Por Francisco Díaz.

Ayer saltó la noticia, lo confirmaba Zabala de la Serna: José Tomás volvía a cortar la temporada. Una vez más, para que siga el espectáculo. Parecía ser que iba a construir una pequeña temporada. Tras la actuación de Algeciras, se planteaban como posibles comparecencias Valladolid y Nimes, bastiones habituales del torero madrileño. No era un simple rumor, pues se apuntaba que, en las ganaderías de Núñez del Cuvillo y de Victoriano del Río Cortés, había diversos toros reseñados. Sin embargo, las esperanzas de los más enardecidos seguidores del diestro de Galapagar y de la tauromaquia se han ido diluyendo con los recientes acontecimientos.

 

El fenómeno de masas que supone José Tomás es incuestionable. Por ello, su presencia en los ruedos de España: imprescindible. Cada vez que tiene a bien anunciarse, los toros recuperan el espacio mediático que nunca debieron perder. No hay una sola cadena nacional que no se haga eco del acontecimiento taurino, las localidades se agotan a escasas horas de su salida al mercado, viajan a las ciudades gentes de distintos puntos de España, y así muchas otras cosas. Esta enorme repercusión es, sin duda, consecuencia de su brillante campaña y gestión del márquetin, no solo de su toreo, que también. Las escasas actuaciones del diestro se convierten en un acontecimiento único, precisamente por ese escaso número de tardes. La gente tiene ganas de disfrutar de tan propio estilo y personalidad, por ello se “pega” por poderlo hacer. Sin embargo, ese retorno al foco mediático de la Fiesta de los toros es más necesario que nunca. Lograr que este arte se normalice dentro de una sociedad cada vez más alejada del mundo taurino y rural. No solo salir cuando ocurre una desgracia. Y, por ahora, el único que lo logra es José Tomás.

 

Se rumorea que esta decisión, en parte, ha sido tomada por las últimas declaraciones de Enrique Ponce. La interminable pataleta infantil, que se resolvería donde se enfrentan los toreros: en un ruedo. Esta y otras facetas de José Tomás son lícita y absolutamente reprochables, a la misma altura que alabables otras muchas, tal como se ha hecho en el párrafo anterior. Son inadmisibles los planteamientos de temporada de José Tomás, del que se supone el mejor espada de la época. No puede tolerarse la excesiva comodidad del diestro, actuando siempre en plazas de poco rigor, con animalillos escogidos a dedo, con compañeros de cartel que no le hagan sombra. Por tanto, se construyen sus escasas comparecencias con el único objetivo de trincar.

 

La figura de José Tomás, tan enigmática como desconcertante, plantea luces y sombras. Sus méritos en el ruedo y su importancia para la tauromaquia no pueden infravalorarse. Sin embargo, sus virtudes no pueden ser tales que blanqueen su despreciable despotismo para el toro, la Fiesta y el aficionado.