Muchas fueron las declaraciones de Morante de la Puebla en el programa radiofónico de Federico Jiménez Losantos que, dicho sea con toda justicia, Morante tenía mucha razón en distintas cosas que apuntaba pero cometió un error lamentable que, en realidad, es imperdonable. Dijo que, como referente del toreo, lo que hace José Tomás no es torear y, ahí la cagó por completo.

Un torero como Morante que tiene como concerniente en el toreo a José Gómez Ortega Joselito, no puede decir semejante barbaridad porque, entre otras cosas, los toreros, micrófono al aire, suelen ser muy prudentes; luego, en la barra de un bar dicen de todo pero, insisto, cuando hay cámaras o micrófonos todos suelen comportarse con cierta ética, lo que no hizo Morante con su compañero.

Abogaba yo por la admiración que Morante sentía por Joselito y es ahí donde me vuelvo loco porque, la pregunta, desde mi interior es obligada. ¿Le admiraba porque era capaz de matar los toros de Miura un día sí y otro también? Lo digo porque, de ser así, debería de haber tomado nota a lo largo de su vida y haberle emulado en su faceta como lidiador que, pese a ser la máxima figura de su época, tenía reaños para enfrentarse a los toros de Zahariche, sencillamente, para que nadie pudiera decirle que era un medroso que, como se sabe no lo era. Insisto que, como sería lógico y normal, Morante, como torero, debería de haber tomado nota del que fuera su ídolo, al que no conoció pero seguro que le han contado sus hazañas, motivos más que suficientes para quedar a su altura.

Claro que, como sabemos, los tiempos han cambiado y las figuras del toreo lo han hecho acorde con los tiempos que corremos. ¿Los Miura? Eso que lo mate Pepe Moral que para eso tiene más moral que el Alcoyano. Y este es el caso de Morante que, como es sabido por todos, este año se anunció con la de Miura en Sevilla para lavar un poco su conciencia de figura del toreo en esta época moderna en que, los toreros son de todo, menos ídolos de nadie. Se anunció pero, al final, veremos si la mata, lo digo porque esos carteles siguen en el aire.

Y, de todo cuanto dijera Morante, lo que más me molestó es que menospreciara a José Tomás diciéndole que, lo que hace no tiene nada que ver con el toreo. Recordémosle a Morante que José Tomás alcanzó la cima del toreo y, en sus primeros años como matador de toros lidió toda clase de ganaderías, se jugó la vida como nadie, llenó las plazas por completo, se llevó un montón de cornadas y cuando ya estaba rico, para dar paso a otros chavales se retiró. Tras cinco años de refugio en sus aposentos decidió reaparecer, no para quitarle el pan a nadie, pero sí para darse el regusto de decirle a los demás que seguía siendo el mejor y, la prueba no fue otra que sus actuaciones apoteósicas en todos los ruedos que pisó.

En la vida, señor Morante, lo que cuenta son los hechos, nunca las palabras. José Tomás, como es sabido, reapareció en el 2007 para darle un poco de fuerza a la fiesta que ya estaba decaída y, gracias a su presencia, los toros volvieron a la actualidad más palpable. Al año siguiente, 2008 actuó dos tardes en Madrid no precisamente con borregos, se llevó tres cornadas, cortó siete orejas y se quedó más ancho que largo. Esos son los hechos, amigo. Por supuesto que, Tomás podía haberse aliviado en su reaparición y, hasta estoy seguro que nadie le hubiera criticado pero, su grandeza es la que el abocó por el sendero único y verdadero de jugarse la vida para traspasar la emoción que nadie trasmite en la actualidad si de figuras hablamos.

Desde su reaparición, las temporadas de José Tomás no fueron muy extensas, más bien todo lo contrario. Hasta el punto de que, en los últimos cuatro años ha actuado muy poco pero, no olvidemos que, desde que reapareció, al igual que le ocurría antaño, llenó las plazas con su solo nombre, reventó las taquillas, mató los mismos toros que todas figuras porque no mataba las de Cebada Gago pero, había una cuestión fundamental que se transformaba en épica creativa que no era otra cosa que pisar esos terrenos que sus compañeros tienen prohibidos y que él, por el contrario, hacía gala de los mismos. Yo he visto llorar a la gente viendo torear a José Tomás, sin duda, el sinónimo de la emoción más profunda que pueda albergar el corazón de cualquier aficionado.

La grandeza de la fiesta es algo que Morante debería saber, que no es otra cosa que ver esas plazas llenas al estilo de Joselito porque la gente quiere ver a su ídolo y, José Tomás, con todos los defectos que queramos encontrarle sigue siendo un ídolo. Una pena que el torero de Galapagar no quisiera expandir más la onda de su misterio por las plazas pero, en las que lo hizo, ahí ha quedado para siempre su recuerdo. Lo triste, desde hace muchos años, es ver a tres figuras en un cartel de tronío en plenas ferias y, apenas media plaza. Y de eso sabe Morante mucho que, un día si no recuerdo mal toreó en Cantalejo con dos compañeros que no recuerdo su nombre y albergaron a mil quinientas personas.

Ese es el fracaso general de la fiesta, que la gente ha perdido la credibilidad en los toreros actuales porque, saben, entre otras cosas, de la dulzura del toro que tienen enfrente. ¿Es Morante un artista? Por supuesto. ¿Quién podría dudar de ello? Pero ese mismo arte hay que revestirlo de verdad y autenticidad porque, como dijo en su día el genial Pepe Luis Vázquez Garcés, si el toro que tenemos enfrente no trasmite emoción a los tendidos, mejor que nos quedemos en casa. Y es ahí donde deberían de quedarse muchos porque, para colmo se siguen quejando y son incapaces de llenar una plaza de toros y, al que las llena le decimos que es un charlot. El declive de la fiesta ha venido de las manos de los toreros, de los que mandan, por supuesto. La pregunta es muy sencilla, ¿por qué José Tomás revienta las plazas en solitario y sus compañeros, en terna, son incapaces de congregar más allá de media plaza? Pese a todo, Morante sostiene que José Tomás no hace el toreo. Sus razones tendrán. Como nosotros tenemos las nuestras. ¿Verdad? Pero, ante todo, hechos son amores y no buenas razones.