En este tiempo de reclusión que hemos tenido, ésta nos ha servido para demostrarnos a nosotros mismos que, el tiempo, ese tesoro incalculable, maravilloso e irrepetible que tantas veces habíamos desaprovechado en nimiedades absurdas, gracias a este confinamiento, la gente ha sacado su ingenio y, gracias a ese tiempo que se nos había entregado, las personas han sacado lo mejor de su ser mediante grabaciones de todo tipo que han subido a la red para deleite de propios y extraños.

En el mundo de los toros no ha habido excepción al respecto ya que, sobre los toros, sus personajes y leyendas, hemos visto documentos irrepetibles y, gracias a la tecnología, todo el mundo ha tenido su momento de gloria, por ejemplo Emilio García El Lince, que puede presumir de tener un video admirable en la red con inmensas imágenes de su carrera y, sin duda, con el cante de su pasodoble, algo muy emotivo para la vida de este hombre, todo bondad que, por causas del destino pudo llegar hacia donde anhelaba.

Otro torero alicantino que ha aprovechado muy bien el tiempo no ha sido otro que el maestro Gregorio Tébar El Inclusero que, a modo de pedagogía al más alto nivel, a diario sube videos en Facebook en los que imparte enseñanzas. ¿Quién mejor que él, por Dios? Allí, en la terraza de su casa, divisando en el horizonte el mar Mediterráneo, el maestro aporta lecciones para todos; para aficionados y, ante todo, para profesionales que quieran aprender la grandeza auténtica del toreo. Sus videos son pura enseñanza a todos los niveles, lo que viene a certificar que, el maestro ha aprovechado el tiempo como pocos en el mundo.

En su casa, como digo, ha filmado videos para enseñar al que no sabe, cosa muy digna de elogio y de mucho agradecimiento hacia su persona por parte de todo el mundo. ¿Habrá algo más bello que alguien nos enseñe todo aquello que aprendió en la vida y junto a su profesión? Este es el caso de Gregorio Tébar El Inclusero que, de forma altruista, a diario, imparte lecciones por las redes para que todo el mundo pueda disfrutar de su auténtica tauromaquia que, en definitiva es la auténtica, la pura, la que siempre conocimos.

Resulta bello verle con el capote, su “arma” más poderosa de cuando estaba en activo, pese a que el maestro siempre creía que, los altivos elogios que todo el mundo le dedicaba cuando manejaba el capote, él pensaba que se le rebajaba en su condición de muletero; nada más frágil respecto a su pensamiento porque, como se demostró, la eclosión de sus más bellas tardes tuvieron como colofón final su labor con la muleta. Repito que, en esencia y en presencia, aunque sea de forma teórica, resulta bello ver cómo El Inclusero sigue manejando el capote, como dije, su arma más apasionada pese a sus reticencias al respecto.

Ya, muleta en mano, es delicioso ver al maestro en su manejo que, para su fortuna, hasta parece que detuvo el tiempo ya que, ayudándose con su voz al compás de sus movimientos con la tela roja, El Inclusero dibuja muletazos de un trazo extraordinario, explicando, como se adelanta la pierna para que el pase tenga la esencia y el valor de cómo es el torero en realidad que, como el mundo sabe, torear bien es muy difícil y, sin duda, muy arriesgado. Esta ha sido la norma de este torero que, pese a todo, sacrificó a lo largo de su carrera las ventajas que otros tomaban para seguir siendo fiel a la tauromaquia que ahora predica.

No contento con darnos las explicaciones más bellas de la suertes de torear, El Inclusero repasa momentos de su vida, nos cuenta anécdotas por doquier al respecto de tantos toreros que conoció que, muchos, para desgracia del gran público han sido auténticos desconocidos mientras que, Gregorio Tébar, nos muestra las virtudes de tanto diestros con los que él compartió y de los que guarda recuerdos imborrables, entre ellos del inolvidable don Antonio Bienvenida, del maestro Joaquín Bernadó, de Luís Segura y de tantos otros toreros que, a su manera, ofrecieron la gloria que acaudalaban para que, tantos años después, el maestro les siga recordando.

Como decía, respecto al mundo de los toros, ese tiempo que nos ha sobrado o al menos lo hemos visto pasar ante nuestras retinas, como una bendición, lo hemos aprovechado para que los demás sean felices junto a nosotros. Al margen de las anécdotas que he contado, han sido cientos, yo diría que miles de documentos que se han subido a la red para goce de los aficionados del mundo.

En la imagen, el maestro Gregorio Tébar El Inclusero