El día que se fundieron en un abrazo Sánchez y el bolivariano, en aquel preciso instante dije que se acaba la fiesta de los toros y, para mi desdicha, acerté; no es que se acabaran, es que el apestoso de turno haría lo posible para erradicarlos porque puede más el odio que tiene dentro del cuerpo que la ineptitud del mitinero de cada sábado. Cuidado que estamos hablando de un tema gravísimo que, para colmo de los males, los profesionales del toreo no se han dado cuenta de la gravedad del “cáncer” que padecemos.

Fijémonos que, los taurinos, de forma inocente, como si de niños pequeños se tratare, le mandan cartitas al ministro de cultura, le hacen llamaditas que no contesta; todo ello creyéndose de que se trata de una coyuntura producida debido a la pandemia, pero no. La pandemia ha sido la excusa perfecta para cargarse para siempre el mundo de los toros que, ahora, en un ataque de desfachatez sin límites, se ufanan diciendo que ya son posibles las celebración de las corridas de toros, eso sí, con cuatrocientas personas o, en la última fase con ochocientas en un recinto taurino. Cierto y verdad que nadie podremos decir que han prohibido lo toros pero, han tarado a la fiesta con unas normas que es imposible que se puedan celebrar corridas de toros.

Pero, cuidado, que nadie crea que se trata de una norma puntual para el momento en que vivimos; esa estafa monumental contra los profesionales del toreo y contra los aficionados, seguirá en vigor hasta que estos mal nacidos estén en el poder. Vivir para ver pero, como digo, yo no me sorprendo de nada porque, repito lo antes dicho, el día del maldito abrazo, en aquel momento se sellaron todas las atrocidades que uno pudiera imaginar y, una de ellas, indigna, criminal, bárbara, ilegítima y barriobajera por parte del maldito gobierno, no ha sido otra que permitir que se celebren las corridas de toros, sin “gente” claro está. ¿Qué empresario puede montar una corridas de toros con ochocientas personas en los tendidos? Ni novilladas sin picadores podrían tener lugar.

Convengamos que estamos bajo la dictadura más cruel que jamás hemos conocido. Y, cuidado con el que diga lo contrario. Por ejemplo, en los primeros compases de la pandemia, cuando los contagios se daban a diario y por miles, el bobo despeinado que nos martirizaba todos los días por la TV decía que no eran necesarias las mascarillas porque tenían el sentido de la alarma y eso no era bueno, algo que ratificó el tipo con la cara de cartón y, en este momento, cuando ya está todo controlado, todo el mundo tiene que llevar careta, imagino que será para que no nos conozcamos nadie porque por otra cosa no lo entiendo.

Ahora, para el próximo domingo, se anuncian lo que les ha dado por llamar paseos de los taurinos por distintas ciudades del país para llamar la atención y, como siempre, serán los aficionados los que tendrán que dar la cara cuando, en realidad, dado el momento en que vivimos, todos los profesionales del toreo que decenas de miles que viven de esa digna profesión, todos, desde el primero hasta el último, deberían ya de haberse personado en manifestación frente al Congreso de los Diputados, eso sí, con pistola en mano, aunque sean de juguete, pero para que los aberrantes personajes que allí dentro anidan se den cuenta de la maldita barbarie que han hecho puesto que, con sus putas decisiones se han dejado un colectivo sin pan y lo que es peor, sin futuro para lograrlo.

¿Os imagináis todo lo que está pasando con un gobierno de derechas dictando esas normas? Vamos que, los socialistas, comunistas y demás especímenes de gentes apestosas, habían quemado España de cabo a rabo. Ya lo hicieron en 1934. Es más, fijaros que gobierno tenemos que, por ejemplo, cuando el golpe de estado de Cataluña con aquellos asquerosos al frente y con la disturbios que vinieron después, hasta el mismísimo presidente de la pobre Cataluña, animaba a los delincuentes para seguir con sus delitos al más alto nivel. Esa es la izquierda que tenemos, la que nos llevará al abismo si es que Dios no lo remedia.

Digámosles a esos hombres que se juegan la vida a diario que, esa posibilidad se les ha acabado y, ahora lo que toca es defender su futuro, el pan que les produce asumir dicho riesgo. No quiero pensar que, los taurinos, capitaneados por los toreros, capaz de jugarse la vida no tengan cojones para plantarse todos juntos, en masa colectiva, frente al Congreso, rodearlo por completo para que, cuando salgan los caras duras que allí dentro anidan, se den cuenta que, por su maldita decisión, miles de personas se quedarán sin nada, lo perderán todo y, lo que es peor, se quedarán su futuro.

Hasta donde hemos llegado, Dios mío, y creíamos que Zapatero era un tipo malvado –que lo era- pero comparado con estos apenas era un aprendiz de la maldad y, en verdad, lo demostró, dejó a España en la más puta ruina, pero no tuvo cojones para meterse con los toros, eso sí que tenemos que agradecérselo.

En la imagen, el gran dictador de Venezuela, correligionario de Pablo Iglesias y sus huestes.