Es innegable que, la decisión que ha mostrado este año Morante de la Puebla ha sido todo un suceso porque, gracias a esa constancia ya no escucha broncas, algo que no sabría decir si es bueno o malo pero es una auténtica realidad, aunque él afirma que, esos mismos que le abroncaban ahora le piden autógrafos. Su ilusión por reverdecer la tauromaquia y, dentro de la misma, tan diversas suertes que ha desempolvado, acompañadas siempre por esa decisión sin límites, logró que, por ejemplo, en su última tarde en Arenas de San Pedro le lanzaron un número uno de madera que, revalidaba su condición de ser el que más corridas ha toreado.

Nadie puede negarle a Morante que haya acudido a pueblos que nadie podría sospechar que acudiera y, para suerte de tantos aficionados, lo hizo, nada desdeñable su actitud que dista mucho, para bien, del Morante que antes conocíamos. Al diestro de La Puebla le han cantado sus triunfos de una manera angelical, es decir, teníamos la sensación de que había vuelto Joselito El Gallo para deleitarnos. Hasta el mismo Morante, en un arranque de tontería sin límites, se atrevió a decir que no quería matar más toros de Juan Pedro y, cuando probó los Torrestrella de Álvaro Domecq y los de Prieto de la Cal, rápidamente, sin que nadie le aconsejara, se desmintió él mismo para volver a su lugar de origen, es decir, el toro acorde a su personalidad que, por supuesto, nada tiene que ver con el toro encastado.

Claro que, como Morante demostró en Madrid frente a un toro encastado, no los mata porque no le da la gana porque, como dije mil veces, en Madrid firmó su faena más sublime de su temporada aunque, como sabemos, ha sido en Sevilla donde le entronaron como un Dios pero, como todo el mundo pudo ver, mientras en Madrid teníamos la sensación de que se estaba jugando la vida, en Sevilla veíamos que estaba jugando con el toro, cosas totalmente muy distintas pero, como quiera que este artista ya tiene leyenda, desde hace muchos años, lo que haga se lo cantan y pregonan de una forma alarmante, hasta el punto de que, por momentos, hasta tenemos la sensación de que tiene en nómina a muchos de los plumíferos de la actualidad.

Morante ha sido galardonado con el Premio Nacional de Tauromaquia, algo que nos alegramos todos pero, su actitud respecto al premio nos ha conmovido tanto como su faena en Madrid. Lógicamente, Morante, respecto a premios, está por encima del bien y del mal pero, que el importe del premio, treinta mil euros, los haya donado a la Casa de Misericordia de Pamplona dice mucho del diestro como individuo, algo que le aplaudimos por completo. Es cierto que, la cuantía del premio, para Morante, es como si cualquiera de nosotros nos invitásemos a café de forma mutua pero, su acción no puede pasar desapercibida para nadie. Es verdad que no ha puesto un céntimo de su bolsillo al respecto pero, no es menos cierto que podía haberse quedado el premio para sus niños. Vítores para el diestro por su noble acción que, si todas las figuras del toreo le secundasen muchos males se podrían remediar.

Respecto a Morante no hay nada nuevo bajo el sol, es decir, todos los aficionados sabemos de sus virtudes y, como quiera que ha borrado sus defectos, lo que antes eran broncas por su falta de decisión, al parecer, alguien le ha inyectado esa dosis de optimismo que tanto le ha favorecido, cosa que nos alegra a todos. De igual modo, no esperamos nunca épica alguna de Morante fuera del circuito en que se mueve porque su arte se circunscribe frente a esos toritos santificados que, a no dudar, le permiten expresarse como sólo él sabe sentir el toreo.