Otro año más analizamos la lista de chavales que se han doctorado en calidad de matadores de toros y se nos caen los palos del sombrajo. Siempre dije que, ser matador de toros es una cuestión de fe y, gracias a la misma, a la espera del milagro que no llega jamás. Veinte han sido los chicos que han llegado al doctorado llenos de ilusiones. O sea, veinte muchachos que albergan la esperanza de meter la cabeza en el escalafón. Toda una locura porque, en primer lugar no hay puestos para nadie y, como segunda cuestión, para casi todos, el panorama se presenta tan sombrío que, insisto, rompo a llorar al ver la desdicha que se les viene a todos encima.
La lista es la siguiente si de nuevos matadores hablamos.
José Ignacio Rodríguez, Ignacio Olmos, Manuel Perera, Javier Moreno Lagartijo, Rafael González, José Cabrera, Carlos Olsina, Carlos Aranda, Alejandro Fermín, Manuel Diosleguarde, Francisco Montero, Alejandro Conquero, Isaac Fonseca, David Cadavid, Daniel Barbero, Francisco Expósito, José Fernando Molina, Calerito, Jesús Díez El Chorlo y Antonio Grande.
Todos ellos se doctoraron llenos de ilusiones y apenas casi nadie ha toreado nada, salvo la tarde de su alternativa. Y, lo que es peor, para el próximo año, el único que tiene alguna que otra posibilidad no es otro que Isaac Fonseca, caso de que le dejen expresar la verdad con la que ha rociado los ruedos en tu etapa como novillero que, como el mundo sabe, ha sido una explosión en toda regla si de toreros arriesgados hablamos; nada dejó por hacer el manito y, lo que es mejor, saldó sus actuaciones con enorme éxito. Ahora está en México tratando de que le den cancha, aquella que se ha ganado a base de triunfos, cornadas y una disposición fuera de lo común. Otro hombre que ha dejado una estela importantísima respecto a su carrera como novillero no es otro que Francisco Montero que, en el escalafón inferior ha matado corridas mucho más duras que las mismísimas figuras del toreo y, como se presupone, tampoco le valdrá para nada.
Como sabemos, este año, el consentido por las empresas si de chavales nuevos hablamos, ha sido Tomás Rufo pero, se trata de un caso entre muchísimos; digamos que, algo así como la lotería, que la compramos todos y solo cae un premio gordo. Los que llegan nuevos, al margen de que deben ser sabedores de que no hay puestos para nadie, tienen que competir contra los que ya se han instalado en el escalafón de una forma más o menos estable, caso de Pablo Aguado, Ginés Marín, Juan Ortega, Daniel Luque, Ángel Téllez, José Garrido, Álvaro Lorenzo y una larga lista de hombres que, unos con más fortuna que otros, luchan de forma desesperada por mantenerse en esa posición que han alcanzado que, aún sin ser la ideal, ellos la gozan en grado sumo.
Y por si todo fuera poco, ahí tenemos a las máximas figuras del toreo copando las grandes ferias, a los héroes consabidos matando las corridas más encastadas y, para colmo, aguantando las reapariciones de los que han sido grandes en el toreo, caso de Alejandro Talavante, el año que viene Sebastián Castella y, como puedo asegurar, Enrique Ponce que volverá a las andadas después de haber sido el torero más glorioso de los últimos treinta años. Y, como tantas veces dije, de marcharse algunos de los que llevan “mil años” como matadores de toros algún que otro puesto quedaría para los jóvenes pero, mi gozo en un pozo; en este caso, ese pozo, para tantos muchachos que han dedicado su juventud, se han sacrificado como auténticos héroes para, como final, terminar como banderilleros.
En la imagen, la alternativa de Antonio Grande, un muchacho ilusionado con condiciones más que sobradas para ejercer su profesión y en la que, dado el sistema caciquil que vivimos en los toros, dudo mucho que dejen sacar cabeza al chico