Jamás podíamos sospechar toda la grandeza que la Copa Chenel aportaría al toreo, por tanto, a Dios lo que es de Dios y al César lo que es del César. Yo creía que se trataba de un evento para salir del «paso» por aquello de la situación pandémica que sufríamos y, me equivoqué, algo que reconozco con galanura ya que, el evento citado ha sido un ejemplo de muchas cosas, entre ellas, sacar del pozo a toreros olvidados que nadie recordábamos y, ante todo, la grandeza de lo que ha supuesto ver lidiar a toros auténticos que, rara vez se dan cita en una plaza de toros, especialmente si torean las figuras.
Gracias a la Fundación del Toro de Lidia en anuencia con la Comunidad de Madrid ha sido posible esta cita con el toro y, sin duda, con toreros postergados que, muchos, en sus actuaciones, han dado la medida de lo que son capaces y de las injusticias que contra ellos se habían cometido. Ha sido un ciclo largo y extenso que se ha dado cita en la Comunidad de Madrid y que gracias a Telemadrid hemos podido ver con todo detalle, algo que debemos de agradecerle a dicha cadena que, de forma lógica, ha secundado la idea que partió desde la misma Comunidad Autónoma y que gestionada por la Federación del Toro de Lidia se ha llevado a cabo con enorme éxito.
Ha sido Fernando Adrián el triunfador absoluto del ciclo, como podía haberlo sido cualquiera puesto que, a lo largo del serial hemos vista faenas de mucha enjundia, protagonizadas por hombres sin fortuna, sin cartel, arrinconados en la más absoluta marginación y, hasta el propio Fernando Robleño tuvo la gallardía de participar en el serial pese a sus más de veinte años de alternativa que, en la final, de no haber marrado una faena hermosa con la espada, quizás estuviésemos hablando del gran protagonista del ciclo. No pasa nada porque, a fin de cuentas, en estos festejos hemos visto varias faenas de Robleño que, nadie las podíamos haber soñado pero, le cupieron en suerte varios toros bravos y el muchacho los toreó como Dios manda.
Las ganas y el afán de Colombo no son tarea baladí pero, al margen de tantos toreros que han toreado como los ángeles precisamente a toros encastadísimos, ha tenido que ser Fernando Adrián, un chico de Madrid que llevaba varios años sin torear, hasta el punto de que todos le creíamos retirado, de ahí la gran sorpresa que el chico nos ha supuesto. Ganó la final, pero con toda justicia. Este torero sabe torear muy bien y, lo que es mejor, lo ha hecho frente a esos encastes minoritarios de los que todos huyen pero que, Adrián, ha sido santo y seña en estas corridas.
¿Quién ha dicho que los toros encastados no embisten? Esa mentira mil veces repetida y que muchos se la han creído, en la Copa Chenel se ha desmontado la farsa para comprobar que toros de Santa Coloma y Albaserrada, por citar dos encastes que conocemos todos, han embestido como los ángeles, ayer sin ir más lejos, dos toros de Adolfo Martín dieron la medida de lo que es un toro bravo embistiendo por abajo.
Me alegro por todos los chavales que han participado en este evento lleno de verdad y de misterio y, por encima de todo, disfruto mucho al ver a Fernando Adrián repleto de ilusiones, sabedor de que, a poco que le ayude la suerte, en el año venidero contarán con él, seguramente para las mismas corridas que ha lidiado este año, pero lo realmente válido es que los taurinos se den cuenta de las injusticias que cometen muchas veces condenando al ostracismo a toreros muy válidos y apoyando a figuritas de papel.
En la imagen, Fernando Adrián, el gran triunfador de la Copa Chenel.