Es de festejar por parte de todos los aficionados que, el dramatismo de las cogidas que sufriera el pasado domingo en Leganés Emilio de Justo, al final, no tuvieran las consecuencias que podríamos presagiar. Sin duda, en aquellos instantes, para nuestra desdicha, nos vinieron a la mente las imágenes de otros diestros que, en cogidas similares les costó hasta la vida. Es el caso de Julio Robles y Nimeño, entre otros que, con idénticas características a las cogidas de Emilio de Justo, al final, las mismas acabaron con sus vidas.

Si, el drama apareció por unos instantes en aquellas cogidas que, sin aparentes consecuencias, por la postura en que quedó el diestro debajo del toro en que, su cuerpo, por unos instantes, parecía una pelota de goma; digamos que, por cuatro veces quedó el diestro en posición fetal a merced del toro, lo que nos hacía sospechar una lesión tremenda. Para su fortuna, estaba Dios de espectador para evitar la tragedia que, como sabemos, todo ha quedado en luxaciones de menor nivel de las que el diestro se está recuperando en un hospital de Leganés.

Como pudimos ver, pese a todo, a De Justo, tras la cogida todavía le sobraron cojones para rematar la faena, volver a sufrir otra cogida similar mientras entraba a matar que, una vez más salió ileso. El diestro se llevó el susto, la paliza, la conmoción y, de igual modo, un éxito de clamor. Su torería, gusto, empaque natural, valor y arrebato artístico, todo ello le ha situado en un lugar de privilegio. El que venga detrás que cierre la puerta.

Por cierto, Emilio de Justo no ha logrado sus éxitos mediante el melodrama que algunos desean; su potestad como torero la ha logrado mediante esa categoría sublime que atesora, un valor que le ha puesto en alza, justamente, entre lo más sesudo de la torería actual. Ver a este diestro es toda una garantía por tener un encuentro con la verdad que, para colmo, si la misma la aderezamos de toreo del bueno, alabado sea Dios.

Pla Ventura.