Finalizar un año implica tener que leer y oír variopintas y no reflexivas paparruchadas sacadas de Twitter o de la voz del primo, vecino o amigo. Asentarse a la realidad y valorar las cosas por lo que realmente son, parece que desencadena reacciones alérgicas en el cuerpo humano en tanto que no se adorne cualquier conclusión con opiniones “ultraadjetivadas” y de fuente no propia.
Este periodo de tiempo que ya agoniza, en el mundo del toro ha supuesto un colofón de acciones y hechos inusuales en muchos años. Desde el torero, al toro, e incluso hablando de plazas.
Para empezar, el relevo que se ha tomado en el escalafón ha sido de gran benevolencia. Cualquiera nos diría que Emilio de Justo dominaría tantas embestidas, que Daniel Luque tomaría estabilidad y se asentaría, que Gómez del Pilar sería reconocido, y que en el apartado de artistas se acoplaría un emergente Juan Ortega para compartir el trono con Morante, que tras lo de Córdoba se ve que tiene ganas de seguir toreando como Dios manda y como su alta ficha requiere. Todo esto con el permiso de Enrique Ponce, a veces objeto de crítica por muchas de sus artimañas, pero que ha sido la única figura con dignidad de dar toros al menos todas las semanas.
En cuanto a las ganaderías, la polarización Domecq versus no Domecq, se ha visto esta temporada más allanada por varios hierros que han mostrado que no hay encastes, sino ganaderos. La Quinta, siendo cumbre en lo que respecta a Santa Coloma, Miura que ofreció a Africano, un torrente de casta, y dos ganaderías como Victoriano del Río y Santi Domecq dando juego y bravura en varias tardes, cosa que no es casualidad, sino causalidad.
David venció al filisteo Goliat en el Antiguo Testamento. Y en lo que respecta a las plazas de toros, en 2020 el pueblo ha podido con la ciudad. Probablemente esto haya ocurrido por la parsimonia de las empresas de Madrid y Sevilla, muestra de cobardía cuando se ha necesitado ser más valiente que nunca. Pero ahí han estado las pequeñas plazas.
Hacer un breve balance de lo que ha supuesto esta temporada en el mundo del toro, y ver que todo no ha sido horripilante, no puede relajar nuestra conciencia como aficionados, pues las cosas siguen cuesta abajo y sin frenos. No obstante, si hay algún modo de que esto mejore, es con lo que se ha podido ver: relevos en el escalafón, ganaderías variadas y con bravura en los cromosomas, y dando toros en los pueblos. La clave, por tanto, será seguir este sendero, pero librarlo a la vez de impurezas, el camino de la virtud siempre es pedregoso pero transitable.
Faltan toros más bravos, toreros más dispuestos, empresarios más valientes y aficionados más exigentes. De todo un poco ha habido. No hemos celebrado lo que hemos alcanzado, ni lamentado lo que nos falta por construir. ¿Por qué tan hieráticos?
Por Pablo Pineda