La primera corrida de la feria de San Isidro de Vistalegre en Madrid ha mostrado todas las carencias que tenemos en el mundo de los toros. Apenas dos mil personas de las seis mil localidades que estaban permitidas por ley para ver el festejo. Un fracaso en toda regla. Con las ganas que decíamos todos que teníamos de ver toros y, el paisaje era desolador. La peor entrada que se ha dado cita en dicha plaza desde su inauguración. Con semejante planteamiento de festejo era difícil que nadie acudiera a la plaza. Los empresarios taurinos no tienen clientes porque ofrecen productos de baja calidad, hoy así se ha demostrado: los toros no tienen clientes y mucho menos los toreros. Se ha demostrado que la pandemia ya vivía con nosotros antes del Covid, la catástrofe de esta tarde en lo que a entrada se refiere, es la prueba macabra de que la peor pandemia son los taurinos.

Se han lidiado toros de El Pilar, una mezcla de lo que puede ser un toro aparente con el burro adormilado y, el híbrido en cuestión ha sido de auténtica pena. El primero ha salvado el honor de la ganadería pero, para que la desdicha fuera mayor, le ha caído en suerte a López Simón que lo ha destrozado a derechazos. Mucha voluntad la de este hombre que ha resultado cogido sin consecuencias pero, ha desperdiciado el único toro potable del encierro. En su segundo con muchos problemas ha sido cogido de nuevo y se ha salvado de milagro. Suerte la suya porque las cogidas han sido espeluznantes. Tanto López Simón como nosotros debemos de olvidar muy pronto su actuación.

Álvaro Lorenzo ha tenido momentos bellos con el capote y, como sus compañeros, la voluntad ha sido la norma, nada que objetarles pero, este cartel de diestros tristes, si tuvieran que ganarse la vida como payasos se morirían de hambre y, como toreros, el tiempo lo dirá. Lorenzo no arrebata a nadie y todavía me preguntó como pudo ser posible que un día saliera en hombros de Madrid. ¿Acaso un milagro? Seguro que sí. En su segundo, sin que nadie supiera las razones le han dado una oreja que, sin duda, ha sido el bochorno general. Su faena había sido insulsa, anodina, insípida y estúpida y, tras matar de una estocada el presidente ha sacado el pañuelo sin que nadie pidiera la oreja. ¿De verdad estábamos en Madrid? Vamos que, tras esa faena, en Las Ventas lo apedrean y en esta plaza madrileña se la han concedido. Hasta el mismo Lorenzo se ha sorprendido al ver que el presidente otorgaba el trofeo y, por lo que se podía ver, el presidente  no estaba borracho.

Ginés Marín es otro del terceto del funeral; tres toreros igualmente calcados en su rostro, en sus formas, en sus maneras que, a fin de cuentas, dudo que les aporten mucha gloria. Marín lo ha intentado en ambos toros que, en honor a la verdad no eran sencillos. A su segundo lo ha toreado muy bien con el capote. Ha estado mucho peor en el sexto que se lo ha dejado crudo y el bicorne le ha presentado muchos problemas que, el hombre, a base de voluntad ha molido a trapazos a su enemigo. Ha matado de una estocada y, de nuevo, la dádiva del presidente ha erosionado los pilares de la tauromaquia porque, conceder orejas de ese modo no es otra cosa que atentar contra la tauromaquia con mayúsculas. Claro que, sospecho que en los medios oficialistas, los imbéciles de turno seguro que hablarán de triunfos rotundos y demás zarandajas. Quisiera equivocarme pero, seguro que adivino y los imbéciles de rigor hasta aplaudirán al presidente nefasto que concedió dos orejas pueblerinas. Y encima quieren que este espectáculo progrese y tenga adictos. ¿Cómo? Si todo la feria es como hemos empezado, mañana misma deberían de suspenderla, el ridículo sería menor.

Ridículo de espanto en este primer festejo que, tras lo visto ya tenemos claro los motivos por los que la gente no ha querido ir a Vistalegre. Y, para colmo, entre todos, no querían que se televisara dicha feria que, de no hacerlo, ¿de dónde hubieran cobrado estas criaturas el jornal que les han pagado? Los toros ya no son nada en la sociedad en que vivimos y, la única forma para que subsistan, aunque sea de mala manera, no es otra que le televisión.

Pla Ventura