José Ignacio de la Serna es un ser privilegiado por la vida puesto que, hace unas fechas logró lo que todos los aficionados anhelamos pero que, su sueño, es patrimonio de él que lo hizo realidad. Todos quisiéramos que, un momento determinado, cuando nuestro corazón nos lo demanda, que pudiéramos “contratar” a un torero genial para que con sus trebejos toreros nos congratulara hasta el alma.

Y eso es lo que hizo José Ignacio de la Serna días pasados cuanto allí en El Valle de Alcudia, por tierras manchegas y en su finca HATO DE GARRO, logró que toreara para él nada más y nada menos que el maestro Antonio Sánchez Puerto, torero vinculado a esta bendita familia de artistas que, ante todo, no dudó ni un solo instante en coger capote y muleta para cincelar una bella sinfonía taurina si se me permite la expresión.

José Ignacio de la Serna que vuelve a tener en su finca, además de ganado de manso, otra punta de ganado bravo en honor a su padre, quiso experimentar en las manos y sentidos de Sánchez Puerto la bravura de sus vacas que, dicho sea de paso resultó todo un acontecimiento para uso y disfrute del ganadero que, lleno de bohemia y romanticismo, pudo disfrutar como pocos de la grandeza de un artista genial de la talla de Sánchez Puerto que, como hemos podido ver en las imágenes, ha sido capaz de parar el tiempo y, a sus años y estando retirado desde hace mucho tiempo, como decía, de sus manos y sentidos afloró una vez más el milagro del arte.

En HATO DE GARRO todo huele a bohemia, sin duda, a las reminiscencias que dejó Victoriano de la Serna padre en esta casa singular que, los recuerdos nos transportan hacia tiempos pretéritos que, tras degustarlos en las imágenes, todos sentimos una felicidad inusual, la que suele embargarnos cada vez que nos emocionamos y, cualquiera puede emocionarse cuando alguien, caso de José Ignacio de la Serna, es capaz de contar vivencias de su padre que, como el mundo sabe fue un torero genial; un diestro que, como se decía en aquellos años, era capaz de poner nerviosas a las figuras de la época que, con el diestro de Sepúlveda,  tenían a su peor enemigo en los ruedos. ¿Motivos? Eran muy sencillos, entre otros, la genialidad de don Victoriano de la Serna que, aunque estuvo poco tiempo en el toreo, le sobró y le bastó para dejar una huella imborrable entre los suyos; yo diría más, dejó una leyenda que nadie ha podido borrar.

Recordemos que, entre otros “enemigos” de don Victoriano, teníamos a diestros de la talla de Domingo Ortega, Juan Belmonte, Manolo Bienvenida, Félix Rodríguez, Fernando Domínguez, Vicente Barrera, Ignacio Sánchez Mejías, toreros de altísimo nivel que, cuando se veían anunciados junto a don Victoriano de la Serna se ponían más nerviosos que de costumbre y, repito, eran figuras irrepetibles en el mundo de los toros en aquellos esplendorosos años del toreo.

Dicho lo expuesto, es aquí cuando se viene a demostrar la grandeza humana de José Ignacio de la Serna que, habiendo cultivado una gran amistad con el diestro de Cabezarrubias del Puerto, el maestro Sánchez Puerto, éste no dudó en complacer al amigo y ganadero para la tienta de las vacas en las que, una vez más, Sánchez Puerto, como venía diciendo, ha parado los relojes puesto que su toreo sigue siendo tan bello como el día que salió a hombros de Madrid o el mismo día que bordó el toreo al natural a un toro de Victorino Martín en Las Ventas, algo que nadie ha logrado emular;  yo diría que mucho más porque ahora Sánchez Puerto está atesorado con el paso del tiempo que él detuvo, pero que inexorablemente le ha forjado en calidad de artista como en HATO DE GARRO demostró.

