Peinar canas produce mucha satisfacciones y, a su vez, muchos disgustos. Lo explico. Mira uno el espectro político de la actualidad en lo que a los toros se refiere y, cualquiera tiene derecho a morir de pena. Digo bien cuando abogo por aquella izquierda añorada de los años ochenta en que, pese a que el Presidente del Gobierno Felipe González no era aficionado a los toros si tenía lo que todo ser humano debe de tener y mucho más en política, respeto hacia los demás.

González no le gustaban los toros, de ahí el respeto que todos le otorgamos, sencillamente porque jamás mancilló una fiesta de España, antiquísima, tradicional, enriquecedora, un orgullo para todos nosotros que, amén de la cultura que dicha fiesta taurina emana, desde siempre, han sido cientos de millones, miles diría yo, los que gracias a los toros han ido a parar a las arcas del Estado. Y Felipe González que, pese a ser de izquierdas, de tonto tenía lo que yo de monseñor, respetaba al máximo a todo el mundo. Por el contrario, muchos de sus hombres, Alfonso Guerra, José Luís Corcuera, el Profesor Tierno Galvañ, Enrique Mújica, José Luís Lassaletta Cano y tantos otros hombres importantes de la izquierda de aquellos que, respetuosos con las tradiciones, incluso las cultivaban con su presencia en las plazas de toros.

Pero cambiaron los tiempos y, la nueva izquierda, llena de odio y rencor porque como único objetivo no ha sido otro que sacar al Generalísimo del Valle de los Caídos, algo que era primordial para ellos pero que han fracasado con estrépito. Todas estas gentuzas no se han preguntado ni se han molestado en leer cómo hizo Felipe II el monasterio del Escorial, de saberlo se les caían los palos del sombrajo; claro que, no lo quieren saber puesto que,  de saberlo se les acabaría el chollo de atentar contra la memoria de Francisco Franco. Pero ellos siguen con su odio que es lo que les mantiene vivos, a toda la izquierda, los sociatas y los podemitas. Para esta calaña de gente no existe mayor problema que exhumar a Franco y, sin duda, exterminar para siempre las corridas de toros que, repito, tantos millones aportan al Estado de España pero, ¿qué coño sabrán todos estos tipejos de economía y de sentido común?

Entiendo como nadie que hombres como Serafín Marín, Salvador Vega y Miguel Abellán, haya dado el paso para adentrarse en el mundo de la política con la ilusión de que, sus personas, como sus hechos, tengan la debida relevancia de cara a las elecciones y rescaten, por sí mismos, un puñado de votos que tanta falta hacen en la derecha de España que, como sabemos, es la única formación que defiende la maravillosa fiesta de los toros. Da gusto ver en las barreras de las plazas de toros a Morante con Santiago Abascal, un hombre que, “pese” ser de derechas todavía no se ha sentado en banquillo alguno como acusado de nada. Como Abascal dice, Vox no es un partido extrema derecha, es de extrema necesidad para España, así lo ha entendido Morante como aquellos cuatrocientos mil correligionarios que le dieron el voto en Andalucía.

Aboguemos por hombres de la talla de Pablo Casado, Santiago Abascal, el mismo Alberto Rivera puesto que, solo ellos tienen en su mano, de lograr el poder, salvar la fiesta de los toros. Mis letras parecen ahora mismo una arenga política cuando, en realidad, lo que sí quiero que sean es una reflexión en el camino porque si llega a mandar Pedro Sánchez junto a Pablo Iglesias, recemos, no nos quedará más alternativa; no es que erradicarán la fiesta de los toros para siempre en toda España, lo peor estará por venir puesto que, al margen de los toros, dejarán a España como un solar desmantelado al más puro estilo venezolano. Recordemos que, no hace muchos años, un indeseable como José Luís Rodríguez Zapatero hundió a España en la más vil de las miserias y, para mayor desdicha, el estúpido con cara de bobo, aparecía en los medios diciendo que España estaba en lo más alto del pedestal en lo que a la economía se refiere. En su mandato, por el camino, quedaron millones de personas sin trabajo, sin hogar, sin pensiones de ningún tipo; miles de empresas quebraron por la crisis que ellos provocaron y, todavía decía el muy estúpido que no pasaba nada.

Repito que, la izquierda se cargará  la fiesta de los toros de un solo plumazo pero, insisto, eso sería lo de menos; lo más grave, lo más sangrante  y que luego lamentaremos todos es cuando antes de final de año no tengamos ni medicinas en las farmacias. Hace un rato, lo dicho, en Venezuela ni se lo creían; ahora ya no es que no tengan medicinas, es que no tienen ni pan, todo ello regido por un animal de izquierdas. Tomemos nota. Sería lamentable que luego lo pagásemos muy caro.

Pla Ventura