Andaba yo ilusionado por ver de nuevo a José Mauricio, razón por la que me quedé sentado en el sofá hasta las tantas de la noche como si al día siguiente no tuviera que trabajar como hacen la gran mayoría de los mortales pero, el reclamo de Mauricio me obligó a semejante esfuerzo puesto que, las dos últimas veces que le vi en La México, me impactó; pero lo hizo a lo grande, como hace tiempo que nadie me impactara de semejante modo.

Seguro estoy que al muchacho le parecería un premio antes del festejo por aquello de verse junto a Enrique Ponce que, con  toda seguridad se haría mil fotos para inmortalizar el momento puesto que, Mauricio conocía a Enrique Ponce de oídas, es decir, como cualquier aficionado como usted y como yo. Para colmo, ver a casi veinte mil personas en los tendidos, otro éxito para reseñar y guardar en el anaquel de su alma para el diestro capitalino. Y, para que la guinda fuera completa, se lidiaban animalitos de Fernando de la Mora, lo que aquí llamaríamos Juan Pedros. Más gloria, era imposible.

Confieso que, este tipo de premios me producen un recelo tremendo porque, como ayer le sucedió a Mauricio, en España, “premios” como el citado los ha visto a montones. ¿Qué sucedió? Eso nos lo explicará más tarde nuestra compañera Alexa Castillo que con su verbo exquisito nos transportará hacia La México, justamente a todos aquellos que no vieron ayer la corrida.

Lo único que quiero es analizar el “premio” que le otorgaron a Mauricio que, sin duda, no era otra cosa que “retirarle” del toreo como le ha sucedido a decenas de muchachos que, pretendiendo revalorizar unos éxitos, de pronto se encontraban en la encrucijada de Mauricio que, como todo el mundo pudo ver, no tuvo opciones para nada puesto que, como de todos es sabido, los toros de las figuras no son siempre garantía de éxito y, los dos únicos animalitos que sirvieron un poquito, nada del otro mundo, le tocaron a Enrique Ponce y a Joselito Adame.

Claro que, mientras que a las figuras se les perdona todo, a todo aquel que desea revalidar sus legítimos triunfos, un resbalón, caso de José Mauricio en el día de ayer pueden pasarle una factura horrible. No tuvo la menor opción de triunfo el diestro capitalino que, entre la desesperación y el desencanto veía como se le esfumaba la tarde que, unos minutos antes le parecía la más grandiosa de su vida.

El arte y el valor de Mauricio no están para ejercer de enfermero ni mucho menos de un cobarde que se raje ante la menor adversidad; más bien, todo lo contrario como nos demostró en dos actuaciones anteriores totalmente memorables que, en honor a la verdad tuvieron el fundamento del toro pero, estaba clarísimo, en aquellas sus arrebatadoras tardes no había figura alguna en el ruedo.

Dentro de tan aciaga tarde por culpa de aquellos animalitos que, pese a su bisoñez, tenían maldad para enfrentarse a Pancho Villa si hubiera sido preciso, la prueba es que Mauricio salió vivo de la plaza porque la Virgen de Guadalupe se ha encargado de cuidarlo puesto que, el drama estaba servido con dicho diestro. Cómo se comprobó, el diestro no regateó nada; su esfuerzo era una constante, eso sí, para estrellarse ante un muro de cemento del que jamás podía atravesar. Una pena porque, repito, yo presencié el festejo ilusionado ante Mauricio que, por su valor, arte, calidad y ganas de ser torero, merecía el mejor de los premios. Le premiaron, como todo el mundo pudo ver, con dos bombones envenenados. Le deseamos mucha suerte y, ante todo que siga su sendero de éxitos como está logrando en distintos estados mexicanos.

En la imagen, José Mauricio en uno de sus últimos y rotundos triunfos en La México.