El dinero debería tener fecha de vencimiento para que nadie pudiera acumularlo para poder tener poder sobre sus hermanos. Así nos lo recordaba el maestro Facundo Cabral y, el axioma es válido para cualquier actividad de la sociedad en que vivimos y, los toros no escapan de dicho maleficio. Esa verdad tan aplastante que nos muestra el poeta argentino, la extrapolamos al mundo de los toros y muy pronto comprendemos los grandes males de la fiesta que, por supuesto, tienen lugar y como protagonistas a los que ostentan el poder.

No solo corrompe el poder en el mundo de la política que, desdichadamente se ha tornado una norma sin solución, y si todo quedara ahí podríamos darnos con un canto en los dientes, pese a tratarse de un asunto gravísimo. Lo realmente dramático es que en los toros sucede exactamente lo mismo que en la política y, si se me apura yo diría que en todos los estamentos de la sociedad donde alguien tiene el poder absoluto.

Por boca de sus protagonistas he podido saber de las aberraciones que se cometen a diario en el mundo de los toros en que, por ejemplo, el tan manido afeitado de los toros es una verdad que aplasta; todo sucede en la sombra, nadie es capaz de denunciar nada salvo en su momento, el inolvidable Alfonso Navalón, el que fuera propietario –además de gran crítico- de la ganadería El Berrocal, me confesó a tumba abierta que, o afeitaba sus toros o los tenía que mandar al matadero. Y lo dijo el hombre que defendía la pureza y autenticidad de la fiesta que, al final, murió engullido en sus propias miserias. Pero le sobraron arrestos para confesar la podredumbre que anidaba dentro del mundo de los toros, un mal que nadie ha erradicado.

Yo no tengo un certificado que acredite que los toros que lidian las figuras están todos afeitados pero, no existe mejor certificado que el comportamiento de los toros puesto que, desde hace “siglos” los toros no hieren a ninguna figura. Como sabemos, los toros siempre avisan antes de coger al torero salvo que éste se tope de bruces con el mismo. Es decir, el toro puede mandarte un gañafón, cosa que ocurre muy a la larga y, como quiera que el animal para coger al toreo mide con sus astas, si éstas han sido manipuladas el toro yerra, digamos que se equivoca cuando intenta coger al torero porque al tener las puntas cortadas, ese par de centímetros que le faltan es el que produce el error del toro para no coger al torero.

Humanamente, lo del afeitado se podría comprender si se anunciara de antemano, como ocurre con los toros de rejones y nadie pondría el grito en el cielo. Lo sangrante de la cuestión es cuando nos dicen “se lidiaran seis toros íntegros en sus pitones” cuando eso es totalmente falso. No es menos cierto que, los “barberos” que existen para tal menester son auténticos artistas en su género porque, en realidad, si no se es muy avispado, es muy difícil saber que el toro ha pasado por la “barbería”.

¿Quiénes son los que cometen dicho fraude? Los que tienen el poder y puesto que todo gira en derredor de ellos, algo que empezando por los toreros, con el visto bueno de los empresarios, todos “suplican” al ganadero dicho fraude y  de no atender dicha petición, la gran mayoría de los toros de las figuras se quedarían todos en las dehesas. Los tiempos han cambiado muchísimo y, como diría El Guerra, todos son analfabetos los que acuden a los toros; digamos que, analfabetos porque nadie se preocupa por aprender lo que es un toro auténtico y, los poderosos, sabedores de dichas carencias por parte del aficionado o más bien del público feriante que pueda acudir a una plaza de toros, no tienen recato en consumar el fraude en la penumbra.

Dicho lo cual, creo que resulta muy sencillo entender por qué muchos aficionados defendemos al toro en su integridad total que, para nuestra suerte, todavía existen ganaderías honradas que lidian el toro como la madre los parió. Y no crean que no se distingue, desde lejos si un toro está afeitado o íntegro en sus defensas. Podría dar muchas pruebas al respecto pero, entre otras, la corrida que lidió Victorino Martín en Albacete, además de íntegra en sus pitones tenían casta para dar y tomar para que, pese a ellos, Rubén Pinar y Sergio Serrano consumaran su proeza. O si lo prefieren, los del Conde de Mayalde en Bargas, dos últimos acontecimientos rociados de la más absoluta verdad.

Me contaba hace pocas fechas un empresario que organizó en su vida cientos de corridas de toros y, hombre, hastiado, abandonó para dedicarse a sus múltiples negocios al margen de los toros porque su quehacer taurino lo hacía por afición pero, la misma corrupción es la que le hizo abandonar porque entre todos quisieron minar su honradez y, el hombre asqueado por todo lo que estaba viendo abandonó, sabedor de que el fraude y la corrupción seguirían vigentes, pero sin él de protagonista. Pero esta es otra historia que en otro momento contará con todo lujo de detalles.

En las imágenes que mostramos, un toro auténtico de los que lidian los toreros machos y, en la segunda foto un animalito mutilado para uso y disfrute de las figuras. ¡Menuda diferencia!