Las llamadas televisiones basura hacen sangre sobre sí mismas puesto que, hasta denigran a sus propios protagonistas. Como quiera que, ahora, en nuestro confinamiento, lo que nos sobra es tiempo a todos, muchos lo empleamos leyendo la prensa, libros de toda índole, textos en la red; lo que fuere, con tal de no aburrirnos y sin duda, todo antes que llegar al suicidio.

Me ha causado estupor lo que muchos pretenden que sea una historia de cuernos hacia Ortega Cano puesto que, su esposa está interviniendo en un programa esperpéntico al que todos conocen como Supervivientes, allá por una isla lejana. Se trata, el programa citado, el que no he visto jamás, pero como me han contado, se trata de una convivencia entre distintos personajes famosos, todos ellos alejados del mundanal ruido; como lo estamos todos ahora, pero ellos en una isla desierta.

Esos mismos medios carroñeros, según leía esta mañana ya estaban tildando a Ana María Aldón, la esposa de Ortega, de un supuesto romance entre ella y el “torero” Antonio Pavón, el guapo de la tribu. Es cierto que han aparecido imágenes un tanto comprometedoras para la esposa del amargado diestro, su esposo, y muy lisonjeras para el “torero” Pavón. Hay un eufemismo valenciano que dice “bata ki bata, la era es meua” pero que por nada del mundo debemos de atribuírselo al maestro Cano que, el pobre no merece más escarnios como le están haciendo en la vida.

Me niego por completo a que todo lo que he leído sea verdad. Sería dramático porque Ortega Cano ya tiene bastante con lo que tiene encima; más desdichas para este pobre hombre no las quiero. Es más, su esposa, Ana María Aldón siempre ha sentenciado su amor por el diestro de Cartagena, por tanto, es difícil entender que, por un puñado de “dólares” que cobrará en su intervención televisiva, para colmo, la pusiera los cuernos a Ortega Cano. De ser verdad, cosa que no me creo para nada, el drama sería completo. No es menos cierto que, todos recordamos la hermosa imagen de Ana María Aldón acudiendo a la cárcel de Zuera para visitar a su esposo cuando estuvo en la trena. Ortega ya tiene bastante con sus hijos y con la familia de la que fuera su esposa, la inolvidable Rocío Jurado.

Pienso que, al respecto, se frivoliza más de lo debido y, para colmo de la desdicha, lo hacen los mismos medios que provocan y ejercitan dichos programas como el aludido. En el peor de los casos, si dichas críticas llegaran de fuera, hasta se podría entender pero, que lo hagan los mismos que en dicho programa intervienen, es para matarlos.

No, no me gustaría estar en la piel de Ortega Cano que, como sabemos, tras pasear unos años por la gloria terrena, a partir de aquellos momentos, la vida se ensañó con él como si no hubiera otro culpable en el mundo de todos nuestros males que el propio diestro, culpable hasta de la muerte de Manolete, como se suele decir.

Me reconforto a mí mismo pensando que todo son bulos que se lanzan para que el programa tenga más “vida” y haya más espectadores encandilados ante dicha bazofia. Esa es la lectura que quiero darle a todo lo que ocurre en la isla, al tiempo que ahuyento de mi espíritu la macabra idea de que Ana María Aldón dejase a Ortega Cano con los cuernos puestos.

Sostengo que, dicha mujer no puede ser tan mala como para traicionar a un pobre hombre que en la vida ya ha pasado por todo y, ahora, en su vejez, merece un descanso en todos los órdenes; digamos que, soy capaz de rezar por él para que la vida se contenga  y no le entregue más situaciones macabras que, si alguien las ha sufrido no ha sido otro que Ortega Cano.

Seguro estoy que muchas veces, a lo largo de su historia, Ortega Cano habrá maldecido aquello de que el destino no le dejara seguir vendiendo melones en San Sebastián de los Reyes, cuál era su meritorio oficio en su juventud, una profesión tan digna como la de torero  pero, Ortega, que tenía arte para dar y tomar, consiguió llegar a la cima de la torería pero, como decía, de haber sabido él todo lo que el destino le tenía preparado, es por ello que quizás el torero cartagenero añorará aquellos años meloneros, ante todo por la juventud de la que era portador y, sin duda, por las ilusiones que le quedaba por cumplir, sin sospechar jamás que, junto a la fama y el éxito, la vida le entregaría mil y una calamidades más para recordarle que es un mortal más.

Mi deseo, como imagino que será el del resto de los mortales que conocen a Ortega Cano, no es otro que se acabe pronto dicho programa que está inquietando al diestro que, para colmo, a diario, en los medios de difusión por la red, siguen publicando malas noticias que, lógicamente, enervan al diestro al ver a su esposa en los brazos del torero guapo, el tal Pavón. Quiero pensar que, la historia, será muy parecida a la de actrices de cine que, en un determinado film besan al protagonista, incluso hacen el amor con él y, una vez acaba la filmación, si te he visto no me acuerdo, que no deja de ser lo lógico. Digamos que, puede que todo sea exigencias del “guión”. Así lo quiero pensar para la felicidad de esa pareja formada por Ana María Aldón y José Ortega Cano.

Ánimo, maestro, que en peores plazas hemos toreado y, lo que es peor, más “cornás” da el hambre.