Guadalquivir. Es más, todos saben que nadie les abroncará, que todo el mundo les respetará, que todos pueden traerse el toro en la furgoneta en la que acuden que nadie protestará. Si de placeres hablamos no podemos negar a Sevilla; eso sí, si buscamos triunfos épicos, faenas dramáticas impregnadas de torería y aquello que entendemos como la verdad de la fiesta, ahí sí que fracasamos con estrépito. Como diría el otro, la felicidad no puede ser completa.

En el fondo, Sevilla, ¡qué maravilla!

Pla Ventura