Ya es público y notorio que la Comunidad de Madrid para su Centro de Estudios Taurinos de dicha comunidad que rige los destinos de la plaza de Las Ventas, ha fichado como consejero a José Ortega Cano, el que fuera grandísimo torero y que al paso de los años tuvo los cojones de ridiculizarse hasta el máximo toreando cuando ya no tenía condiciones para ello, cosechando broncas, organizando espectáculos infames y tirando todo su prestigio por la borda, hasta quedar como un auténtico pelele como torero. Desde luego, si ha sido Miguel Abellán su valedor para ser contratado, enhorabuena porque, con fichajes como el descrito, si se enteran los de Podemos, que no nos extrañe a nadie que la formación morada fiche al tal Abellán para hacer chapuzas al más alto nivel.

El ridículo que ha hecho la Comunidad de Madrid no tiene nombre, vamos, con mucho más dramatismo que cuando Pedro Sánchez fichó a Pepu Hernández para su partido. Si de un cargo taurino se trababa, además de los toreros, existen personas de altísimo nivel que le hubieran dado caché al cargo, a la plaza y a la misma comunidad, como pudiera ser el caso de Fernando Sánchez Dragó, un erudito en materia taurina y un literato de prestigio internacional que, para su fortuna, ama la fiesta de los toros. Pero no, no han querido buscar a una persona de relevancia, les ha bastado y sobrado con un bandarra.

Y ahora explico lo de bandarra. Como sabemos, Ortega Cano tomó la alternativa y estuvo diez larguísimos años batallando contra su suerte en la que no encontraba su rumbo, incluso indultó al toro Belador de Victorino Martín en Madrid y le chillaron. Yo pertenecía en aquel entonces al equipo de Juanito Bochs en su revista El Mundo de los Toros de Palma de Mallorca y, muy seguido, por aquello de que creíamos en la torería y el arte de Ortega Cano, siempre le estábamos apoyando con reportajes, fotografías, entrevistas y crónicas favorables porque, insisto, era un gran torero, lo que demostró pasada aquella década. Yo me enamoré de su torería tras verle en una corrida en Alicante con Luis Francisco Esplá y otro torero que no recuerdo su nombre con una corrida de Palha en la que, Ortega Cano estuvo sublime. Allí estaban, como no podía ser de otro modo, Ginés Martínez, como presidente de la Peña Ortega Cano de Cartagena que le seguían por todos los rincones donde actuaba, siempre en calidad de pobre de la tauromaquia.

El apoyo al que me refería hacia dicho torero venía de la mano de Ginés Martínez, gran aficionado y mejor amigo que siempre había creído en Pepe, como así le conocíamos todos. Ginés, a diario me rogaba que le apoyara desde mi tribuna, cosa que yo hacía con todo el gusto del mundo y, lo que es mejor, con rotunda convicción dada la calidad de su toreo. Así durante diez largos años. Un día para “suerte” nuestra, Ortega Cano salió en hombros de Madrid tras un triunfo apoteósico en dicha plaza. La alegría que sentimos todos era inenarrable. Yo no cabía en el traje porque había apostado y logrado mi triunfo particular cuando nadie creía en el melonero. Y no es ningún desdén que así le llamaran porque su padre vendía melones en San Sebastián de los Reyes y Amancio Ortega vendía camisas en La Coruña y, ya vimos, ahora tiene la empresa textil más grande de España.

Pasados unos días Matías Prats Cañete que retrasmitía una corrida para TVE desde Elda, me invitó a que acudiera para acompañarle y hacer algún que otro comentario sobre dicho festejo. Allí me encontré, antes de entrar en la plaza con Ortega Cano al que tantas veces había estado con él, tantas entrevistas le había hecho y, emocionado como estaba me acerco a él y le digo: “Enhorabuena, Pepe, ya eres figura del toreo, qué alegría siento amigo” Se queda mirándome, Matías Prats estaba a mi lado como testigo y me dice el melonero: “Perdone, pero yo a usted no le conozco para nada”. No reproduzco lo que le dije pero, Matías Prats me dijo “aún le has dicho poco, con lo que tú has hecho por ese hombre”. Sobran los comentarios ¿verdad?

Y desde aquel mismo instante, ese imbécil llamado Ortega Cano no pisó nunca más su peña de Cartagena, se olvidó por completo de la misma, de Ginés Martínez González que se dejó parte de su vida por ayudarle y, incluso, aquella tarde gloriosa a la que me refiero de su éxito en Madrid, los componentes de la peña acudieron al hotel a felicitarle  y no los recibió.

Lo peor de Ortega Cano, siendo algo criminal, no es que estuviera en la cárcel por haber cometido un homicidio imprudente que ya tiene su aquel la cuestión. Por cierto, aclaremos lo de imprudente porque la palabra tiene mucha lectura. Una imprudencia al volante con un muerto como resultado puede ocurrir, y de hecho ha pasado algunas veces, cuando un conductor circulando por la ciudad, de repente se ha visto con un transeúnte que ha cruzado la calle de forma irresponsable y, al chocar, le ha costado la vida. ¿Tenía la culpa el conductor? Por supuesto que no. Eso es un homicidio imprudente.

Lo de Ortega Cano con aquel hombre que mató en un choque frontal en la carretera se debió a que el que era conocido como El Melonero, iba borracho, no sabía lo que hacía y el resultado no fue otro que la muerte de aquel inocente que dejó viuda e hijos por la irresponsabilidad de este tipo. ¿Es eso una imprudencia? Me contaron que, la viuda de aquel hombre, en cierta ocasión, cuando vio a Ortega Cano en televisión diciendo estupideces porque no sabe decir otras cosas, dicha señora rompió el televisor a martillazos en un ataque de histeria, cosa muy lógica cuando ves al que ha matado a tu marido contando batallitas en una televisión como si nada hubiera pasado. Ortega Cano estuvo un “rato” en la cárcel cuando debería de haber pasado cinco lustros de su vida entre rejas por el daño irreparable que había ocasionado a dicha familia, a unos hijos que se quedaron sin padre y a una señora que se quedó sin marido, con una hipoteca por pagar y todas sus ilusiones rotas.

Pero, ya vemos cómo es de injusta la vida, ahora le nombran consejero del Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid. ¿Y de qué coño opinará? Claro que, en el entramado de la política puede pasar de todo y, lo que es peor, cabe todo el mundo. Las pruebas son elocuentes. No hace falta ni ser buena persona, ni tener dignidad, ni honradez, ni talento, nada de nada. Es más, si tienes el título de bandarra, eso suma muchos más puntos que todos los valores humanos juntos. Como decía, Sánchez Dragó se estará matando de la risa. Respecto a la derecha, si Pablo Casado, en su momento, hizo la guarrada del siglo, la que le costó el puesto, Isabel Díaz Ayuso no le anda a la zaga.