Hace unos días se cumplieron 500 años del primer encuentro entre Hernán Cortés y el Emperador Moctezuma. Ha habido muchos historiadores que se han encargado de corregir a los primeros Cronistas y la tradición que fue satanizando la figura de Cortés como la de un bárbaro desalmado que acribilló a los pobres “mexicas”.

Las empresas que se acercaban a las nuevas tierras estaban comandadas por la casa de Castilla y Aragón, y para no entrar en mucho detalle, sugeriremos que los portugueses, anglosajones y algunos otros pueblos conquistadores se adentraron en las aguas del Atlántico en la búsqueda de gloria y especias.

Sin duda alguien hubiera llegado tarde o temprano. Y gracias a Cortés es que hoy tenemos vestigios de la identidad de un país con un pasado rico en todos los aspectos.

Y este preludio viene un poco al caso ya que estamos en esas fechas de aniversario que tanto aquejan a los acomplejados y que reivindican a los mestizos.

Habría que hablar mucho de la historia de este país para poder entender la idiosincrasia del mexicano, que no fue el conquistado ya que México no existía bajo ese término.

Pero hoy por hoy hay una ola de conquistadores que están queriendo imponer su conveniencia y llevarnos a la sumisión, a la rendición y a la entrega de nuestra fiesta.

Adoptamos del Viejo Continente el hermoso arte de la tauromaquia, mismo que así como en la península, fue evolucionando hasta convertirse en lo que es en nuestros días. Y los festejos eran populares en cada rincón del país.

Hasta hace algunos años no importaban las influencias sajonas del fútbol, o americanizadas del béisbol, el día de toros era sagrado. Generalmente se identificaba con las fiestas patronales y era un día de júbilo, de encuentros familiares y sociales en torno al arte.

Gustaba en todas las clases sociales y era verdaderamente un acontecimiento.

Pero toda evolución tiene sus pros y sus contras.

La ganadería en México no tuvo el mismo paralelismo que en Europa, pero ese es un tema demasiado largo y complejo de abordar en unas cuantas líneas, y los cambios no surgieron por necesidad cronológica, sino por la exigencia repentina de los medios de comunicación.

Hoy todos tenemos acceso a la información de lo que acontece en los países taurinos y con ello podemos reconocer que lo que nos han impuesto en los últimos años es un verdadero ultraje.

Hoy el toro cobra un significado emblemático y auténtico. Se acabaron aquellas épocas en que el público se tragaba esas sosas tardes de bureles anovillados, con poca presencia, con falta de bravura.

¿De verdad alguien podría aceptar que un toro que saltó al tendido de la Monumental México, se haya puesto de moda y generado una marca comercial, libros, exposiciones y demás?

Pues hasta ahí llegamos.

¿Culpables?, todos. Hemos sido cómplices de nuestra “afición”. Pero es muy válido reivindicarnos y es por eso que hoy ya no estamos dispuestos a una nueva conquista.

Hace unos días pisó ruedos mexicanos el torero revelación de la temporada española, Pablo Aguado a quien se le espera con ilusión en todo el nuevo continente, pero de verdad la burla que nos ingirió fue sublime. Un encierro con tan poco trapío que la gente en el tendido mencionaba, “a ese me bajo yo y le pego una tanda”. Cuando eso ocurre de verdad que las alarmas deberían encenderse con sirena integrada.

Y es que las empresas han permitido el abuso que remarcadamente los toreros extranjeros y las figuras como Enrique Ponce, El Juli, Manzanares, Morante y Roca Rey entre otros muchos, han cometido en contra de la afición, al exigir corridas mal presentadas y descastadas. Los ganaderos también han caído en su juego. Todo por anunciarse en carteles de postín que hoy en día se están convirtiendo en un circo y una mofa que la gente ya no está dispuesta a permitir más.

Enrique Ponce lo aplicó hace unas semanas en Aguascalientes, Aguado en Juriquilla y hoy sucederá en la Plaza México, de manos de Morante.

Y lo más triste es que creen que nos engañan.

La gente está pendiente de las tardes de todos estos artistas en ruedos españoles y franceses. Sabemos que son capaces de mucho más. Que están preparados y tienen el oficio, la vocación y están tocados por una mano divina para hacer las delicias del público ante cualquier adversidad.

¿Entonces porque vienen aquí a matar becerracos mansos?

La gente paga un boleto por ver un espectáculo digno, y sinceramente la situación en México no es la más próspera en estos momentos de tensión política e incertidumbre económica.

Estamos hartos de las marrullerías y queremos verlos con ganado de verdad, que de sobra hay en nuestro país.

Hoy durante el sorteo varios de los asistentes del público protestaron por la falta de trapío del ganado de Bernaldo de Quiroz a lidiarse a las 16:30 horas.

Ni todo el arte de Morante, ni de cualquiera de los demás mencionados justifica la estafa que pretenden imponernos.

Si estuvieran en su tierra les importaría la opinión, pero parece que vienen solo a llenar sus bolsillos a través de la ingenuidad de quienes ávidos de ver una gran tarde de toros, ocupan sus recursos en adquirir una entrada.

No necesitamos conquistadores, necesitamos toreros comprometidos con la fiesta, con su profesión y con lo que el Toreo les ha dado.

¡México, como Colombia, como Venezuela, Ecuador o Perú merecen una fiesta digna, una fiesta grandiosa, y no las limosnas de una generación sin vergüenza, porque también nuestro dinero vale!

Por Alexa Castillo