Durante estos días se están celebrando por toda España unos paseos taurinos exitosos y que además hacen gala de su nombre, porque un paseo es una acción –falta nos hace toda aquella acción que sea posible-, también es una distancia que puede recorrerse en poco tiempo por lugares agradables y aplicando al término uno de sus diminutivos se convierte en uno de los grandes momentos de la Tauromaquia, cuando al inicio de la corrida se desata la expectación mientras todas las ilusiones permanecen intactas.

Si al comienzo hablé de éxito fue referido en líneas generales ya que no hubo paseos en toda España ni todos los aficionados estuvieron de acuerdo con ellos, porque ya se observan algunas voces de aquellos que claramente manifiestan que prefieren el fin de los toros, si cambia este gobierno consuma el cambio de régimen que casi ha conseguido, pero sin el casi. Este fenómeno se viene observando en las redes y aunque todavía no es preocupante no lo perdamos de vista, porque mal régimen será aquel que no nos permita ser libres, se llame monarquía, república o la mona chita.

No hubo paseos en toda España porque no en toda España hay afición a los toros, pero destaca y que nadie en Bilbao –como doloroso ejemplo- haya promovido actividad alguna sobre estas reivindicaciones, que lo único que pretenden es que desde la administración se otorgue a los toros el mismo tratamiento que a los demás sectores empresariales y culturales, algo que corresponde legítimamente.

Bilbao es tierra taurina y de toros por excelencia. Bien es verdad que desde hace algunas temporadas se apreciaba un descenso de espectadores en los tendidos, lo cual se trataba de interpretar con el manual de primer curso: entradas caras, carteles redundantes y desánimo del aficionado, nada contra lo que no se pudiera combatir con las herramientas también de primero. Eso es lo que se pensaba, pero ahora nos encontramos con que posiblemente lo que ha sucedido en Bilbao es que su afición haya desaparecido. ¿Se trata de miedo o acaso es por vergüenza?

Lo desconozco pero puedo mostrar una comparativa de la situación que vive el personal ante la situación de tener que posicionarse a favor de la Tauromaquia, lo que no va referido exclusivamente sobre Bilbao y que se remonta a los tiempos before pandemia.

Conozco a uno a quien se le ocurrió la chaladura de escribir un libro sobre los sagrados ritos que tienen lugar bajo el denominador común de los toros y del vino, por todos los arcos del Mediterráneo, desde el Neolítico y dentro del contexto de las fiestas y las celebraciones. Además se lanzó a la búsqueda de patrocinadores, mecenas o crowfunders, como se denominan últimamente con el eufemismo anglosajón.

Manos puestas a la obra consiguió elaborar un amplio censo de bodegas -en torno al millar- clasificadas por las Denominaciones de Origen y filtradas por cuantos indicios podían asomar una cierta predisposición favorable al mundo de los toros. Con paciencia y perseverancia se fue poniendo en contacto con todas y cada una de ellas, un primer tanteo por correo electrónico, entablando una conversación telefónica cuando era posible y provocando una visita cada vez que surgía la menor oportunidad.

El resultado de esta iniciativa de locos fue que la mayoría hicieron caso omiso o abiertamente expresaron su desinterés dada la escasa entidad del escritor, lo cual entraba entre las opciones posibles y no resultó sorprendente. También cabía en la lógica que un pequeño grupo de bodegueros manifestaran su estupor ante la propuesta, aparejando el rechazo frontal a la Tauromaquia, lo cual sirvió de gran utilidad para entablar interesantes debates con algunos de ellos.

Y por último, unos cuantos mostraron su apoyo y decidieron participar en el proyecto, pero con la condición de que el buen nombre de sus vinos no se mezclase con el impopular asunto de los toros.

¿Miedo? ¿Vergüenza? Sólo nos faltaba la dichosa pandemia, pero este sábado habrá más paseos.

¡Viva la Tauromaquia y viva la Libertad!

José Luís Barrachina Susarte