Hay toreros a los que el destino les depara un futuro incierto y, a su vez, ese mismo destino les predestina al éxito y, este es el caso de Juan Ortega que, le costará un poco más que a los demás; o quizás un mucho, depende de cómo lo miremos. Pero no me cabe la más mínima duda de que el próximo año todo el mundo hablará de Juan Ortega; han hablado, y mucho, de David de Miranda, imaginemos el día que le embista un toro con claridad al sevillano en la plaza de toros de Madrid.

Es cierto que hay muchos toreros que todo lo basan en la suerte, es decir, en tener un lance fortuito que les conduzca al éxito, algo que luego se tiene que refrendar; de este tipo de toreros los hay a montones. Por el contrario, que un diestro determinado, caso de Juan Ortega al que aludimos, la única suerte es que le embista un toro que, lo demás, todo lo pondrá él; pero lo pondrá porque lo atesora, lo tiene, lo lleva implícito en su alma. Será cuestión de esperar más o menos, dependerá de las circunstancias, pero cuando llegue la eclosión, todo el mundo se rasgará las vestiduras al ver un torero con tanto arte.

Pensábamos, tras su éxito en Madrid en la temporada anterior que en la presente rompería con fuerza el citado diestro pero, la suerte le ha sido esquiva y, en las cuatro corridas que ha toreado en Madrid, salvo el domingo de Resurrección que un toro le permitió enjaretarle quince pases robados y que se le pidió la oreja con fuerza, en los otros tres festejos, su suerte no ha podido ser peor porque ni un solo toro le ayudó en lo más mínimo para redondear una faena de las que él tiene en su mente; apenas atisbos, algún que otro lance, pero ante el “material” que le cupo en desdicha nada era posible.

De cara a la temporada venidera, ante todo, confiemos que le pongan en la feria de Sevilla, su plaza, su gente, su tierra, para poder empezar con ilusión y, si para colmo, en dicha feria le embiste un toro, Pablo Aguado puede quedar en mantillas a su lado; y sé lo que digo pese a que Aguado ha sido, como el mundo sabe, el rotundo triunfador de la feria de Sevilla pese a que era un desconocido.

Pienso que, como aficionado, mi deber no es otro que apostar fuerte por todo aquel que tenga condiciones y, Ortega las reúne al completo. No es un torero al uso. Claro que, decir lo que digo sin el refrendo de Madrid parece una locura pero, el tiempo me dará la razón, sencillamente porque Juan Ortega atesora un duende muy especial, algo fuera de lo normal que resulta muy difícil comparar con otros diestros del escalafón que, como se sabe, han llegado muy alto.

Mientras algunos se aferran a aquello de, suerte que tengas, Juan Ortega tiene, como asidero, su propio arte, su talento, su embrujo y su misterio al más alto nivel para que, una docena de muletazos brotados de sus manos y sentidos sean más que suficientes para convertir a esta “religión” al más ateo de los mortales.

No he saludado jamás a Juan Ortega, lo digo para alejar todo tipo de sospechas que podamos concitar los seres humanos cuando hablamos de un semejante que, si se me apura, si existe amistad, es muy difícil ser imparcial al respecto del amigo. Pero, como explico, no tengo ni idea de cómo es este hombre en su vida cotidiana, ni siquiera haber tomado un café a su lado. Pero si me cabe el gusto de haberle visto dos tardes en Madrid, precisamente, las que mostró esas cualidades que me enamoraron y, lo que es mejor, las que enamoraran al todo el colectivo de aficionados cuanto tengan la suerte de verle en una tarde de ensueño que, a poco que le ayuden los toros, la quimera se desvanecerá por completo para convertirse en una auténtica realidad que  conquistará al mundo.

En la foto, el capote de paseo que lució Juan Ortega en la última actuación en Madrid que perteneció a Manuel Jiménez Chicuelo.