Me viene a la mente ahora cuando, hace pocas fechas, el bueno de Víctor Puerto, en un gesto que le honra quiso defender la tauromaquia en un pueblo en que, la misma ha sido secuestrada por sus dirigentes políticos. En Espartinas tuvo lugar la cosa en que, tanto Puerto como un nutrido elenco de matadores y subalternos, encabezados todos por el maestro Espartaco, reivindicaban de forma cívica la tauromaquia, sin llevar gasolina para quemar coches policiales o contenedores, es decir, nada de lo que hacen los “manifestantes” criminales en Madrid, Barcelona y otras ciudades de España.

Como digo, Espartinas vivió una jornada en la que la mayoría de sus vecinos, capitaneados todos por una gran parte de la torería de aquellos lares, abogaban por la libertad y, por ende, en que la plaza de toros volviera a ser lo que siempre fue, un escenario taurino para desarrollar el espectáculo maravilloso que atiende por la fiesta de los toros. Allí vivieron, como digo, un acto hermoso en que, personas de bien, caso de Víctor Puerto y sus compañeros, en unión de muchísimos vecinos de la localidad mostraban su desacuerdo contra la tiranía de los dictadores que rigen aquella ciudad andaluza en la que han secuestrado la tauromaquia.

Nadie les hizo ni puto caso porque, como se demuestra, las manifestaciones tienen que estar teñidas de violencia al más alto nivel; hay que quemar contenedores, tirar adoquines contra los escaparates, asaltar los mismos, herir a los policías, destrozar las lunas, romper las instalaciones de los bancos y, como ocurriera días pasados en Barcelona, quemar una furgoneta policial con los agentes dentro para que ardieran; vamos, igualito que en 1936. Es más, algunos macabros dirigentes políticos, a dichos actos vandálicos les dan la bendición aludiendo que se trata de una reivindicación por la libertad. Hay que ser hijos de mala madre pero con carnet que lo acredite porque, ninguna persona lógica puede entenderlo de otro modo.

Yo quiero manifestaciones como la de Espartinas pero, todos los días y en cada esquina. En aquel pueblo triunfó el civismo, el respeto y la mejor educación de unas personas que, hartos de sentirse traicionados por sus dirigentes, con su pancarta y con su respeto recorrieron las calles del pueblo. Como digo, eso es lo que debería hacer todo el taurinismo en todos los pueblos y ciudades de España para que la gentuza que nos gobierna se concienciara de que los amantes a los toros, además de ser españoles pagamos nuestros impuestos para seguir manteniendo a vagos y maleantes.

Y aquí entra Víctor Puerto en escena en que, días después de la manifestación, el diestro fue requerido por la televisión que pagamos todos los españoles y que regenta la “roja”, para que diera su opinión ante lo que había sucedido en Espartinas y, el diestro, educado, correcto, cabal, sensato y lleno de civismo se le ocurrió poner un ejemplo de lo que supone la tiranía que sufre Espartinas al respecto de los toros. ¿Qué pasaría –dijo Víctor Puerto- si se discriminara a los homosexuales cómo tales? La pregunta no tenía ningún doble sentido, lo más lejos de la realidad que pudiera pasar por la cabeza de Puerto. Lo que quería decir el diestro no era otra cosa que, discriminar a alguien o a cualquier sector, sería siempre un atentado contra la libertad, es el caso de lo que han hecho en Espartinas en que, como a sus dirigentes no les gustan los toros, los prohíben y se quedan como lo que son, una dictadores absurdos como los que tenemos en todas las esquinas de España, empezando por el gobierno de la nación.

Es decir, si tuviéramos que discriminar al mundo gay, gran parte de España podría compararse con la antigua Grecia que todo el mundo tenía un efebo para su uso y disfrute y, no es el caso. Es cierto que, si eres maricón, de izquierdas, tienes un perro y odias a la sociedad en su conjunto, de la noche a la mañana puedes acabar siendo ministro, las pruebas son elocuentes. Pero no, lo heterosexuales no tenemos tan mala leche porque sabemos respetar a todo el mundo. Y a las pruebas me remito.

Tras la comparación de Víctor Puerto todo el mundo se le echó encima y, las redes sociales ardían para quemar en su hoguera a un hombre admirable como Víctor Puerto. Cuidado que, el diestro citó al colectivo gay como pudiera haberlo hecho con las hermanitas de la caridad o con la misma iglesia. Pero no lo entendieron. Eso sí, si hubiera difamado contra la iglesia o hubiera escupido a tantos entes que se preocupan por el ser humano en su conjunto, le hubieran declarado triunfador en la batalla.

Víctor Puerto, en su bondad, jamás debió de acudir a dicha llamada ante una televisión aberrante y sectaria que, por sus acciones, parece que la mantiene Nicolás Maduro. Un hombre de bien como es el caso de Puerto, debe de acudir a lugares del culto, nunca a ratoneras del poder porque lo único que puede pasar es que le humillen como le sucedió en dicha televisión.