Cuando uno suspira por el toro en su auténtica dimensión y éste aparece por cualquier “esquina” la emoción es indescifrable. Y es algo muy lógico cuando, como se sabe, las figuras suelen lidiar los animalitos de rigor como sucedió días pasados en Algeciras o Badajoz, por no mentar Alicante y , de pronto aparece un toro de auténtico escándalo en la feria de Burgos y cualquiera vibra de la emoción como a mí me sucediera.

Mi suerte no es otra que estar informado de todo cuanto acontece por el suelo patrio y, gracias a la cantidad de medios audiovisuales que ahora disfrutamos, pude ver la lidia completa de un toro de Albaserrada en versión Victorino Martín. Como decía, el evento tuvo lugar en la feria de Burgos que, una vez más, Victorino Martín reeditaba éxito puesto que, en la misma corrida en que resultó triunfador absoluto, recogía el premio al toro más bravo de la pasada temporada, algo que se refrendará esta temporada por segundo año consecutivo.

Analizado dicho toro en formato video, tal y como lo pude ver, me imagino las sensaciones que en Burgos se producirían en directo y, barrunto que aquello debió ser la mundial. La bravura al más alto nivel, como suele ocurrir con la sangre Albaserrada se dio cita en la capital burgalesa para que sus aficionados vibraran con toda intensidad. El toro tenía trapío, hondura, estampa, bravura, acometividad; en definitiva, todo lo que un toro tiene que tener para que prenda la llama de la emoción ante los aficionados.

Cuando uno ve el comportamiento de este tipo de toros, la raza de la que son portadores, la bravura que le entregan a su lidiador y la entereza al más alto nivel, la catarsis de la emoción la tenemos servida. Repito que, si visto en un video, cualquiera se emociona, lo que sentirían los burgaleses ante la lidia de dicho ejemplar no me lo quiero ni imaginar porque, sin duda, sobrepasaría todo lo convencional o lo que muchas veces denominamos como normal; claro que ese apelativo de normal se lo endosamos muchas veces al toro moribundo y sin picar, el error es monumental.

Está claro que, si queremos ver un toro que nos emocione por la calidad como tal, desdichadamente no podemos nunca buscar un animalito de la casa Domecq que, más que emoción producen lástima; primero por lo que hacen sus lidiadores y, acto seguido por lo que supone de sopor y aburrimiento para los aficionados ver a un burro con cuernos que, tendrá toda la bondad del mundo, pero no emocionan ni a su señora madre.

Yo no tengo el gusto de conocer a Victorino Martín García, aunque sí me cupo el honor de conocer a su irrepetible padre pero, nada me importa al respecto porque lo que en verdad me ocupa y me preocupa, no es otra cosa que velar por la integridad de la fiesta y, en el caso de Victorino Martín, éste es un gran exponente de lo que entendemos como la grandeza de un toro bravo.

Por toros como el citado que, para su fortuna, Victorino Martín ha lidiado este año varios ejemplares de ensueño, es por ello que merece la pena seguir siendo aficionado a los toros; lo digo porque si nos quedamos con los encastes tradicionales de lo que lidian las figuras a diario, más vale que nos dediquemos a otra cosa puesto que, ser aficionados, para ser vilipendiados por ese toro amorfo que suele aparecer cuando hay grandes nombres en las ferias, eso es un castigo en toda pauta, algo que, por regla natural nos invita a quedarnos en casa, como lo han hecho cientos de miles de aficionados que, hastiados por el burro adormilado han decidido no ir nunca más a los toros.

Menos mal que, como si de una bendición se tratare de cara a los aficionados, nos queda, entre pocos más, el encaste Albaserrada que, como sucediera en Madrid, han dejado muy alto el listón de la bravura y, en definitiva, todo lo que debe ser un toro bravo para su lidia. Ahora, insisto, ha tenido lugar la grandeza de un toro con mayúsculas en la feria de Burgos. Se lidió el toro de escándalo aludido pero, la corrida, en su conjunto, valió muchísimo para sus lidiadores en un gran porcentaje de la misma. Fijémonos como sería el toro que, todo el mundo ha hablado del mismo y, casi al final de la crónica se decía, en tono bajito que, su lidiador, Rubén Pinar, le había cortado las orejas, siendo premiado el toro con la vuelta al ruedo.