Mi fortuna no ha sido otra que el maestro Cantos Torres me mostrara, para mi deleite, el manuscrito sobre la obra que ha editado al respecto del gran Manuel Granero Valls, “La Huella de una Vida” como así bautiza el libro el citado historiador. Un vademécum que saldrá a la luz los primeros días de mayo puesto que, en dicho mes, conmemoramos los cien años sin aquel genio del toreo que, para su fortuna y de cuantos le admiraron, era un niño prodigio con el violín, para poco más tarde ser una auténtica figura del toreo en poco más de un año; todo un personaje de la época que tuvo la desdicha de morir muy joven porque, de haber tenido un vida longeva, Dios sabe hasta dónde hubiera rayado este artista de Valencia.

Yo me quito el sombrero ante cualquier hombre sabio y, Cantos Torres lo es en grado sumo. Hablamos de un historiador en toda regla en que, como ha sucedido ahora con Manuel Granero Valls, Cantos ha dedicado dos años de su vida para elaborar más allá de una biografía al uso; lo digo porque podía haber hecho un biografía novelada sin tener que recurrir más allá de su inteligencia pero, nuestro hombre es un estudioso en materia y así lo ha demostrado en todos los libros que ha editado.

LA HUELLA DE UNA VIDA es mucho más que una biografía porque como he podido saber y leer, Cantos Torres se ha adentrado, durante dos años en el bellísimo ejercicio de la recopilación de datos, de consultar hemerotecas, de buscar vestigios del pasado de Manolo Granero, conseguir fotos totalmente inéditas, llamar a muchas puertas en las que José Luis Cantos creía que podría hallar cualquier tipo de información que le ayudara para construir lo que ha logrado, una obra memorable que emocionará a cualquiera porque, insisto, en la misma encontramos datos que jamás habíamos leído e, incluso, ni lo sospechábamos. Todo un tratado de buen hacer y mejor relatar con la finalidad de que sea el lector el que se emocione al conocer la auténtica personalidad del mejor torero que ha dado Valencia en toda su historia.

Cuando los aficionados lean este texto, cualquiera tendrá el sagrado derecho a emocionarse porque, gracias a Cantos Torres, Manuel Granero Valls ha vuelto a la vida para deleitarnos al igual que lo hiciera hace ahora cien años. El hecho de este libro nos viene a demostrar que los genios no mueren jamás, este tratado del que hablo es la prueba fehaciente de que el torero de Valencia sigue vivo junto a nosotros. Si pretendemos asombrarnos, aconsejo a todo el mundo que lea este compendio, que se recreen en las innumerables fotografías que testifican las palabras del maestro Cantos que, ya de por si son elocuentes, aderezadas con las imágenes a las que cito, la obra queda realmente maravillosa.

La misión está plagada de datos escalofriantes los que vienen a certificar las miserias de la fiesta de los toros, un mal endémico que arrastramos desde hace siglos. Pasajes inenarrables como el del toro Pocapena que, el año anterior, es decir, en 1921, dicho toro tenía que haber sido lidiado por Granero en Ciudad Real pero, al suspenderse la corrida por la negativa de los diestros que no había cobrado la corrida del día anterior y como dato curioso, aquella tarde, estando los diestros casi arrancando el paseíllo preguntaron a la empresa por los honorarios y ésta les dio la callada por respuesta y, como única solución se marcharon sin torear, razón por la que volvió de nuevo a la dehesa el citado Pocapena. La fatalidad perseguía al diestro valenciano, hasta el punto de que, al año venidero, en 1922, Granero se encontró otra vez con Pocapena, esta vez en Madrid para acabar con su vida. Gracias a Cantos Torres, en su obra hemos podido comprobar que Granero murió en la ruina y que la empresa de Valencia se hizo cargo de los gastos del traslado del cadáver y su entierro. Este libro certifica, como digo, toda la grandeza de este artista singular y, a su vez, las mismas miserias que vivimos en la actualidad. Un siglo después, nada ha cambiado; o si lo prefieren, hace un siglo, la fiesta ya estaba rociada de desdichas, miserias y hambre al más alto nivel.

Para que nos hagamos una idea de lo que suponía el dinero de la época, Granero venía percibiendo, como honorarios, alrededor de ocho mil pesetas por tarde, de ahí que se le calculara, al morir, una fortuna de seiscientas mil pesetas, mientras que, un albañil percibía doscientas pesetas al mes. ¿A qué manos fue a parar la fortuna de aquel emblemático diestro? Nadie lo sabe, pero todo apunta a que su tío dilapidó el dinero de mala manera.

Como decía, yo fui el primer emocionado con este texto sensacional porque, para mi fortuna, Cantos Torres me otorgó el privilegio para que prologara su obra, una tarea que me llenó de orgullo y satisfacción porque, “abrir cartel” ante un “espada” de su categoría cualquiera es capaz de emocionarse como ha sido mi caso. Insisto, me destoco ante este hombre genial y único en su género porque, en calidad de historiador merece la calificación de matrícula Cum Laude, no ya precisamente por esta obra a la que aludimos, más bien por todo lo que ha sido su carrera como ensayista sobre la vida y obra de varios personajes, ente ellos, además de Manuel Granero, en su momento revivió a José Gómez Ortega “Joselito” y, a su vez, en sus manos y sentidos ha quedado su gran obra, LA GRAN DAMA, una trilogía de libros sobre la Monumental de Barcelona en la que, nuestro autor, aglutinó en dichos volúmenes todos los espectáculos que se celebraron en dicha plaza, desde el momento de su inauguración, hasta el fatal destino en el día que clausuraron la fiesta de los toros en Cataluña.