Si se pudiera cuantificar todo el daño que se hace a través de las llamadas redes sociales, más de uno moriría de infarto. Convengamos que, la tecnología usada en las citadas redes sociales, bien aprovechada, es un lujo para la humanidad pero, dentro de las mismas anidan cientos, miles de energúmenos que no tienen otro trabajo que hacer todo el daño que tengan a su alcance para detrimento de los usuarios de dichas redes que, la mayoría, las usan para el trabajo que, como digo, es un arma fantástica.

A nivel personal, dichas redes me parecen una estupidez bárbara; es más, jamás entraré al trapo de dicha cuestión porque lo que veo a mí alrededor nada me subyuga al respecto. Yo dispongo de un teléfono que me lo compré para lo que antes eran los teléfonos, para llamar a las gentes. Ahora ha cambiado todo de lugar; los teléfonos sirven para todo menos para que la gente se comunique con la voz. Fijémonos si era bello el invento del teléfono móvil que, Airtel, la primera compañía que los puso en el mercado tenían un eslogan fantástico que hacía honor al producto que vendían. LLEVAMOS LA VOZ, rezaba el eslogan y era muy cierto.

Ahora, como digo, esos teléfonos móviles que han enloquecido a la humanidad sirven para todo, menos para llamar por teléfono. Dicen las estadísticas que, apenas nadie usa ese instrumento para llamar; todos se comunican mediante una aplicación que se llama Whatsap que, a su vez, sirve para lo que voy a decir ahora; ante todo, para publicar estupideces con tal de distraer al personal de los problemas cotidianos y que se olviden de lo esencial, distrayéndose en lo superfluo. Para colmo, por si faltaba algo, existe otra aplicación que se llama Facebook en la que según me cuentan, cuelgan en dicha red millones de estupideces que, por lo que he podido saber, la gente pierde el culo por las mismas. Las más variopintas miserias tienen lugar en la red mencionada y, una de ellas no fue otra que el pasado domingo mientras tomaba café con un amigo, de pronto, el amigo me muestra su teléfono y me dice:

-Mira, Luís, la noticia del año la terminan de publicar en Facebook.

-¿De qué se trata? Le dije.

-Toma nota. Me responde.

-Se trata de que José Tomás actuará el día 15 de agosto en Madrid en solitario lidiando toros de seis ganaderías distintas. Simón Casas ha obrado el milagro de lo que todos pensábamos que era imposible.

Aquella noticia, como tal, a priori, tenía tintes de veracidad puesto que, de repente ya le atribuían a Simón Casas el milagro citado que, en honor a la verdad, todo podía ser posible.

Pero venida la noticia desde el medio que llegaba me hizo sospechar. No era el medio idóneo que se podía esperar de una noticia tan trascendental. ¿Qué pasó? Era todo mentira. Se trataba de la broma de un gracioso de turno que, durante unas horas, el muy animal, hasta logró que mucha gente llamara a la plaza de Las Ventas de Madrid para conseguir una entrada para el festejo que se anunciaba.

Y situaciones como la descrita, según me cuentan los usuarios de dichos teléfonos, se producen a diario. ¿Cómo es posible? Muy sencillo. Hay muchos gandules en España con un teléfono en la mano que, como única finalidad, ésta no es otra que confundir al personal, engañar, mentir, crear embrollos y, definitiva, hacer el daño por placer. Y, al margen de todo el daño que hacen, lo realmente triste es que la gente no se comunica por el teléfono. Vamos que, lo que yo hago de forma habitual con mis gentes, con mis amigos, mis familiares y todo la gente que amo que no otra cosa que llamarles por teléfono, mi actitud ha quedado obsoleta como las máquinas Olivetti que antaño usábamos para escribir. Y doy fe de ello porque hace pocas fechas llamé a un matador de toros, amigo personal desde hace muchos años y, su respuesta me dejó sin alientos.

“Gracias, Luís, por llamarme. Hace más de un año que no escuchaba una voz humana por el teléfono.”

Esta es una verdad que aplasta, incuestionable. Los teléfonos ya no sirven para hablar, si acaso, para hacer daño por las redes sociales y contar mentiras y estupideces. Que baje Dios y lo vea. Y si como dicen, las noticias por Facebook se difunden a la velocidad del rayo, ¿cuántos miles de personas se creerían la noticia de la reaparición de José Tomás en Madrid? Ni se sabe, ni quiero saberlo. Lo que sí puedo barruntar es que esos teléfonos móviles de ahora y sus aplicaciones serán la ruina de la humanidad, no harán falta guerras como se hacía antaño. Que Dios no pille confesados, no queda otra opción.

Pla Ventura