La corrida se alargó hasta decir basta; de hecho al abandonar la plaza ya había caído la noche sobre la ciudad y una muchedumbre se arremolinaba alrededor de la Puerta del Toro, formando un enorme tapón humano. Era tarde de postín y máxima expectación redondeada al final, al menos en el resultado numérico y todos tan contentos al contemplar la salida en hombros de la terna. Y aunque en esta corrida hubo cosas buenas –aunque exageradas las orejas-, lo cierto es que esta Fiesta va encaminada a eso, al triunfo final. De hecho, más pronto que tarde, en los carteles vendrá anunciado: Al final del festejo saldrá en hombros la terna actuante. 

Lo demás tiene mucho que contar en medio de un encierro donde varios toros presentaban claros síntomas en cuento a la integridad de sus pitones. Vamos, aunque uno no haya estado allí –en la presunta manipulación-, lo cierto es que la peluquería funciona en un claro fraude y estafa al público. La lacra del afeitado, al igual que los altísimos precios de las entradas, deben ser dos de los campos de batalla para defender la grandeza de la Fiesta. Porque en esta tarde del cierre ferial -a falta del postre caballar de San Mateo-, la corrida fue muy justa de raza, pero la ideal para la actual moda de practicar el toreo bonito, donde se busca la estética antes de la emoción de poder a un toro bravo – ¡ay si salieran toros bravos todos los días que limpia iba a llegar!, de dominarlo de verdad y que la gente se emociona. Vamos que es un poco como la realidad del país, donde el resultado que más cuenta es el de vender la imagen, el ficticio, el de cartón piedra en el que se encamina la Fiesta con la falta de emoción que trae el toro descastado.

Como es fácil imaginar la suerte de varas no ha sido más que un mero salvoconducto ficticio saldado con un picotazo y el rápido cambio de tercio a estos toros fabricados para la muleta. Qué pena ver cómo una de las suertes más bonitas de la lidia se pierde. Aunque en esta ocasión, en la lidia del segundo toro, el caballo se convirtió en protagonista de la tarde al rebrincarse y descabalgar al picador para salir locamente e ir a estrellarse contra las tablas, romper el maderamen y quedar inerte unos minutos angustiosos que se resolvieran felizmente gracia al buen equipo de operarios de la plaza.

Y si hubo que cantar de verdad a alguien por encima, ese fue Morante, el genio cigarrero, que se quitó enseguida a su primero, que no valía nada, con brevedad para escuchar una bronca torera. Su grandeza llega con el cuarto, sustituido por una de la misma ganadería, frente al que estuvo muy asentado y con mucha verdad, ya desde el inmenso saludo de capote a la verónica, o el posterior quite por chicuelinas para llevarlo al caballo con el remate de un recorte de sabor gallista… Pero faltaba lo mejor con una intensa faena de muleta, de sabor en inspiración, junto al amplio muestrario de adornos que fueron una delicia y despertaron los oles y también los gritos de ¡torero-torero! nada más matar de una estocada.

Talavante anda buscando su mejor versión y, en Salamanca, dejó entrever que va por el buen camino. Fue el ejemplo de un quite por gaoneras o, ya con la muleta, dos series de muletazos de naturales de mano baja, largos y profundos que fueron dignos de ver. Después la faena bajó de peso y la estocada no fue rotunda, por lo que sobró la segunda oreja. Pero quedó su sabor y esencia, porque en el flojo quinto nada había que rascar.

Roca Rey llegó a revienta-calderas, con ganas de comerse el mundo y lo logró gracias a su entrega y pasión. Especialmente en el sexto, un mulo parado, al que le ofreció sus muslos para ser acariciados pitones, todo lo hizo él y llevó el delirio, porque además mató bien, aunque le sobró la segunda oreja en una faena interminable mientras caía la noche. Y ahí, en medio del delirio y la borrachera de éxito, una muchedumbre abandonaba la plaza camino de la Puerta del Toro para ver la salida en hombros de la terna por la Puerta del Toro. Una salida que, por encima del resto, quien de verdad la merecía era Morante.

EPILOGO: 

Desde hace años existen banderilleros especializados en dificultar el paso del tiro de mulillas, en el momento de acudir a arrastrar el toro; entonces se ponen delante, en esos momentos de petición para forzar al palco a conceder más orejas. Esas situaciones deben ser sancionadas, al igual que algo tan horrible como pedir las orejas los subalternos –convertido en mendigos carentes de gracia y sin atisbo alguno de torería-.

Y si en esta corrida postrera la empresa decidió que sonara el himno nacional antes el paseíllo también, en el inicio de la feria, era de justicia un minuto de silencio a la memoria de Victoriano Cáneba, con cuyo recuerdo se ha tenido un tremendo feo.

Después, a lo largo de la corrida sobró mucho ambiente rural con demasiados espontáneos en la solanera, provocadores de tantas voces improcedentes –y ninguna con gracia ni imaginación-. Y de verdad aburrieron ya con el reiterado viva España que se repitió insistentemente a lo largo de la tarde. Porque lo poco divierte y lo mucho aburre.

Y con esto y un bizcocho…

Paco Cañamero

FICHA DEL FESTEJO

Ganadería: Se lidiaron toros de Núñez del Cuvillo, justos de presencia, en general faltos de raza, sospechosos de pitones. Aunque de noble comportamiento.

Morante de la Puebla (tabaco e hilo blanco): Bronca y dos orejas.

Alejandro Talavante (blanco y oro): Dos orejas y saludos.

Roca Rey (rosa palo y oro): Una oreja y dos orejas.

Cuadrillas: Saludaron Miguelín Murillo y Manuel Izquierdo tras parear al quinto toro. Y el sexto saludó Viruta tras dos buenos pares.

Ambiente: Lleno de ‘hay billetes’, con gran ambiente en tarde veraniega.