No es nada sencillo y mucho más en los tiempos que vivimos que una ganadería cumpla cien años de su presentación en Madrid, caso del encaste del Marqués de Albaserrada que, en las manos de Victorino Martín, Adolfo Martín y José Escolar, dichas ganaderías le siguen dando grandeza a nuestra singular fiesta taurina. Este es nuestro humilde homenaje hacia dicha ganadería y, sin duda, a los que ahora son los artífices de que dicha sangre siga propiciando éxitos a sus lidiadores, todo un lujo para ellos puesto que la casta de dicha ganadería no es motivo de algarabía para las llamadas figuras del toreo.

Justamente hoy, 29 de mayo se cumplen los cien años de la presentación de Albaserrada en Madrid cuya lidia resultó todo un éxito según nos contaba el afamado crítico Gregorio Corrochano que elogió la lidia de los toros pero que, a su vez, sentenciaba que les auguraba poca vida porque las figuras no querían ni verlos. Curiosa la sentencia del maestro Corrochano pero que, para fortuna de la ganadería, tres hombres ilusionados, cada cual en su momento, fueron capaces de rescatar dicha sangre para convertirla, en la actualidad, en el referente más puro de la bravura. Ellos nos son otros que Victorino Martín Andrés, Adolfo Martín y José Escolar, los tres pilares donde se sostiene la sangre de Albaserrada, la que tantos éxitos han propiciado a sus lidiadores.

De dicha ganadería podríamos narrar hasta la saciedad porque tiene historia y, lo que es mejor, leyenda viva del toreo; pero no por las figuras del toreo como sentenciaba don Gregorio Corrochano, pero sí por parte de unos grandísimos toreros que, aferrados al carácter importantísimo de Victorino Martín Andrés,  y a sus ilusiones, supieron engrandecer una sangre que, por momentos parecía estar sentenciada a muerte. Por ejemplo, el irrepetible Victorino Martín Andrés compró la ganadería allá por los años sesenta y, según confesó muchas veces el sabio de Galapagar, hasta temía haberse equivocado en la compra. Victorino tuvo que hacer mil piruetas para ser escuchado en Madrid que, como era lógico y cabal, era la plaza que podía encumbrarle puesto que, canino como estaba, lidiar en pueblos no le aportaría gloria alguna, algo que él sabía más que nadie puesto que, en sus funciones como tratante de ganado en su juventud, sabía lo que era un toro bravo, como sabía a su vez que su tabla de salvación era Madrid.

Victorino no desfalleció jamás, hizo diabluras como diría el otro, pero él se salió con la suya. Aquella compra a Escudero Calvo, por momentos, le llegó a angustiar puesto que, todo lo ganado con el trato podía perderse todo de un momento a otro. Pero pudo más su fe que los imponderables y, de repente se encontró con el maestro Andrés Vázquez y, juntos, obtuvieron en Madrid a mitad de los años sesenta un éxito tan rotundo que Las Ventas les encumbró a los dos.

En aquellos años, toreros tan importantes como Andrés Vázquez, auténtico adalid para Victorino Martín Andrés, Antonio Bienvenida y otros muchos de menor relevancia mataban los toros del de Galapagar con una ilusión desmedida porque sabían que las dificultades eran grandes, pero la recompensa podía ser excepcional, algo que heredó un poco más tarde el gran Paco Ruíz Miguel que forjó su carrera con los Albaserradas de Victorino. Ruíz Miguel, como sabemos, ha sido el hombre más importante en la vida de Victorino puesto que nadie ha logrado emular al gaditano en lo que al número de corridas matadas.

Enumerar los logros de Victorino sería una tarea ardua pero, con decir que ha sido el ganadero más laureado de la plaza de Madrid desde su existencia, con eso está dicho todo. Ahí quedó para siempre, entre otras muchas corridas, la llamada del Siglo puesto que, nos cuesta mucho recordar otra epopeya como la citada puesto que, en la citada tarde, Ruíz Miguel, Luís Francisco Esplá y José Luís Palomar pusieron el listón muy alto

En el devenir de los años, toreros de distinto rango se atrevieron para matar los toros de Victorino Martín que, para su dicha, a lo largo de su historia fue el artífice de sus toros y el dueño de sus ilusiones puesto que jamás se dejó manipular por el taurinismo andante que, muchas veces lo intentaron, pero siempre fracasaron. Albaserrada era una leyenda en las manos de Victorino que le propició, a su vez, engrandecer al ganadero como un hombre irrepetible. Un ganadero que sabía que tenía alimañas en su ganadería, pero a su vez, igualmente sabía que tenía auténticos tesoros vestidos de negro, recordemos a Belador en Madrid y tendremos la medida de todo aquello que digo.

Desde estas páginas, gratitud para Victorino Martín García, Adolfo Martín y José Escolar, los tres pilares en los que se sustenta la sangre brava que pudo haber muerto hace muchos años pero que, gracias a este trío de hombres ilusionados, Albaserrada sigue viva como aquel 29 de mayo de 1919 que se presentó en Madrid.

Pla Ventura