Esa es la palabra, ambición, la que viene a demostrar la fuerza de voluntad de los toreros para hacerse ricos. Así se definió días pasados el diestro Francisco Montero que, pese a ser novillero, tiene aires de grandeza, algo que le honra porque, no nos engañemos, todo el mundo puede tener ambición por lograr la meta que se proponga pero, en el caso de los toros, esa ambición tiene que ser el detonante que defina a cada diestro dentro de una plaza de toros.

Cuando un torero está dispuesto a perder la vida, el bien más preciado y único de todo ser humano, a partir de ese momento es acreedor a la gloria. Es el caso de Francisco Montero en que, en las veces que le hemos visto, caso concreto en Herrera del Duque en pasado año, en dicha actuación, como en otras tantas, el veterano diestro demostró que los años no han pasado para él porque, como se evidencia, le queda juventud para comprarse varios cortijos.

Eso de que un novillero, salga a la plaza en calidad de novillero, eso dice todo a su favor. Sus formas serán lo heterodoxas que cada cual quiera definir pero, lo que nadie podrá cuestionar es su verdad aplastante y rotunda. Estamos hartos de ver a muchos novilleros, la gran mayoría, que salen a las plazas como si fueran auténticos maestros del toreo por aquello de sus formas, su liturgia aleccionada, su amaneramientos que no son otra cosa que todo aquello que les han enseñado por ahí. Por ello, pensar que quedan diestros como Francisco Montero que, como demuestra, es capaz de ponerse el mundo por montera, ello nos sigue subyugando.

¿Quién es el valiente que bosteza mientras torea Montero? ¡Es imposible! Es tanta su verdad, su autenticidad, como el riesgo que asume que, todo el mundo queda expectante ante lo que ocurre en la arena cuando este diestro empuña los trebejos toreros. Por dicha razones, está capacitado para ser ambicioso, sencillamente porque es capaz de pisar terrenos que para otros les son prohibidos. Y, como decía, esa es la primera máxima para todo aquel que se quiera comprar un cortijo como torero, estar dispuesto a jugarse la vida a sabiendas, lógicamente, que la puede perder, ahí están Iván Fandiño entre otros que  dan testimonio a nuestras palabras.

Como decíamos, por causas no concretas, Francisco Montero llegó tarde al escalafón de novilleros pero, por su actitud, hasta sospechamos que le sobrará tiempo para hacer realidad sus ilusiones. Es decir, a su edad, muchos ya eran ricos, pero no es menos cierto que, como decía el maestro Domingo Ortega, el toro de cinco y el torero de veinticinco para adelante.

El toreo, como decía Sebastián Palomo Linares, es apasionada entrega a la espera de que sea lo que Dios quiera y, por dicha razón se hizo figura del toreo; nadie le regaló nada, pero dentro de su cuerpo había una personalidad arrebatadora que podía con todo. Esas son las lecciones que Francisco Monteo aprendió y las que comparte a diario con los aficionados que, de forma irremediable, vibran con tan singular diestro.

No es tarea baladí que hablemos con tanto fervor de un diestro que no ha logrado nada, salvo éxitos y cornadas, pero nada relevante porque le queda mucho camino por recorrer, algo de lo que él es consciente y no quiere que nadie eche las campanas al vuelo porque, lo que tenga que ser será, pero él no deja nada al azar, más bien, pone todo de su parte para que lo que otros llaman suerte, él lo llama pasión de ahí la forma en la que se enfrenta a los toros que, cualquiera podría tacharle de kamikaze mientras él, en la soledad de su alma sabe que es un torero y que tiene que entregar su vida por el toreo si el caso lo requiriese, cosa que no queremos jamás