La desdicha de algunos toreros es que no se dan cuenta que ha pasado el tiempo, que su momento ya pasó y que de forma ineludible hay que dar paso a los jóvenes. Pues esto que es tan elemental como la vida misma, la mayoría de los diestros no se dan por enterados y, les satisface arrastrar sus miserias para que todo lo logrado en muchos años de esfuerzo y sacrifico quede totalmente parodiado para que, al final, tengan que marcharse por la puerta falsa del toreo, es decir, arrastrando miserias por doquier.

Es el caso de Miguel Ángel Perera que, rico, famoso, hacendado, emparentado con una casa emblemática como es la del Niño de la Capea, quiere seguir arrastrándose para embarrar su propia carrera que, como el mundo sabe, ha sido muy digna y llena de éxitos. Perera, a nivel de público es una más de los muchos que torean en calidad de haber sido un torero admirado, pero, en estos instantes, de dicho torero solo queda su caricatura que, como es obvio, no la compra nadie. En la Monumental de Valdemorillo pudo comprobar Perera su fuerza taquillera.

En estos instantes, ¿qué queda de aquel Perera que triunfa en Madrid y en todas las ferias del mundo? Como digo, su propia caricatura porque los años y las circunstancias le están empujando para que se vaya pero, él se hace el sueco y quiere seguir amasando miserias y, lo que es peor, ahora, junto a Matilla, es posible que le den alguna que otra tarde por el poder que ostenta el citado empresario pero, por su propia fuerza no le darían toros ni el Albalat de la Rivera. Y de dinero ni hablemos. Abrirá algún que otro cartel de las ferias que organiza Matilla pero, que no sueñe con los honorarios de antaño que eso ha pasado a mejor vida. Siendo así, ¿qué papel desempeña Perera en el toreo? Sencillamente, de haber sido una figura del toreo a pasar a ser un segundón, con un dinero escaso y sin el reconocimiento de nadie porque es lógico que así sea y, sin lugar a duda, su gran pecado no es otro que hacer de “tapón” para que otro ocupe su lugar, algo que ha sucedido toda la vida de Dios, pero, en la actualidad, los toreros quieren ser eternos. Y así nos va.

¿Ha sido Perera n buen torero? Sin lugar a duda, lo que ha ganado se lo ha currado como el primero, se lo podríamos preguntar a Fernando Cepeda y nos daría todo tipo de detalles, pero, amigo, su tiempo ya pasó; eso sí, los memos del lugar le siguen alentado para que siga y, lo que es más grave, esos que le alientan son los mismos que dicen que no hay puestos para los nuevos diestros que llegan al escalafón. ¿En qué quedamos, sois imbéciles u os trabajáis el papel porque os interesa?

Como dijes millones de veces, este es el toreo que tenemos, el sistema que padecemos porque, como el caso de Perera están casi todos los que encabezan el escalafón. Se han hecho ricos en el toreo, no les falta de nada, algunas, hasta les sobran cornadas pero, no escarmientan, siguen impertérritos el pie del cañón sin ser conscientes del gran daño que les están haciendo a los chavales nuevos que, repletos de ilusiones anhelan una oportunidad que, por causas lógicas, mientras estos estén en activo nunca les llegará.

¿Cómo diablos queremos arreglar los males de la fiesta si los culpables son los que de ella viven? Perera, como todos, en sus comienzos, esperó a que otro se marchara para ocupar él su lugar; pero eso era lo normal hace treinta años. Ahora todo ha cambiado, el pastel cada día es más pequeño. ¿Solución? Nos lo repartimos los que estamos y los que vengan detrás que se jodan.