Un ayuda de mozo de espadas nos comentaba en el callejón, antes del inicio del festejo lo siguiente: «hay un toro grandote y los otros son más bien normales». Como no asistimos a los sorteos, pues no teníamos ni idea de lo que había en chiqueros. A lo largo del festejo, pudimos apreciar que el taurino tenía razón; los toritos de escasa presencia, de cómodas cabezas eran lo normal, «after-shave» aparte. Y el grande les venía grande. Sin embargo, el único toro con hechuras de verdadero toro fue el quinto, que no era otro que el denominado como «grandote».

Y así va la cosa, lo que a los aficionados nos va, no suele gustar a los taurinos. Lo curioso, es que ese toro fue el único que dio juego, que recibió dos puyazos y encima tuvo transmisión. También sirvió para que el torero local, Puerta, triunfara. En cambio, las figuras del cartel se estrellaron ante sus lotes; que suponemos habrían sido elegidos por ellos mismos o sus veedores.

El público que asistió al festejo no demandaba el toro de Pamplona o Madrid, pero sí algo con mayor entidad. Por ello, y gracias al triunfo de Puerta, la cosa no fue un fracaso; en una tierra donde habitualmente los tres actuantes suelen salir por la puerta grande.

Tauromagia, la empresa promotora del evento, esperaba un lleno de no hay billetes, teniendo en cuenta que ahí estaría el taquillero Roca, pero al final todo se quedó en tres cuartos de aforo. Precisamente, lo más válido del peruano estuvo al inicio de su trasteo de muleta en el tercero. Cierto es, que estuvo vibrante, aunque luego todo se fuera diluyendo. Para colmo, todo un portentoso matador como es él, se alivió de manera ostentosa. Manzanares anduvo solvente con el capote, y su faena fue jaleada por parte del público, aunque en el callejón no todos andaban atentos, incluso algunos profesionales estaban más pendientes del Whatsap que sentir los muletazos del torero artista alicantino.

Luego, Manzanares tuvo un ejemplar de ciertas complicaciones y se empleó en una faena insulsa, provocada por la escasa raza del toro. Al final le dedicaron tibios aplausos. Con el sexto vino a suceder otro tanto: un torito sin alma, con las fuerzas más que escasas y aunque Roca Rey lo intentó todo, no pudo haber nada de relieve.

Antonio Puerta puso toda su impronta en una faena de ciertos altibajos y que al final conmovió por su entrega y valor ante un toro venido a menos. Explosionó ante el quinto, que para nuestro gusto fue el verdadero toro del festejo. A pesar de las dos varas que se le suministraron, «Descarado» que así se llamaba, tuvo un gran tranco, movilidad y entrega, y que Puerta supo aprovechar, exprimiendo con su mano derecha, para acentuar la emoción con una serie de naturales rotundos que hicieron crujir al público. Mató con precisión y acierto. Al menos, sirvió para que el personal saliera discretamente feliz del coso ceheginero.

Giovanni Tortosa