La perseverancia que a diario nos muestra Enrique Martínez Chapurra en calidad de matador de toros, es algo digno de encomio. Ni la propia pandemia ha sido capaz de arrebatarle sus ilusiones. Enrique sigue aferrado a la vida y, lo que es mejor, a su profesión a la que ama tanto como a su propia existencia.

Muchas veces analizo la vida de este hombre, su carrera, sus ilusiones, sus quimeras, sus inquietudes todas y, lo juro, me vengo arriba cuando algo me deprime. Por lógica y de forma natural, las criaturas humanas nos quejamos de todo; en ocasiones, hasta maldecimos el destino ante nimiedades que nos han ocurrido y, por el contrario, Enrique Martínez no se derrumba por nada en el mundo, un valor incuestionable del que tenemos mucho que aprender.

La vida de Chapurra, por las circunstancias que ha tenido que soportar podría parecernos un puro calvario pero, de pronto, como si por arte de magia se tratare, el diestro nos hace recordar que, pese a todo, es hermoso vivir la vida y, sin duda, seguir aferrado a su profesión. Estamos, pues, ante un tipo de verdaderos valores que engrandecen al ser humano como tal y, en su caso, a esa bellísima profesión que eligió, la que él le ha dado mucho más de lo que ha recibido, tras cinco lustros de lucha encarnizada tratando de cambiar la moneda de la que es acreedor. Lo confieso, Chapurra, por su calidad humana y por sus dotes artísticas es mucho más de lo que algunos puedan pensar.

Chapurra lleva cinco lutros como torero y ese tiempo no ha hecho mella en su ser, todo lo contrario porque cada día que pasa se siente más fuerte y seguro para desempeñar su profesión a la que, como él tantas veces ha dicho, pese a todo, le permite vivir del mundo al que ama, aunque sea en su condición de sobresaliente; pero aquello de hacer el paseíllo en tantísimas plazas como ha actuado, ello es la pura adrenalina que corre por su cuerpo para seguir convicto y confeso ante su profesión en calidad de torero.

Sigo creyendo que no somos conscientes del riesgo que asume un sobresaliente al que vemos, a priori, como un “adorno” tras los matadores actuantes pero, la realidad es muy otra. Es decir, ese “adorno” del que hablamos, en un momento determinado tiene que hacerse cargo de uno o varios toros porque sus matadores han sido cogidos en el ejercicio de la lidia. Recordemos, por ejemplo, a Julián de Mata que, como sobresaliente en Madrid en una corrida en que toreaban Ruiz Miguel y Antonio José Galán que resultaron corneados, hasta el propio Mata pagó con sangre su valentía. El propio Chapurra, sin ir más lejos, ha tenido que hacerse cargo de algunos toros a los que ha toreado y matado con enorme dignidad.

No es ninguna broma lo que hace Chapurra o cualquiera de sus compañeros pero, no es menos cierto que, en su escalafón, como dicen los taurinos, Chapurra sigue siendo el “rey”. Y es muy cierto porque, sin duda alguna, en las temporadas normales, el bueno de Enrique solía hacer entre veinte y treinta paseíllos a lo largo del ciclo taurino, un número ideal para seguir viviendo con dignidad en el mundo del toro. Incluso en la temporada pasada, tan atípica como insustancial, Chapurra toreó un número elevado de festejo comparado con la realidad en la que vivíamos.

Quiera Dios que un día todo vuelva a la normalidad para que Chapurra, como todo el mundo, podamos seguir dando rienda suelta a nuestras ilusiones, podamos volver a los cosos taurinos, señal inequívoca de que, Chapurra, como sus compañeros estarán ejerciendo la profesión a la que aman y, sin duda, la que tan felices nos hace a los aficionados.

Tantos años de lucha en el campo de batalla, para Chapurra deberían tener un premio mejor, sin duda, el que anhela con todas sus fuerzas, confirmar su alternativa en Madrid y, resultado al margen, admitiendo el que fuere, sentirse ya en paz consigo mismo tras haber logrado lo que hasta la fecha ha sido un sueño inalcanzable para el torero de Andújar. Como digo, de Dios estará que todo se normalice, que sigamos yendo a los cosos taurinos y, como decía, que podamos seguir admirando a Chapurra y a todos sus compañeros y, en el caso de Enrique Martínez, más pronto que tarde, que se haga realidad el sueño por el que lucha y que tanto anhela, confirmar su alternativa en la primera plaza del mundo.

En la imagen, Chapurra iniciando una media verónica belmontina.