A todos los toreros se les supone mucha destreza, valor a raudales, amén de una técnica admirable puesto que, de otro modo sería imposible enfrentarse a un toro. Fijémonos si es importante ser torero y las dificultades que la profesión entraña que, somos ocho mil millones de seres esparcidos por el mundo y, apenas doscientos seres humanos en el contexto del universo atesoran dicha condición que les permite jugarse la vida frente a toro fiero y encastado.

Vaya por delante nuestra admiración hacia todos aquellos que lo intentan y, mucho más, a los que lo han conseguido. He enumerado las virtudes que a todo torero se le atribuyen, pero, cuidado, la más emocionante no es otra que el arte del que algunos son portadores. Es cierto que, no todos los toreros son los puristas que todos quisiéramos, es más, hasta creo que sería aburrido. Verdad es que, a su vez, es el arte el arma más poderosa que pueda ostentar un torero determinado si quiere calar en el corazón de las gentes. ¿Desdeñamos por ello a lo que con un valor sin medida se dejan matar si en el envite hace falta? Por supuesto que no.

Y si hablamos de arte, es ahí por donde puede llegar la gran faena, la soñada por todos los aficionados que, sin lugar a duda debe de premiarse con rotundidad, pero, cuidado, debemos de alejarnos de las medias tintas que, en realidad, no conducen a nada. Aquello de premiar la cantidad en igual medida que la calidad es un error mayúsculo. Y es algo que ocurre muchas veces, más de las que quisiéramos. Y ese premio debe estar sustentado por las dos orejas, lo demás son todo parodias sin sentido.

¿Recuerda alguien esa oreja que cortaron en Sevilla Roca Rey y Castella en la pasada feria de Abril? Nadie, absolutamente nadie recordará nada porque aquello fue un despropósito que, en realidad, si se me apura, tampoco favorece al torero que, con semejantes actitudes se le invita a que crea lo que no le corresponde. Si una faena tiene menor o mayor calado, para eso está la vuelta al ruedo que es el premio de consolación para algo que no se ha culminado como debiera, caso de Paco Ureña en Valencia que, tras una faena rotunda, se tuvo que conformar con las ovaciones del respetable en la vuelta al ruedo.

Pensemos que, Madrid, la cátedra del toreo, hasta tiene la tremenda laguna de permitir que un torero salga en hombros tras haber cortado una oreja en cada todo. ¿Qué sucede cuando se suman esas dos orejas? Está clarísimo, como diría el gran Antonio Lorca, esa puerta grande muere en la misma boca del metro de Ventas, por ello, la trascendencia suele ser mínima. Yo entiendo -sin entenderlo- que en provincias y pueblos se desate la euforia y el presidente no tenga más opción que conceder los trofeos, pero, aquello de que en Madrid no se haya reglamentado lo de las dos orejas de un toro para salir en hombros, me parece el dislate más grande de la historia del toreo.

Recordemos que, hasta Sevilla, que tiene una afición pueblerina -y quizás sea por eso- se estableció desde siempre que un torero para salir por la Puerta del Príncipe tiene que cortar tres trofeos, o tres orejas o dos orejas y rabo en un mismo bicorne. Está claro que, a nivel de exigencia presidencial, es lamentable que Sevilla tenga que darle lecciones a Madrid, pero es una realidad que no podemos obviar. Son muchas las faenas que la espada ha frustrado para que su lidiador no consiguiera el éxito que merecía, pero, esa es la grandeza de la fiesta que, para mayor dicha, se sustenta, cuando hay fallo a espadas, con los vítores que los aficionados obsequian al diestro en la vuelta -o vueltas- al ruedo, un premio justo que nadie puede ni debe arrebatarle al torero.

Como digo, la faena auténtica y el éxito de clamor debe de estar sustentados por las emociones que el aficionado ha sentido durante el trascurso de la lidia. Aquello de premiar la voluntad me parece un dislate en toda regla; voluntad la tienen todos, la técnica de igual modo y del valor ni te cuento. Eso sí, que esa faena que todos soñamos, tras el festejo, nos la llevamos en nuestro corazón, eso no es fruta diaria, de ahí la monumentalidad que debemos de darle cuando ello ocurre.

En la imagen, Diego Urdiales, uno de los pocos diestro que, a lo largo de la temporada nos ofrece varias faenas de las que siempre soñamos.