Mientras en Aranjuez reinaba el triunfalismo, en Cáceres se producia ese milagro llamado toreo, algo que pudimos ver gracias a la generosidad de Castilla la Mancha Televisión que, como sabemos, es la comunidad que más potencia la fiesta de los toros en España. Ovación para el presidente de dicha comunidad que, siendo socialista nos ha demostrado que no todos lo socialistas son descerebrados puesto que, dicho partido, como sabemos, odia a la fiesta de los toros desde sus ancestros; digamos que no es el partido concretamente puesto que, hombres como Emiliano García Page defienden la fiesta con pasión.  Pero sí, lo que digo de los socialistas en una verdad que aplasta puesto que, «gracias» a la negativa de dicho partido o de los cafres que lo representan, se siguen cerrando plaza de toros.

De  igual modo hay que felicitar a Alberto García como empresario de dicho festejo que, cuando la inmensa mayoría de los organizadores le tienen miedo al arte, García se entregó por la causa por la que había luchado  y todo le salió perfecto, desde la gran entrada que se congregó, hasta el éxito artístico que, sin duda, de igual modo habrá dejado a Alberto García, muy feliz.

Dentro de unos años, cuando se retire Juan Mora, los jóvenes de ahora que le hayan descubierto dirán a modo de sentencia: YO VI TOREAR A JUAN MORA. Y les asistirá toda la razón del mundo puesto que, Mora, en la primera corrida de esta temporada ha estado sublime. Lo que cuento, amigos, no es una crónica al uso porque no me apetece; un festejo como el de esta tarde en Cáceres en que ha participado Juan Mora no necesita de crónica alguna, más bien, como se comprende, le quiero dejar a mi corazón que diga lo que siente que, en definitiva, es lo único que importa.

Muchos años llevo defendiendo la grandeza artística de Juan Mora y, esa falta de contratos parece que, para el gentío, sin pretenderlo, muchos me quitaban la razón. Algunos infelices han dicho: «Si no torea es porque no debe ser muy bueno» Es la afirmación de los que no tienen la suficiente sensibilidad para comprender la gran causa del arte. Desdichadamente muchos aficionados se dejan llevar por el gentío, los que comulgan con la numerología y la concesión de orejas en tropel, éstas en manos de los señoritos del toreo. Pero el toreo es otra cosa que nada tiene que ver con las cifras, ni las orejas ni despojo alguno porque, el toreo es lo que hoy le hemos visto a Juan Mora en Cáceres.

Decía que, mientras reinaba en Aranjuez esa fuerza orejera y ese triunfalismo que propician las figuras del toreo, como si de un milagro se tratare, un hombre al que tienen olvidado y postergado, en Cáceres ha creado obras maestras para la gran causa del arte. A Juan Mora es imposible descifrarle en su arte; es mejor sentirlo desde el fondo del alma porque, repito, tratar de explicar lo que es el milagro de su torero es tarea complicadísima.  Pero si, aunque fracase en mi intento diré que, me emocioné como la plaza entera, como les habrá sucedido a tantos miles de aficionados que lo han presenciado por las cámaras de TVCM.

Convencido estoy que Juan Mora es original hasta abrazando a sus amigos, algo que he palpado en varias ocasiones pero, para originalidad la suya que, como pudimos ver, muleta y estoque en mano, subió hasta el tendido, se sentó junto a Antonio Ferrera y allí le brindó el toro. Algo tan bello por inusual que no habíamos visto jamás. Hasta el propio Ferrera quedó emocionadísimo.  Siguiendo con sus pasajes originales, a mitad de faena del último toro suyo, se acercó a la barrera para brindare a Emilio de Justo los retazos que le quedaban en su alma.

Si con la derecha firmó pases bellísimos, todos en realidad; con la izquierda, el toreo al natural alcanzó caracteres tan bellos que, por momentos nos parecía irreal. Hubo un trincherazo tan sublime que, seguro estoy, desde el fondo de su corazón lo expresó como homenaje a El Pana que hoy celebrábamos el tercer aniversario de su muerte. Y digo el trincherazo puesto que, dicho pase, tan bello, solo se lo vi a El Pana y, en este día a Juan Mora.

Mora es la naturalidad, el empaque natural, la inspiración y el sentimiento, algo que no vemos por esas plazas del mundo puesto que, uno, hasta tiene la sensación de que el arte solo es patrimonio de Juan Mora; de quien fuere, todo un relajo para el alma saborear el arte en plenitud de este hombre irrepetible. Juan Mora no fuerza la figura porque la naturalidad no necesita de más atributos que el mismo arte del torero; no hace falta recurrir al toreo pueblerino para cortar orejas puesto que, el arte, como tal, tiene todo el peso del mundo y, como Juan Mora hiciera,  nos dejó a todos con el corazón henchido de placer; todos queríamos más y, la gran verdad es que Mora se explayó cuanto quiso. Y como otra originalidad, Mora, cuando termina la serie que él ha creìdo como la última, de repente, en tres segundos, monta la espada y deja al toro patas arriba. Si buscábamos emociones para el alma, Juan Mora nos la ha dado todas.

Y, como última genialidad del artista en cuestión, Juan Mora, cuando dijo ante los micrófonos de la TVCM ue no hace falta cortar orejas porque el arte no tiene nada que ver con ciertos despojos cuantitativos. Otra sentencia tan cabal como auténtica la del maestro que, a estas alturas de su vida, toreando o sin torear, está por encima del bien y del mal; su sonrisa permanente lo decía todo. Mora estaba feliz porque sabia que nos había hecho felices a todos, a los presentes en la plaza y los miles de aficionados que le vimos por las cámaras. Tras ese milagro llamado TOREO, ¿habrá conquistado Juan Mora el corazón de algún que otro empresario? La respuesta queda en el aire.

¿Quién es el valiente que teniendo una tribuna donde verter sus ilusiones es capaz de acostarse sin contarle al mundo el milagro de Cáceres? Yo no podía, por eso me puse manos a la obra y siguiendo el dictado de mi corazón, he tratado de explicar las emociones del alma cuando uno ha visto obras de arte con tintes de genialidad.

Hay que felicitar a Emilio de Justo que ha tenido una tarde afortunada pero, amigos, si pretendemos compararla con la labor de Juan Mora, lo de Emilio es puro aprendizaje.