El futuro a largo plazo de la tauromaquia pasa por un cambio radical en la forma de gestionar la fiesta. Si queremos que esto continúe transmitiendo emoción en el tendido, necesitamos para comenzar, bravura, una selección sin complejos por parte de los ganaderos. La fiesta brava siempre ha atraído a las masas con el aliciente de la emoción, nunca del arte. La gente quiere vibrar en el tendido, salir afónicos, o no quedarse sin saliva de la incertidumbre y el no saber qué va a pasar. Ser un espectáculo improvisado, en el que nada se dé por hecho. Necesitamos atraer nuevo tipo de aficionados, afianzar a los más jóvenes y crecer cada año. No dar motivos a los anti-taurinos y enseñar un toro en el ruedo que transmite miedo en el tendido.
Necesitamos recuperar el icono del héroe, esa figura mística que se enfrenta a todo con la misma pureza. Que no usa artimañas para ganar la batalla y, que pone realmente en peligro su integridad. Que la verdad de sus muletazos ponga de acuerdo a todos los aficionados, a todos los periodistas y a todos los empresarios. Que sus luchas en ocasiones sean titánicas, como si del bien contra el mal se trataran. Que la gesta de sus proezas salieran fuera del mundo taurino y las escucharan todo el mundo. Que se escribieran canciones sobre él, pero con motivo, con la razón de ser único. De esos en la fiesta hacen falta mínimo 5 o 10. Debido a que las figuras de hoy en día no salen de 4 ganaderías no se las puede considerar héroes de luces. La poca responsabilidad que tiene a la hora de afrontar retos que ensalcen la tauromaquia, deja en entredicho a la figura del siglo XXI en comparación con algunos de los héroes del siglo pasado.
Todo pasa por valorar a todos esos gladiadores que se fajan con lo que nadie quiere. Esos que cobran los mínimos arriesgando lo máximo. Los que se juegan la vida en pueblos y plazas pequeñas pero con toros de primera.
El encaste minoritario es la solución para que la tauromaquia vuelva a ser emocionante, distinta, diferente. La variedad dentro de las ferias es totalmente necesaria para que cada corrida no se parezca a la anterior. Para que los comportamientos de cada encaste pongan aprueba la pericia de los toreros, de todos los toreros, incluso de las figuras. Que cada faena tenga su denominación de origen y que se luzca cada animal, que se entienda y se respete cada comportamiento único de cada encaste y a la vez valoremos que todos los encastes no son iguales. Necesitamos que aflore la bravura en el ruedo, que el público salga con ganas de ver más, y más, y más toros bravos.
La solución es hacernos todos toristas, ensalzar a rey de la fiesta, darle su sitio y exigir al ganadero que los crie bravos, encastados y con transmisión. Hoy en día la gran mayoría destaca en su selección actitudes como la nobleza y la clase, en detrimento de la bravura y la casta, y esto es el principio del fin. Necesitamos apoyar a todos esos ganaderos románticos que apuestan por lo difícil, por el encaste minoritario, por el encaste duro. Si hoy no hacemos nada y no exigimos esa variedad, tal vez un día nos arrepentiremos y ya sea demasiado tarde.
Por Juanje Herrero