La televisión puede encumbrar a un torero o todo lo contrario. Como miles de veces dije, que se promocione la fiesta de los toros es lo más bello del mundo pero, cuidado con lo que retrasmitimos que lo podemos echar todo a perder. Es el caso del pasado sábado en que, David Galván se encerró con seis “toros” en su plaza de San Fernando, toda una proeza si en verdad hubiera lidiado toros.

Casualidades del destino, ese mismo día, el programa magnífico de Enrique Romero, Toros para Todos, David Galván salió en dicha emisión entrenándose en casa de Enrique Ponce y, por la tarde en la plaza citada hizo lo mismo que en la finca del gran torero retirado. Si en dicho reportaje David Galván evidenció el gran momento que atraviesa, en la tarde, en la corrida que aludimos, el diestro de La Isla dio una dimensión extraordinaria puesto que, su momento es de dulce.

La pena de la cuestión es que, todos, sin duda alguna, vimos a David Galván de idéntica manera en aquella vaca que se enfrentó en casa de Enrique Ponce al igual que en la tarde con los terroríficos toros que lidió, una auténtica vergüenza que, en realidad nada hubiera pasado si todo se quedara en casa, es decir, con las mil personas que había en los tendidos. Pero la osadía mayor vino dada porque se televisó dicho festejo, algo que con toda seguridad vieron cientos de miles de personas por toda España pese a que la televisaba Canal Sur.

Para el chaval, era hermoso festejar sus diez años como matador de toros que, en realidad, él sabe todo lo que ha penado; ese mérito no se lo quitará nadie y, para colmo, como dije, es un gran torero si de bella interpretación hablamos. Pero se equivocó por completo al elegir esos animalitos; él o el que los eligiera que, en realidad viene a ser lo mismo. Un escarnio al más alto nivel porque los toritos daban grima; santos hasta el límite de los altares pero, algunos de ellos hasta estaban sospechosos de pitones que, en realidad es el fraude mayor que se pueda cometer en los ruedos. Y hablo de sospecha porque nadie puede atestiguar que los pitones no estaban íntegros. Pero el torero sabe lo que pasó y los aficionados que presenciamos el festejo sabemos lo que decimos.

Nunca obviaremos la gran tarde exitosa que obtuvo el diestro que, si no recuerdo mal fueron ocho orejas y algunos rabos que, en definitiva, no le van a servir para nada. David Galván y los suyos no contaban que, todo aquello que pasara en el ruedo sería observado con lupa por muchos aficionados, de ahí el daño o beneficio que la televisión puede hacerle a la fiesta y, de forma muy concreta, a un torero determinado. Por supuesto que San Fernando es una plaza de tercera, algo que saben hasta los niños de pañales pero, en el peor de los casos, un poquito de dignidad en los animalitos no hubiera venido mal y, como dije, que muchos barruntáramos que la corrida, algunos de sus toros, estaban más que rasurados, eso nos llenó de una pena terrible.

Pese a todo, una tarde más que ha sumado el diestro pero que, él debe ser consciente de que lo que llevó a cabo no era otra cosa que un entrenamiento con mil personas en los tendidos que, como dije, gloria no le reportará ninguna, pero sí tendrá la satisfacción de comprobar que se lo pasó muy bien, toreó de forma relajada y sin el menor agobio para cortar ese montón de orejas, todo eso es una verdad incuestionable pero, ¿y si un día tiene que enfrentarse a un toro de Dolores Aguirre, por citar una ganadería emblemática? Ahí vendrán todos los problemas y, lo que es peor, todas las carencias porque ante animalitos bobalicones, hasta el más tonto es capaz de pegarle pases. Lidiar, solventar dificultades y triunfar ante toros encastados eso ya es otro cantar en el que muchos se han quedado afónicos.

Y, cuidado, esto no es una crítica contra el diestro citado, es una advertencia para que no siga cometiendo errores puesto que, del llamado triunfalismo se alimenta mucha gente pero, en definitiva, a la hora de la verdad el mismo no sirve para nada. David Galván sabe que se entrenó, que lo pasó divinamente, que le aplaudieron todo pero, más allá de la plaza habíamos aficionados viendo la parodia, algo que nos hizo sufrir muchísimo, más que nada porque sabemos que, un día, más pronto que tarde, le saldrá a Galván un toro y tendrá que resolver la papeleta. Si lo que pretendía esa saciar su ego, la jugada la salió perfecta. Si de torear hablamos, enhorabuena para David Galván que, en realidad, a su toreo no cabe ponerle objeción alguna. Pero sí es conveniente que tome consejos de los que le admiramos para que no cometa errores que, al final, pueden costarle muy caros.