A cualquiera que sienta el toreo como arte, tras ver torear a Sánchez Puerto, de forma irremediable se le saltan las lágrimas, sencillamente porque lo que este diestro es capaz de hacer frente a una vaca, para presenciar algo similar tenemos que asistir a muchas corridas de toros y que en las mismas tengamos la suerte de que nos caiga en suerte alguno de los poquitos artistas que tenemos en la actualidad.

Antonio sigue meciendo el capote son suavidad infinita; sí, con la misma que enardeció tantas veces a los aficionados de Madrid que, como es notorio, para él no ha pasado el tiempo. Y con la muleta no es que toree, es que acaricia las embestidas de las vacas para que éstas se recreen en la suerte que las pone el diestro para uso y disfrute de aquellos ojos afortunados que lo están presenciando.

Como se deduce, esa es la grandeza de José Ignacio de la Serna puesto que, como ha ocurrido muchas veces, cuando siente la nostalgia del toreo eterno, invita a Sánchez Puerto a su finca para que el diestro manchego le rocíe el corazón de ilusiones. No es para menos puesto que, como sabemos, el toreo de Sánchez Puerto no ha pasado de moda; yo diría todo lo contrario puesto que, últimamente, desde Tendido Cero hasta la más humilde de las publicaciones, todos soñamos con ver un par de muletazos de este artista excepcional que atiende por Sánchez Puerto.

Para que la jornada no quedara incompleta, José Ignacio tuvo la deferencia de invitar a dicha tienta al sobrino de Antonio, el llamado Víctor Puerto que, como sabemos, en calidad del figura del toreo le dio varias vueltas a España y América, con la salvedad de que ahora que prácticamente no torea, TOREA como los ángeles, hasta el punto que, todavía le sobran ilusiones para seguir en la brecha, la prueba no es otra que las varias corridas de toros que ha contratado, algo muy lógico porque cuando se torea como lo hizo Víctor Puerto en HATO DE GARRO, cualquiera tiene licencia para pedir contratos. Es cierto que, Víctor Puerto llegó a lo más alto, pero no se le hizo la justicia que su arte merecía. Como quiera el menor de los Puerto sigue siendo todavía un chaval, pese a todo, conserva intactas sus ilusiones. Mucha suerte le deseamos a Víctor Puerto en su nueva andadura.

Confieso sentir envidia de la buena hacia José Ignacio de la Serna puesto que, como sabemos, existen muchos aficionados que, dada su posición social serían felices de poder invitar a un diestro determinado para que les conquistara desde el corazón; pero no es el caso, lo cual viene a demostrar que solamente lo barato se compra con dinero. ¿Qué dinero haría falta para comprar la voluntad de Sánchez Puerto y que para mayor dicha, éste se explayara con su arte ante un amigo querido? Eso no tiene precio y, por el contrario, José Ignacio lo logró con una sola llamada de teléfono. ¿Cabe dicha mayor? Que responda José Ignacio que fue el afortunado receptor de un artista singular que, por vivir unos recuerdos del que fuera un torero irrepetible como don Victoriano de la Serna, Sánchez Puerto no dudó un solo instante para personarse en HATO DE GARRO y llenar aquel recinto con su arte.

Recordémosle a los aficionados del mundo que, Sánchez Puerto que está alejado de la actividad taurina en calidad de matador de toros, como ha demostrado en los últimos años, sigue participando en festivales benéficos, tentaderos de vacas, Tentaderos de los llamados solidarios; es decir, torear para tratar de ayudar a los demás, dicha actividad Sánchez Puerto no la ha dejado jamás y, como él confesara, mientras su cuerpo le resista que será por muchos años, el diestro manchego nos seguirá extasiando con su arte en los escenarios que he referido.

Y mi abrazo más efusivo para ese compañero genial llamado Alfonso Santiago, autor del libro MEMORIA DE LOS OCHENTA que tuvo el privilegio de ser el invitado de lujo para tan magna ceremonia en la que se le rendía culto al arte del toreo.

Pla Ventura