En este disparatado mundo en que vivimos, concretamente en nuestra España, hemos llegado a la más alta locura cuando se trata de las prohibiciones respecto al arte. Es decir, la fiesta de los toros es un arte subliminal en la que a través de la historia, personas de grandísima relevancia se inspiraron en esta fiesta para la construcción de sus obras en todos los géneros. ¿Motivos? Son clarísimos. Los toros son un arte subliminal que, repito, han emocionado a miles de artistas a través de los siglos. Y si de arte hablamos, mala cosa será que hayan descerebrados, que los hay, que quieren erradicar para siempre nuestra fiesta.

Aquello de prohibir los toros sería tanto como decir que en su día le cortaran las manos a Velázquez para que no pintara. ¿Podría alguien entender semejante aberración? Seguro que no. Pues eso es justamente lo que quieren hacer ahora cuatro políticos aberrantes, asquerosos, repugnantes y disparatados que, como quiera que no entiendan de nada, salvo aquello de ejercer la maldad al más alto nivel, esa es la razón de tales prohibiciones.

Prohibir el arte; vamos, que lo pienso y me entran escalofríos por todo mi cuerpo. Como dije muchas veces, el hecho de pensar que, hace apenas una década, nadie se atrevía a cuestionar la fiesta de los toros y, de repente, desde que llegaron a la política personajes rufianes camuflados de iglesias, de repente, la fiesta de los toros es, según ellos, la peor de las maldiciones. Pobres rufianes de la política; y digo pobres por no llamarles por su verdadero nombre que no sería otro que hijos de padres desconocidos.

Si somos sinceros, todos, sin distinción, sabemos que la fiesta de los toros no es del gusto de todos pero, ahí radica la grandeza de la misma; como a su vez, el respeto que siempre nos tuvimos unos con otros y, al que no le gustaba esta fiesta se marchaba al fútbol para ver a Cristiano Ronaldo y todos estábamos contentos. Nunca en la vida había existido seres malignos que pudieran atentar contra un espectáculo que, como sabemos, es el segundo espectáculo que más gente congrega en las plazas de toros, amén de los cientos de millones de euros que deja en las arcas del Estado. Lo que digo es lógica pura pero, los descerebrados eso no lo entienden y, para desdicha nuestra, locos y reptiles por las calles los tenemos por doquier.

Quiero pensar, así me lo dicta el corazón, que vendrán políticos de nueva generación que nos ofrecerán de nuevo el respeto y el orden para que todos vivamos en paz, con respeto y concordia. Ese es mi deseo. Jamás nadie me prohibió nada; jamás nadie atentó contra mi persona, lo contrario de lo que sucede ahora con los violadores, ladrones, asesinos, rufianes de toda índole que, amparados por unas leyes absurdas hasta se permiten el lujo de matar a sabiendas de que, en España, en la actualidad, matar resulta casi regalado; es decir, si robas una gallina para comer puedes pudrirte dentro de una cárcel, pero si matas a un ser humano, a lo sumo, con menos de diez años estás en la calle. Lo que digo son hechos veraces que los hemos palpado todos los días en los noticieros, como hemos visto, a su vez, a los criminales que lo quieren destruir todo, especialmente la fiesta de los toros que, a los imbéciles que no gobiernan, según ellos, los toros son una fiesta franquista que, no lo es, pero si lo fuera, los amantes del arte la seguiríamos amando y defendiendo.

Es una auténtica desdicha lo que los políticos nefastos que nos gobiernan, así como los animalistas, le hayan hecho creer a una porción de la sociedad en que vivimos que, vale más la vida de un perro que la de un ser humano. Que nadie se atreva a tocar un perro que puede caerle la mundial; eso sí, sigue estando permitido atentar contra la fiesta de los toros como lo hacen miles de analfabetos, burros al más alto nivel, pero de los que se pasean por las calles. Ahí tenemos el caso de Peter Jansen, un idiota extranjero que se tira de espontáneo en muchas plazas de España reivindicando el derecho del animal. Claro, se tira a los ruedos cuando no está el toro. Si tuviera cojones lo haría en plena faena, pero todos los cobardes son cabrones por naturaleza. Y nadie le ha metido en la “trena” para toda la vida por aquello de perturbar el orden de un espectáculo singular en el que nada tiene que ver un sinvergüenza como el citado.

Pla Ventura